Historia

“Si de algo pequé fue de ser demasiado condescendiente, por eso me traicionaron”

  • Con motivo del VIII centenario del nacimiento de Alfonso X 'El Sabio' en 2021 y que el Ayuntamiento va a celebrar con un programa de actos, reproducimos aquí parte de una ‘entrevista’ realizada a Alfonso X ‘El Sabio’, publicada en este Diario el 9 de febrero de 2014, en el 750 aniversario de la entrada en Jerez

Alfonso X 'El Sabio' 'posa' para la entrevista en el Alcázar.

Alfonso X 'El Sabio' 'posa' para la entrevista en el Alcázar. / Miguel Ángel González (Jerez)

Un hombre que amaba la literatura, un tipo de ciencias que mandó traducir por musulmanes y judíos libros “lejanos”, “ya que utilicé a todo aquel que supiera árabe para que trasladara al castellano e incluso al latín”. Obras que encontraron difusión por toda Europa. También ordenó escribir libros “magníficos, con miniaturas preciosas”. De ahí eso de ‘El Sabio’, algo que le halaga muchísimo. “Porque intenté saber muchas cosas y pregunté otras tantas. Y leí mucho”. Alfonso X (Toledo, 1221 - Sevilla, 1284), un hombre de buen carácter, “porque dicen que los poetas son malos políticos. Yo fui político en lo que cabe”. Conquistador de Jerez, rey de Castilla y de León. Un histórico a quien le gusta llamar las cosas por su nombre: “nada de incorporación, aquello fue una conquista”. Los historiadores Manuel González Jiménez y Miguel Ángel Borrego hacen de transcriptores al castellano actual de sus respuestas. Con ellas, desmonta mitos y se confiesa. El Rey habla desde las alturas.

-Ya hace más de siete siglos y medio que llegó a estas tierras. ¿Cómo encuentra hoy Jerez?

-Hombre, ya no se parece mucho a lo que conocí. Pero sigue siendo una ciudad grande, quedan restos de la muralla, todavía las iglesias aquella que mandé crear como la del Salvador, las de los cuatro Evangelistas, San Dionisio... Y algunas zonas que eran para pastoreo y ganadería son hoy barriadas o residenciales. Aunque estos cambios los he comprobado en otras conquistas como las de Toledo, donde nací, que ya no es como era en 1075, cuando un bisabuelo mío, Alfonso VI, la ocupó. Y ya tiene una catedral que no es la vieja mezquita. Jerez ha cambiado pero me gusta como está porque está llena de gente mía, gente que yo traje de todos los puntos, de toda España e incluso del extranjero.

-¿Cómo estaba la ciudad a su llegada?

-Yo ya conocía muchas ciudades musulmanas, había conquistado toda Murcia. Con mi padre conquisté Jaén, Sevilla... Una ciudad que tenía un aspecto morisco, y no me sorprendió gran cosa y tenía algún problema de salud, como el arroyo que la atravesaba, que estaba muy sucio. Yo no pude acabar con esa suciedad. Tenía ganas de conquistar Jerez, y es que era muy preciada también por los benimerines porque estaba estratégicamente muy bien situada, miraba también al mar.

-¿Se imaginaba entonces que se le recordaría como una figura histórica?

-Yo esperaba que los sitios por donde nosotros habíamos dejado una huella, y por haber conseguido recuperar las tierras que habían sido cristianas y que se integraban dentro de una cultura europea fundamentalmente..., pues sí espera que esto sucediera y así ha sucedido. Aunque nunca se imagina uno hasta qué punto iba a causar sensación.

-Ahora que tiene la palabra, ¿qué falsos mitos de aquella época le gustaría desmontar?

-El mito que me han dicho que todavía persiste en muchos sitios, porque aunque uno esté en la otra vida pues lee libros y periódicos, se desmonta con tan sólo leer el libro que yo escribí que es el de Repartimiento de Jerez. Yo traje sólo 25 familias de musulmanes y ahora van diciendo por ahí que todos los andaluces de hoy descienden de ellos. Y a los que me vi obligado a expulsar, era por las leyes de la época y porque se resistieron y me podían crear problemas militares con la vecindad de Granada y con la de Marruecos. Así que los que dicen aquello es porque no se han leído este libro, ni otros muchos documentos que firmé. Y claro, puede dar la imagen a veces de que éramos enemigos, pero con los musulmanes hubo pactos, hasta que se rompieron. De hecho, uno de mis vasallos, Muhammad I, me traicionó. Fue algo que me sorprendió mucho.

-¿Qué hay de su agria polémica con su hermano Enrique y con su hijo Sancho IV?

-Hombre, es un poco complicado. Yo a mi hijo lo quería, pero también quería a las leyes y tenía la obligación de ceder el reino a mis nietos, los hijos de mi primogénito, el infante don Fernando de la Cerda. Sancho era el segundo y no tenía derechos al trono si yo no se los daba. Lo quise, como quise a todos mis hijos, pero él quería no a su padre, sino al reino. Y con el infante don Enrique..., cosas de hermanos. Yo era un guerrero como todos los hombres de mi época, pero él lo era más que yo. Y ya que no podía ser rey pues quería obtener un enorme señorío, todo el Guadalete... Y eso no lo podía aceptar. Y lo mismo que el acuerdo que llegué con la reina viuda y recuperé Carmona para la corona, que era un señorío suyo que le dio su marido, Fernando III, pues con mi hermano Enrique no tuve esa consideración, y además se había portado muy mal conmigo en algunos momentos, como en el reparto de Sevilla, en el que se opuso a cómo quería yo que Sevilla se repartiera.

-¿Qué piensa de la política de hoy? ¿Había tantos ladrones entonces en el poder?

-Bueno, yo no... Estas cosas..., un rey a veces no se entera de lo que pasa (ríe). Y supongo que la gente siempre tiene una tentación de apoderarse de lo ajeno y en mi época también había gente de esa. Nos referimos a los nobles, que tenían más oportunidades y posiblemente se aprovechaban del dinero público. Yo mandaba a recoger los impuestos y en las manos de alguien se quedarían porque a mí me faltó siempre dinero. Y sí, las corruptelas son un problema hoy de este país.. En mi época las resolvíamos nosotros y al pueblo no le llegaban. Y la verdad, muchos se aprovecharon del pueblo porque era analfabeto.

-¿Por qué llamarlo incorporación cuando en realidad es reconquista?

-O conquista. Eso es una cosa política. Es el nombre que realmente hay que darle. Me han contado que hace unos cuantos años, cuando se celebró una conmemoración parecida en 1998 en Sevilla, los políticos obligaron a poner aquello de la incorporación. Un profesor inglés de la Universidad de Cambridge llamó a mi padre -apodado ‘El Santo’, aunque no sabía hablar pero era muy bueno-, ‘El conquistador de Andalucía’. Así que entonces este investigador dijo que habría que llamarlo ‘El incorporador’. Y me han contado que la gente se echó a reír. Es de broma. Hay que llamar las cosas por su nombre. Y no hay que olvidar que yo utilicé catapultas e ingenios de guerra para entrar en Jerez, por la Puerta de Rota, que se llamaba del Aceituno.

-¿Sabe usted que se perdió el pendón original de la ciudad?

-Eso me han dicho. Yo sé que Carmona aún lo conserva y se conquistó antes, en 1247. Está muy estropeado, como el de Sevilla. Pero, ¿cómo se puede perder? Debía estar en una urna y que no lo cogiera cualquiera. Me temo que estas cosas seguirán pasando. Y aunque yo no lo conocí (el pendón) porque es del siglo posterior, me parecen mal que pasen estas cosas.

-Hay collaciones de entonces como San Mateo que están en un estado lamentable. Parece que la han conquistado recientemente.

-No he paseado por ahí recientemente. Pero en el XIII era una zona rica. Así que es una pena que esté en ese estado hoy.

-Es mejor la vida de hoy que la de antes, ¿verdad?

-Hombree, la vida de ahora porque estoy en el Cielo (risas). Una vida en la que ya no hay guerras, malos, no tengo que matar a ningún pariente. Además, la de ahora es más cómoda porque hay calefacción, Internet, mejores comunicaciones. Tenga en cuenta que yo, por ejemplo, en 1264, cuando la revuelta mudéjar me pilló por sorpresa, viajé al norte a recaudar fondos y los desplazamientos eran larguísimos. A mí, llegar al Alcázar me costó cielo y gloria. Hoy hay un parking.

-Un Alcázar que, a propósito, ¿cómo lo encuentra?

-Bueno, está estupendo, pero en mi época estaba más bonito. Era mi residencia, aunque estaba un poco chamuscada. Pasé una temporada muy larga en Jerez, buena parte de los años 1267 y 1268 porque estaba repoblando no sólo esta ciudad, sino todos los alrededores. Y sobre todo, estaba organizando uno de los pueblos a los que yo más quise, El Puerto de Santa María, donde estaba la imagen de Santa María del Puerto, a la que invoqué en muchas ocasiones y de la que escribí nada menos que 26 cantigas, 26 poemas que, según dicen se conservan. Porque yo mandé escribir un libro precioso, Las cantigas de Santa María.

-¿Ha echado usted un vistazo a los legajos de su época que se conservan en el Archivo Municipal?

-Sí, algún día desde lejos los he observado, incluso algunos han aparecido después de yo haber muerto.

-¿De qué se arrepiente?

-Si de algo pequé fue de ser demasiado condescendiente y por eso me traicionaron tantas personas, una de ellas, mi hijo.

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