Doña Emilia Pardo Bazán y el jerez
El Rebusco
Un vino muy presente en su obra
De la manzanilla al Tío Pepe
EN otras entregas de mis rebuscos he tratado la relación de famosas escritoras con nuestros vinos, todas ellas en el ámbito anglosajón. La más famosa, entre ellas, es Agatha Christie, pero otros nombres destacan en esta relación de aficionadas al sherry, valga como ejemplos: P. D. James, J..K. Rowling, Iris Murdoch, Mary Higgins Clark o Mary Ann Evans (conocida como George Eliot).
En nuestro país la relación es mínima. Tan solo dos nombres destacan, la portuense Cecilia Böhl de Faber, más conocida por su seudónimo de ‘Fernán Caballero’ (1796-1877), y la gallega Emilia Pardo Bazán (1851-1921),
Sobre este asunto que traemos hoy podemos consultar un documentado artículo escrito en el 2004 por Xosé Ramón Barreiro y Patricia Carballal en La Tribuna (Caderno de Estudos da Casa Museo Emilia Pardo Bazán), bajo el título de ‘El vino en la obra de Emilia Pardo Bazán’.
En el apartado dedicado a los vinos españoles los autores que la escritora escribe sobre los andaluces - los de Jerez y Málaga, los de Valdepeñas, los catalanes y, como no, los gallegos, amén de los franceses.
Esto era así en el plano de la ficción, ya que personalmente ella ‘prefería el agua’. Este rechazo era debido a causa de sus dolencias de hígado, lo que la obligaba a pasar largas temporadas en los balnearios.
A pesar de que los autores afirman que Pardo Bazán ‘habla con frecuencia del vino de Jerez’, no entran en pormenores.
Sin embargo, en la mayoría de sus novelas, al igual que en muchos de sus cuentos, el jerez hace acto de presencia; hemos contabilizado medio centenar de menciones al jerez, incluida la manzanilla y el mismo ‘Tío Pepe’ de González Byass.
Llama la atención que en el libro de viaje ‘A la sombra de la torre Eiffel’, donde cuenta su experiencia durante la Exposición Universal de París de 1889 haga este comentario: ‘Francia nos compensa tomando nuestros caldos, desde el añejo Valdepeñas al dorado Jerez’.
Adelantada a su tiempo
La escritora Emilia Pardo Bazán nació en La Coruña en 1851, en el seno de a una familia aristocrática, de la que heredó el título de condesa de Pardo Bazán.
El padre favoreció la vocación literaria de su hija, disponiendo de la amplia biblioteca familiar.
A los dieciséis años se casó con don José Quiroga.
En 1869 la familia se trasladó a Madrid, donde Emilia se inició en la vida social de la capital.
Dos años más tarde viajará a Francia, y allí retomará su interés por la literatura. Aprendió inglés e italiano (ya sabía francés), aficionándose a la literatura europea. En 1873 regresó a España, donde reemprendió su intensa actividad social sin dejar de desarrollar sus intereses literarios. Entró en contacto con el krausismo, una filosofía alemana muy de la época que insistía en el perfeccionamiento del individuo y de la sociedad a través de la educación.
En pleno auge de la novela realista, Pardo Bazán comenzó a interesarse por las obras de sus contemporáneos Valera, Galdós y Pereda.
Publica su primera novela en 1879, ‘Pascual López: autobiografía de un estudiante de medicina’. Durante su estancia en el balneario de Vichy escribió su segunda novela ‘Un viaje de novios’ (1880), ambientada en el mismo.
Su postura crítica ante el fondo filosófico del naturalismo por el determinismo radical de éste fue expuesta en una serie de artículos reunidos bajo el título de ‘La cuestión palpitante’.
Para Pardo Bazán el libre albedrío y la libertad del individuo eran inalienables. Sin embargo, la autora utilizó algunas de las técnicas literarias naturalistas como la objetividad narrativa y el uso del discurso indirecto libre.
El marido de Pardo Bazán intentó que su mujer abandonara la literatura, lo cual produjo la separación del matrimonio. Doña Emilia se fue a Madrid para dedicarse de lleno a su vocación literaria.
De Madrid viajó a París donde permaneció un año. Allí escribió ‘Los Pazos de Ulloa’ (1886) y, su continuidad, ‘La madre naturaleza’ (1887).
Cuando apareció su novela ‘Insolación’, en 1888, se creó una nueva polémica por la obvia sexualidad de la heroína, seducida por el apuesto gaditano Diego Pacheco.
Doña Emilia continuó desarrollando sus teorías literarias con respecto a otro movimiento literario que se impuso en España: el realismo. Pardo Bazán terminó decantándose por el realismo, creyéndolo ‘una teoría más ancha, completa y perfecta que el naturalismo’.
A sus cuarenta años ya era una escritora famosa, tanto en España como fuera del país.
En 1906 fue nombrada presidenta de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid, la primera mujer en ocupar este cargo. En 1910, fue nombrada consejera de Instrucción Pública y en 1916 recibió el puesto de catedrático de Lenguas Neolatinas de la Universidad de Madrid.
Allí el claustro de profesores y los mismos alumnos que boicotearon sus clases la rechazaron por ser mujer. Además, la Real Academia siempre rechazó su candidatura.
La última narración larga de doña Emilia la tituló ‘Dulce dueño’, publicada en 1911. Emilia Pardo Bazán fue una autora de una extensa y variada obra literaria. Novelista, cuentista, ensayista, crítica literaria y profesora, escribía sobre las ideas más innovadoras de su época.
Fallecería en Madrid en 1921 a los setenta años, de una gripe que se complicó con su diabetes crónica.
De la manzanilla al ‘Tío Pepe’
Al igual que otros escritores de la época - con algunos, como Benito Pérez Galdós o Vicente Blasco Ibáñez, mantuvo relaciones y amistad - Pardo Bazán retratará la sociedad de entre siglos. Un periodo del auge del jerez.
En una docena de sus novelas, y un buen número de cuentos, el jerez será un vino presente en la trama como elemento distintivo de los personajes.
Este hace su aparición en su primera novela ‘Pascual López’ (1879): ‘...Había sacado de la alhacena una botella, un vaso y dos o tres bizcochos, y escanciándome un jerez aromático de color caramelo’.
Lo mismo ocurrirá en ‘Un viaje de novios’ (1881), cuando la joven Lucía: ‘Miró al trasluz el líquido topacio del jerez y cerró los ojos al beber, afirmando que le cosquilleaba en la garganta’.
En la más famosa de sus obras, ‘Los Pazos de Ulloa’, de 1886, dos de las criadas del marqués, Filomena y Sabel, corrían ‘por los salones adelante, llevando y trayendo bandejas con tostado, jerez y bizcochos’.
Y lo mismo en la segunda parte, ‘La madre naturaleza’ (1887), cuando se refiere a los conocimientos del noble: ‘nadie conocía tan perfectamente dos o tres clases de licores y vinos; y así como entendía, fallaba, y que no le viniesen con cigarros de estanco ni con jerez de marcas inferiores’.
‘Insolación’ (1889) es la más representativa para el caso, donde hay una variedad de referencias al jerez, a la manzanilla, al amontillado, y donde encontramos una de las más antigua al ‘Tío Pepe’ de González Byass.
La acción transcurre por esta parte de Andalucía.
Esta fue adaptada al teatro en el 2015, contando con el actor jerezano José Manuel Poga como Diego Pacheco.
Marca que aparece en el cuento ‘Por España’ (1896),cuando la pareja extranjera arriba a Cádiz: ‘Sólo era tolerable el jerez; pero no ciertamente el de la fonda, sino el Tío Pepe expresamente encargado.
En ‘Una cristiana’ (1890), la estructura social de la España del siglo XIX es descrita con naturalismo, a través de un personaje en conflicto con sus presuntos orígenes judíos.
En un momento dado se describe una fiesta flamenca: ‘mientras bailaban las señoritas armose la juerga, y el Jerez corría que era una bendición de Dios’.
El jerez aparece también como condimento. Como reconstituyente con un caldo en ‘Memorias de un solterón’ (1896): ‘Descanse, tome aliento, acepte un caldo, o una copa de jerez’; ‘...denotaba la beneficiosa influencia del caldo y el añejo jerez’.
Lo mismo en ‘Gloriosa viudez’ (1907): ‘...se me presentó trayendo una taza de caldo y una copita de jerez’
En forma de candíé lo vemos en lo que le daba la baronesa a Silvio en ‘La quimera’ (1905): ‘El enfermo movía la cabeza, hacía un mohín de repugnancia a la yema batida con azúcar y Jerez..’.
En otro cuento, ‘El engendro’ (1919), en el menú ofrecido en el hotel durante la fiesta de fin de año: ‘La carne al jerez tenía bastantes trufas’.
La presencia británica vinculada al jerez la vemos en ‘El niño Guzmán’ (1900), personal revisión del tópico romántico del extranjero - aquí expatriado - por caminos de España: ‘A no ser que pertenezcas a esa Colonia recostada de Málaga y Jerez, en que ya hay infusión de sangre británica’.
La cocina española
Doña Emilia tenía fana de exquisita gastrónoma, y fue autora, igualmente, de libros de cocina, a la vez que disfrutaba invitando a sus amigos a su buena mesa, tanto en Meirás como en su casa de Madrid, en el 35 de la calle San Bernardo.
Tanto en ‘La cocina española antigua’, publicado en 1913, como en ‘La cocina española moderna’, de 1917, hay abundantes recetas elaboradas con jerez.
He aquí algunas de ellas: Fondos de alcachofa al jerez, salsa al jerez, cuarto trasero de cordero al jerez, vieras en salda de jerez, pan de hígado al jerez pato con aceitunas, atún a la riberiana, perdices con ostras, gallina ajerezada.
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