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El manto de la Esperanza

  • Una de las piezas de bordados más bellas del pasado siglo la pasea, cada madrugada del Viernes Santo, María Santísima de la Esperanza

Detalle de las calles del magnífico manto bordado por Guillermo Carrasquilla para la Esperanza de San Francisco.

Detalle de las calles del magnífico manto bordado por Guillermo Carrasquilla para la Esperanza de San Francisco. / vanesa lobo

No pasa de puntillas. Hay que buscarlo y quien cada año quiere deleitarse con él tiene tiempo más que suficiente. Es una de las piezas más importantes de bordados que se pasea por nuestra Semana Santa y lo encontramos en uno de los palios más hermosos y singulares de la ciudad.

Se trata del manto de María Santísima de la Esperanza de la hermandad de las Cinco Llagas. Cada 'Noche de Jesús', esta joya andante sale del real convento de San Francisco para iluminar con su belleza la noche donde se celebra la Pasión y Muerte del Señor. Pero la Santísima Virgen parece traer entre sus finas manos, en el semblante de su rostro de nácar, la Esperanza de una Resurrección que remide al género humano.

Habría que remontarse al final de la década de los cincuenta para situar este manto de María Santísima de la Esperanza. Por aquel entonces, entre los cofrades fundadores de la hermandad franciscana, bullía la idea de ir acabando ese palio que tan fino y elegante les estaba saliendo. Contaba con la orfebrería de Manuel Seco Velasco y la dirección en los bordados de Guillermo Carrasquilla Perea, quien toma el relevo de su padre, Guillermo Carrasquilla Rodríguez pocos años antes de que los cofrades de las Llagas llegaran al taller sevillano con la vista puesta en el manto de su Virgen.

Era el año 1959 cuando cofrades de la talla de Martínez Arce, Enrique Fernández de Bobadilla o Manuel Ataya, entre otros, refundadores todos ellos veinte años antes de la cofradía de las Cinco Llagas, trasladaron al cabildo de hermanos la necesidad de ir rematando el palio de la Señora. Para aquel entonces, las caídas y el palio ya estaban bordados. Y a pesar de tener todavía un tercio del coste del palio pendiente de pago, estos ambiciosos cofrades decidieron seguir adelante con el ambicioso proyecto del manto. Con el beneplácito de la asamblea, el 27 de marzo de 1960 se firma contrato con Carrasquilla para comenzar con las primeras puntadas. El presupuesto final de esta joya fue de 650.000 de las antiguas pesetas y firma el maestro bordador con Fernández de Bobadilla que por aquel entonces ostentaba el cargo de hermano mayor.

Tras algunas revisiones durante este año del ritmo de los trabajos, un año después, el 11 de marzo de 1961, Carrasquilla se compromete con la hermandad de las Cinco Llagas a que esté acabado en el año 1962.

Y así fue. Un año más tarde, con la presencia del obispo auxiliar, monseñor Cirarda Lachiondo, en la iglesia conventual de San Francisco, fue bendecida esta inigualable pieza de bordado para que la Santísima Virgen luciera días más tarde. Era el 15 de marzo de 1962 cuando en dicha bendición, el obispo Cirarda afirmara que "el oro fino que hace filigranas en este magnífico manto es el signo de amor de la Santísima Virgen". El palio salió desde la capilla del Voto para llegar al pie del altar de San Francisco donde el obispo auxiliar bendeciría el manto.

Cuenta la historia que Carrasquilla veía el diseño de este manto marcado en el techo de su dormitorio cuando aceptó el diseño del manto que fue su primera gran obra como encargado del taller que heredara de su padre. Siempre afirmó que se trató de "una de las más bellas obras que he concebido como bordador".

El manto es una magnífica recreación de motivos florales que se abren de un dibujo central donde se puede leer la letanía de "Spes Nostra" y que va desarrollándose hasta llegar a los extremos del manto. Por la parte superior, destacar sorprendentemente cómo resuelve el bordador el dibujo acabando en forma de tres picos a modo de cuchillos que finalizan justo en la zona donde se coloca la corona. Donde hay un canelón hay un equilibro. Y esta diseñado para las calles que forma el ahuecador. Desde hace ya décadas, con buen criterio, los cofrades de las Cinco Llagas decidieron prescindir de la toca de sobremanto para dejar a la vista esta maravillosa terminación que, de otra manera, iría tapada.

El dominio estilístico del bordado, los ricos y los originales motivos que se desarrollan en la obra son las características más importantes de esta maravilla de manto.

El manto está realizado en terciopelo de Lyon verde de primera calidad. La conjugación del verde de este manto con las caídas y techo de color burdeos conforman un tono general magnífico. Y si se señala la orfebrería de Seco Velasco que combina a la perfección el dorado con la plata el resultado no puede ser más original y magnífico.

Actualmente, el manto se encuentra en unas condiciones que obliga a la hermandad a un corto plazo de tiempo a plantearse una restauración. El paso del tiempo ha dejado huella en esta pieza. Sin embargo, los altos costes para la recuperación del mismo es un problema para la junta de gobierno y una preocupación para los hermanos. Rafael Cordero Jaén, hermano mayor de la corporación, señala que "lo cuidamos como oro en paño. Como lo que es. Le damos el más trato más cuidadoso y lo movemos lo mínimo porque sabemos que sufre con cada movimiento que se le dé. En el anhelo de la hermandad está también el ir recuperando el rico patrimonio que tenemos y por supuesto la restauración de esta obra inigualable".

El manto de María Santísima de la Esperanza es otra de las piezas que forman parte de esas joyas de la Semana Santa jerezana. Se pasea cada madrugada del Viernes Santo por las calles de Jerez. Y da tiempo de contemplarlo y disfrutarlo. No se trata de una hermandad que pase de puntillas. Tan sólo hay que tener el interés mínimo para acudir a la calle Santa María -por poner un ejemplo- y contemplarlo en todo su esplendor cuando la cofradía hace su salida y la Santísima deja un halo de Esperanza por las calles de Jerez.

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