Nombres de la historia

El cura descalzo

  • El sobrino nieto del padre Corona, el que fuera arcipreste de Jerez, inicia una “batalla” en las redes en defensa de la labor de su tío abuelo y evitar que se quiten la placa y la calle que llevan su nombre en la ciudad

Placa en la iglesia de Santiago en recuerdo a la labor del padre Corona.

Placa en la iglesia de Santiago en recuerdo a la labor del padre Corona. / Pascual (Jerez)

El padre Corona. El padre Corona.

El padre Corona.

El 24 de diciembre de 1959 no se escuchó un villancico en el barrio. Los gitanos de Santiago así lo quisieron. Había muerto el padre Corona, arcipreste de Jerez y párroco de tan emblemático templo jerezano. Un hombre que andaba con los zapatos rotos o descalzo, “porque siempre había alguien más necesitado que él de calzado”.

José Antonio Corona Fernández es el sobrino nieto del padre Corona. Nació en Jerez pero vive en Granada. Hace unos días denunció en Facebook la supuesta intención del Ayuntamiento de Jerez de quitar la calle que lleva el nombre del arcipreste. “Sorprendido e indignado”, Corona inició su “pequeña batalla” en las redes para evitarlo, algo que ha tenido una gran repercusión. “No entiendo qué tiene que ver una persona que fue tan querida con la Memoria Histórica. ¿Así se lo paga la ciudad? Quien ha tomado la decisión desconoce la obra de mi tío abuelo. De hecho, estaba en proyecto ponerle hasta una estatua junto a la placa que tiene en la iglesia de Santiago, debajo del azulejo”, cuenta el joven. A esta denuncia han reaccionado numerosos ciudadanos y partidos políticos.

El padre Francisco Corona Humanes nació en Pedrera (Sevilla) en 1878 en el seno de una familia humilde. En su juventud trabaja cuidando ganado para un señorito de la zona, que intercede por él para que ingrese en el seminario de Sevilla, donde se doctora en Teología y se ordena sacerdote en 1909. En 1919 lo nombran párroco de Santiago y posteriormente arcipreste de Jerez. Durante 40 años hace una “gran labor pastoral y fue muy recordado por su humildad y bondad. De hecho, lo intentaron nombrar obispo y siempre lo rechazó porque no quería dejar a sus feligreses y su parroquia. No le importaban los cargos, sino sus gitanos, como él decía. Y a pesar de ejercer durante tiempos de persecución de la iglesia, nunca se quitó el hábito”, apunta.

Muchas familias de la época no habrían sobrevivido, en plena posguerra, sin su ayuda. Les pagaba el alquiler, el carbón, les daba ropa, visitaba enfermos y daba igual la distancia, el frío o el calor... “Casó y bautizó a generaciones y repartía el cepillo de las misas entre los necesitados y se tiraba meses sin mandar dinero al arzobispado de Sevilla. Cuando se lo reclamaban les decía que qué sabía Sevilla de la necesidad de sus gitanos”. Lo vieron llorar desconsoladamente por no poder ayudar a algunas familias.

Fue un hombre que también “salvó a muchas personas de ser detenidas o fusiladas. Los militares le tenían mucho respeto y se cuadraban ante él”, le cuenta a José Antonio su padre. Y entre esos recuerdos le dice que el padre Corona recibía muchos regalos por Navidad, que repartía por supuesto entre los demás. O si alguna pareja de novios no tenía para irse de viaje nupcial, “pues les daba cinco duritos para que se fueran aunque sea a Cádiz o a Sanlúcar a tomar algo”.

El padre Corona "muere en la absoluta pobreza", con 81 años, esa Nochebuena de 1959. Algo que causó un gran pesar en el barrio. El derrumbe de parte de la iglesia en 1956 fue un hecho que afectó mucho al párroco y que agravó su estado. Pidió para ello dinero a las empresas más adineradas de la época para su reconstrucción. Un hombre muy bien considerado también en la jerarquía de la iglesia. De hecho, Bueno Monreal acudió en varias ocasiones, “en su pomposo coche”, a visitar al padre Corona antes de su muerte.

El funeral por el padre Corona se celebró en La Victoria por el mal estado de Santiago. La gente se daba empujones por portar el féretro del arcipreste, lo cuenta los que lo vivieron, “como algo impresionante, con miles de personas por las calles, un gran fervor popular”.

Además de la calle en el barrio de San Benito, el padre Corona tiene una placa, en muy mal estado, en la fachada de la iglesia de Santiago, junto al azulejo del Prendi, que se descubre el 2 de marzo de 1960, cuando fue alcalde Tomás García-Figueras. Día en el que "Tío José de Paula dijo unas palabras que hicieron llorar a todos los presentes".

Fue enterrado en el cementerio de La Merced y los restos fueron trasladados a la iglesia de Santiago, donde tiene una capilla. En la exhumación descubrieron que el cuerpo estaba prácticamente incorrupto y se pidió incluso su beatificación.

El padre Corona en la colocación de la primera piedra del monumento a San Juan Bautista de La Salle en el Mamelón. El padre Corona en la colocación de la primera piedra del monumento a San Juan Bautista de La Salle en el Mamelón.

El padre Corona en la colocación de la primera piedra del monumento a San Juan Bautista de La Salle en el Mamelón. / jerezintramuros.blogspot.co

El delegado de Cultura, Francisco Camas, ha asegurado tajantemente que el Ayuntamiento “no ha iniciado ningún expediente jurídico que avale quitar ninguna calle. Tendrá que hacerse un expediente jurídico y tendrá que haber una comisión de expertos de que eso se tiene que acoger obligatoriamente a la Ley de Memoria Histórica. No se ha hecho nada de eso. Sólo hay una petición de una asociación. Pero tiene que haber detrás un estudio y ese hombre no ha matado a nadie”.

Por su parte, el Grupo de Memorialistas de Jerez apunta en su blog que “no dudamos de la referida labor social desarrollada por Francisco Corona Humanes con sus feligreses más desamparados del barrio de Santiago, aunque ello no constituye la cuestión que se pretende dilucidad aquí y ahora, una actitud, por otro lado, propia de un cristiano que, además, es sacerdote. No creemos ajustada a la realidad de los hechos históricos la imagen creada de este sacerdote como salvador de cientos de personas que iban a ser fusiladas de no mediar su intercesión. En absoluto. Es poco serio intentar poner un velo sobre el hecho de que la iglesia católica española apoyó mayoritariamente la sublevación militar del 18 de julio de 1936 y el régimen dictatorial surgido de ella. La iglesia católica bendijo el golpe con gusto y lo legitimó, como es sabido, presentándolo ante el mundo como una santa cruzada contra el ateísmo y el comunismo. Informes proporcionados por muchos sacerdotes, como el padre Corona, se convirtieron en elementos que inclinaron definitivamente la balanza para terminar de implicar y condenar, en muchos casos a la última pena, a esos miles de encartados en estos procesos de investigación por el estado franquista durante la Guerra Civil”.

Y ponen como ejemplo que el sacerdote Corona Humanes emitía a principios de enero de 1937 ,“sin inhibirse”, un informe dirigido a la Comisión Depuradora del Personal de Magisterio de la provincia de Cádiz, encargada de depurar la conducta político social de los maestros de la provincia y de elevar a la superioridad sus propuestas de sanción a estos profesionales de la enseñanza.

Antonio Mariscal Trujillo, del Centro de Estudios Históricos Jerezanos, recuerda en favor del padre Corona, que testigos contemporáneos “comentaban sus grandes virtudes humanas, y la ayuda que prestó en muchas ocasiones a personas que durante la Guerra Civil fueron detenidas por causas políticas. Referían incluso que llegó a salvar a más de uno del pelotón de ejecución. Citaré un caso concreto que hace años pude saber directamente, y es el de un homosexual, o mariquita, como entonces se les denominaba, apodado “doña Juanita”, un personaje muy popular y querido en al barrio. El mismo fue detenido simplemente por su condición y sometido a numerosas vejaciones. Tras diversas gestiones y poniendo en marcha todas sus influencias, el Padre Corona logró que lo pusieran en libertad, salvándolo así posiblemente de una muerte segura”.

Añade Mariscal Trujillo que la obra titulada ‘Santiago, la historia partiendo del barrio’ realizada hace unos 20 años por alumnos y profesores del colegio púbico Carmen Benítez, así como las dos ediciones de ‘Jerezanos para la historia’, de su autoría, “dejan escritas de forma indeleble en la historia de nuestra ciudad la vida y obra de este ejemplar párroco de Santiago. Ahora dicen que el Ayuntamiento en virtud de no sabemos qué memoria histórica va a eliminar el nombre que lleva su calle desde hace medio siglo. Siento decirlo, pero no sabemos si es por la ignorancia supina de algún responsable, o bien porque el mismo se ha dejado asesorar por alguno o algunos que, o bien no tienen ni la más remota idea, o acaso por un sectarismo trasnochado de los que actualmente tanto nos invade”.

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