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Jerez

La grandeza de la escuela imaginera jerezana

  • Camacho, López, Baccaro, Roldán son las insignias de una doctrina escultórica local, autores que desmontan mitos y que merecen estar entre lo mejor del barroco

Jerez tuvo una escuela propia de grandes escultores en la época dorada de la imaginería barroca en España, de la que la ciudad sin duda llegó a formar parte. Si las referencias absolutas, como no puede ser de otra forma, han llegado siempre desde la 'cuna' situada a orillas del Guadalquivir, con los Martínez Montañés, Hernández, Mesa, Cano, Ocampo, Roldán, entre otros, desde hace algunos años, investigadores locales han sacado a la luz nombres de artistas afincados en la ciudad o en sus alrededores, que a día de hoy merecen estar situados en ese Olimpo de la escultura del barroco.

Esas obras que forman parte de lo más preciado de la imaginería procesional jerezana, firmadas o atribuidas a autores hasta hace poco casi desconocidos, como las de Amargura, Prendimiento, Jesús de las Penas, Remedios, Mayor Dolor, Confortación, Valle, Esperanza, dan solidez a la afirmación de la existencia de una 'escuela jerezana' que merece un hueco destacado en la historia de la escultura española del setecientos.

El restaurador Fabián Pérez Pacheco y el conservador de museos Bosco Gallardo, ambos jerezanos, desarrollan un trabajo en el que, basándose en investigaciones de expertos como Fernando Aroca, Moreno Arana, Jesús de la Rosa o Esperanza de los Ríos, se están acercándose a esa imaginería que merece la muchas miradas expertas para atinar tanto en su autoría como en su excelencia.

Desde hace algún tiempo están visitando las hermandades y examinando las imágenes porque, como señala Bosco Gallardo, "lo hacemos por amor al arte y a nuestra tierra, con la idea de disfrutar y sacar a la luz la riqueza de la escuela jerezana".

Esa escuela tiene nombres propios como el de Ignacio López, nacido en Sevilla y afincado en El Puerto pero con obras atribuidas en Jerez, tales como Mayor Dolor, Piedad y el Duelo, así como los titulares de la Hermandad del Desconsuelo; Diego Roldán, también sevillano instalado en Jerez, nieto de Roldán y sobrino de la Roldana al que se le atribuyen La Esperanza de la Yedra, El Valle junto a La Confortación y el Ángel que la acompaña; Jacome Baccaro, genovés afincado en Jerez, autor documentado de La Flagelación y posible creador del Señor del Consuelo; y por último el gran referente local: Francisco Camacho, nacido en Jerez en el barrio de Santiago y con taller en la calle Guadalete. Tiene cuatro autorías ciertas, mientras que en su haber se acumulan atribuciones como la del Prendimiento, Los Remedios, La Amargura.

"Tenemos la obligación de reivindicar a Camacho pero no dejando de lado al resto de autores. Pese a que no hay mucha información de este autor en cuanto a atribuciones u obras firmadas, no le tiene que envidiar nada a ningún escultor del barroco", afirma el investigador, recalcando que "debemos ser conscientes de que tenemos en Jerez una magnífica escuela, dependiente de la sevillana, pero con personalidad propia y detalles en su creatividad". En este aspecto abunda en el 'gusto' local a la hora de cerrar los encargos con rasgos comunes como los dientes de nácar en la Yedra, que también se repite en los Remedios, "pese a ser de autores diferentes".

Otro detalle es la tonalidad del pelo; estos elementos y otros se repiten en trabajos de estos autores, lo que pone de manifiesto una tendencia en el contexto cultural del Jerez del siglo XVIII. Evaluando lo visto hasta ahora, se subrayan conclusiones que descubren las formas, estilos y la capacidad de sublimar del autor. Así, nos encontramos con la perfección técnica de la Virgen de los Remedios, "que es un prodigio técnico; está viva", en contraste con La Esperanza: "es muy intensa, muy doliente. Sin embargo al devoto le produce el mismo efecto que los Remedios".

Son lenguajes diferentes pero el propósito lo consiguen: conmover al fiel. Por hacer un símil, se podría parangonar con los nazarenos de Pasión y Gran Poder: Montañés y Mesa, respectivamente, tan geniales y tan distintos. En definitiva se alcanza el fin de una imagen de la Virgen o de Cristo, "hacernos pensar y sentir, es la función del arte en general, estimular nuestra fe, la de estas esculturas".

El trabajo de Gallardo y Pérez, basado siempre en las conclusiones del análisis de los investigadores locales antes mencionados, ofrece datos como que en cuatro hermandades se concentran las obras de Camacho: Prendimiento, Cristo de Amor, Amargura, Oración en el Huerto; otra, la del Desconsuelo, tiene a sus titulares del mismo autor, Ignacio López, y sobresalen por su calidad el Niño Jesús de El Huerto, atribuido a Baccaro, y el San Vicente Ferrer, de la misma cofradía, adjudicada a Camacho, sobre la que no dudan en afirmar que "es de lo mejor de la escultura barroca española".

Esta es, a grandes rasgos, la riqueza del patrimonio imaginero jerezano, una realidad basada en nombres propios que alejan mitos y leyendas gracias al trabajo de investigadores cuyo afán es reivindicar la exuberancia creativa y excelente de un puñado de artistas, que se conocen, pero lo expertos señalan que aún hay más espacio para fascinarnos de lo que fue esa 'escuela jerezana' de grandes imagineros que esparcieron su talento por la comarca, más allá de ella e incluso, quién sabe, si más lejos.

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