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San Miguel, tantas historias como vidas

  • Sólo en el céntrico barrio conviven más de 60 nacionalidades, de las 112 registradas en Jerez

  • Ceain expone un trabajo de fotografías para visibilizar la diversidad sociocultural y fomentar lazos de convivencia

"Me imagino que si una guiri piensa en vivir en Andalucía, San Miguel lo representa". Quizás la descripción de Tanna Hesakkers, holandesa de nacimiento y jerezana de corazón, sea una de las más reales que se han dicho de este barrio. Calles pequeñas, casas antiguas -algunas demasiado- una iglesia imponente, bares pequeños, gente paseando, flores en los balcones y patios abiertos. El encanto de San Miguel ha conseguido crear un micromundo, un espejo a la multiculturalidad dando cobijo a más de 60 nacionalidades, de las 112 registradas en la ciudad.

Ceain expone, en el Centro de Educación El Aljibe hasta el 15 de octubre, 'San Miguel Diverso', una muestra con la que quieren poner en valor la diversidad sociocultural de la zona y ser un punto de conexión entre la gente del barrio, que favorezca la creación de lazos y relaciones vecinales. Tanna (holandesa), Iván y Mercedes (chilenos), Alejandro y Ángel (jerezanos), Julande (haitiana), Luana (italiana) y Warda (saharaui) son un pequeño ejemplo de la diversidad del centro de Jerez.

"Vine de vacaciones y me gustó la ciudad, la gente, la manera de vivir. Llegué en 2008 con la intención de quedarme unos meses, pero llegó el otoño, llegó el invierno, la primavera y aquí seguía yo. Era complicado empezar desde el principio pero fui poco a poco", recuerda Luana Ventre, abogada. Le comentaron que llamara a la puerta de Ceain, comenzó como voluntaria y ahora trabaja como abogada "para intentar ayudar a la gente". "Para trabajar como abogada necesitaba un tutor aquí y no conocía a nadie. Al final, el secretario del Colegio de Abogados de Jerez, después de que mi solicitud se quedara ahí durante meses porque no encontraba un tutor, me dijo que él sería mi tutor. Una persona que no me conocía de nada me tendió la mano. En la vida siempre encontramos a alguien que nos ayuda en momentos complicados y tú tienes que hacer lo mismo", relata la letrada. ¿Por qué San Miguel?: "Vivimos muy bien. Que haya tanta gente de tantas partes del mundo es el encanto. Yo no tenía familia pero bajaba a la calle y me encontraba a una amiga japonesa, otra inglesa... Es un sitio que te capta, te atrae. Hay peruanos, rusos, ucranianos, japoneses... De cualquier parte".

Tanna llegó a Jerez por casualidad, a través de una beca para un programa bilingüe en Andalucía. "Me tocó Jerez. El acento me costó pero veía programas en Onda Jerez para hacerme con él", declara entre risas. "Aunque es muy cliché me gustó la vida en la calle del barrio, lo fácil que es encontrarse con gente y aunque el trabajo es importante, vivir lo es más aún", subraya mientras tiene en sus brazos a su hija Sara, una niña de 10 meses que nació aquí, en Jerez. "Ella sí que es la pequeña sanmiguelina -ríe-. Me gustaría criarla aquí, no quiero irme. Imagino que ella se va a sentir más jerezana que holandesa".

Los niños son precisamente el mejor ejemplo de multiculturalidad de San Miguel para Iván y su mujer Mercedes. "Es muy rico ver cómo niños españoles del barrio están mezclados con otros niños de otras partes del mundo y aprenden a convivir, a relacionarse, a reírse entre ellos y a mirarse a la cara. Es fundamental que desde la infancia aprendan a convivir y a entenderse y San Miguel es el mejor ejemplo. Tienen los mismos problemas, las mismas debilidades. Ver a un niño jerezano enseñando a montar en bicicleta a niñas marroquíes en la plaza del Arenal es increíble. ¡Qué ejemplo tan bonito! Tengo la sensación que sólo lo he visto aquí", cuenta Mercedes. "Aquí los niños crecen con un criterio más social, más humano", añade Iván.

Las vidas de este matrimonio chileno son para un libro. Un libro de superación, amor, respeto. Iván vivía y trabajaba como fisioterapeuta en un hospital infantil de Santiago de Chile cuando en 1973 se produjo el golpe de estado de Pinochet. Sus ideales le llevaron a convertirse, junto a su mujer y su pequeña de 5 meses, en refugiados políticos y empezar de cero en Finlandia. Del frío del noreste de Europa buscaron el calor de Mallorca y una vez jubilados, buscaron el calor humano y el flamenco de Jerez. "Pensamos que esta ciudad era tranquila, conocimos a gente muy agradable, muy simpática, tenía la playa cercana, la naturaleza nos sorprendió mucho, los parques... -"Y no te olvides del flamenco", añade Mercedes-. Sí, el flamenco ya nos gustaba, había visto bailar, me gusta mucho el baile, y aquí está la bulería, ¡qué mejor!", declara Iván.

"Nos gusta vivir en los centros de las ciudades porque es donde hay más vida. Las partes externas son muy de cualquier ciudad del mundo, muy parecidas y con poca vida común, poca vida histórica, social. Del centro de Jerez nos gusta todo y también nos recuerda mucho a Chile. Se parece en la gente, en el paisaje, en la vegetación, se parece un poco a mi infancia", describe Mercedes con una voz que cautiva. Sus hijos dicen que son "unos viejos locos" por cambiar de techo con sólo dos maletas como compañía. Ahora ambos son voluntarios en Ceain porque "nosotros teníamos la experiencia de haber sido inmigrantes, absolutamente extranjeros como en Finlandia y sabemos lo duro que es para el que llega y no entiende nada. Pero tú sí lo entiendes mejor cuando has vivido lo mismo", cuenta Mercedes.

Alejandro y Ángel son pareja, protagonistas también de la exposición de Ceain. La madre de Ángel es marroquí y desde pequeño ha sufrido desagradables situaciones. "A veces venían a mi casa a insultarnos. Recuerdo que nos llamaban moros y sucios. No lo entendía", recuerda el joven. "Nos parece genial que aquí convivan tantas nacionalidades. Es el futuro, que la gente se conozca y que una ciudad como Jerez se convierta un poco más cosmopolita. Cada cultura tiene ese toque especial y podemos aprender de cada uno", cuenta Ángel.

Como la hija de Tanna, 10 meses tiene el pequeño Jada, el bebé de Warda Khattri. Llegó a España con el proyecto 'Vacaciones en Paz' hace 17 años y fue acogida por una familia sevillana. Tras solventar los problemas de "los papeles", pudo estudiar y hoy es técnico de laboratorio clínico y auxiliar de enfermería. "Llevo casi un año viviendo en el centro de Jerez -cerca de San Miguel- y me parece muy bien que haya tantas nacionalidades. Es una realidad muy bonita", señala. Su bebé nació en Jerez, aunque "me hubiera gustado que fuera sevillano", dice entre risas, y teniendo en cuenta las duras condiciones de su tierra, "no me planteo volver al Sahara, porque allí es bastante duro. Esta ciudad me gusta".

Julande Laméry, poetisa y pintora haitiana, vino a Jerez para un viaje de quince días. Le gustó la ciudad y nueve meses después decidió mudarse a San Miguel, dejando atrás la vida tras el terrible terremoto que asoló Haití en 2010. "Mi ex pareja es de Jerez y me dijo que San Miguel era un buen barrio. Ya no estoy con él pero sí 'estoy' con el barrio. Me gusta que haya tanta gente, valoro lo bueno de cada persona. Es lo que me importa. He aprendido mucho", declara la poetisa, quien añade que este céntrico barrio le atrae "la tranquilidad y la paz".

"Hay gente que viene por situación precaria, por el empleo, otros por el amor al flamenco, relaciones sentimentales... Hay migrantes comunitarios, extra comunitarios. Hay historias de todo tipo, no sólo el que viene con pocos recursos", declara Yolanda Rosado, autora de 'San Miguel Diverso'. Esta actividad se enmarca en el Proyecto Kay Pacha, que tiene como objetivo la mediación comunitaria intercultural, propiciando espacios de encuentro y convivencia entre vecinos, así como mostrar la riqueza que supone la diversidad sociocultural.

San Miguel. Más de 60 nacionalidades. Más de 60 voces. Todas en un barrio. San Miguel, tantas historias como vidas.

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