Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Maria Callas. Cartas y memorias | Libros

Callas, retrato íntimo

  • Akal publica el más extenso epistolario de Maria Callas en castellano, acompañado de sus breves y fragmentarios intentos de redactar unas memorias

Una de las últimas fotos de Maria Callas junto a Onassis

Una de las últimas fotos de Maria Callas junto a Onassis / Fonds de Dotation Maria Callas

El 22 de abril de 1949 Maria Callas embarca en el Argentina para su primera gran experiencia sudamericana. La tarde antes se ha casado en Verona casi en secreto con Giovanni Battista Meneghini, un industrial 27 años mayor. Tanto durante la travesía como en la estancia en Buenos Aires, que se extiende hasta principios de julio, Callas escribe carta tras carta al esposo contándole detalles de sus actividades y mostrándose tan triste por la lejanía como hondamente enamorada ("Querido, ¿quién se quiere y comprende tanto como nosotros? Esta es mi razón de vivir. Así que cuídate por mí, si no es por ti, porque sin ti viviría sin alma", 7-05-1949; "¡Todo el mundo hablará de nuestro amor como un símbolo!", 14-05-1949). El encantamiento duró más o menos una década. El 31 de julio de 1960, ya separada y anhelando el divorcio que el marido le niega, escribe desde Milán a Matilde Stagnoli, una antigua doncella de su época de Verona: "Por supuesto que es un hombre pequeño, me da pena y lo desprecio por su constante chantaje". Ha pasado el tiempo, se ha cruzado Onassis y Callas ha descubierto que Meneghini ha ido poniendo a su propio nombre todas las pertenencias y ganancias de los años de esplendor de la soprano: "Mi marido se hace pasar por millonario y no tiene ni un centavo. Se ha llevado (por mi amor por la paz) todo lo que yo tenía" (a Herbert Weinstock, un crítico y editor estadounidense amigo, 12-03-1960).

Maria Callas. Cartas y memorias Maria Callas. Cartas y memorias

Maria Callas. Cartas y memorias

Amor y desengaño. Nada que no enseñe la vida a cada paso. Pero en el caso de Callas ayuda a trazar de forma firme su retrato más íntimo, el de una mujer apasionada y ambiciosa en la vida y en el arte, que es el que dibuja su correspondencia, editada ahora por Tom Volf (el cineasta autor en 2017 de la exitosa Maria by Callas) y traducida y publicada en español por Akal. Desde 1946 hasta el mismo año de su muerte (1977), este epistolario (se publican también, como contexto, algunas de las cartas recibidas por la cantante) podría pasar casi como un catálogo de obsesiones, que yo agruparía en cuatro categorías: el amor, el estatus, el dinero y el canto. Sobre todo ello se proyecta una personalidad a ratos insegura, de unos valores sociales más bien chapados a la antigua y dominada por un rasgo de carácter sobresaliente: el orgullo. Un orgullo que para Callas parecía sinónimo de dignidad personal, lo que la llevaba a ser inflexible con lo que consideraba cualquier transgresión de sus sólidos principios morales (que la afectaran a ella, se entiende: así se apartó radicalmente de Onassis nada más conocer la amistad del multimillonario griego con Jackie Kennedy, pero no tuvo empacho en mantener una relación con Giuseppe Di Stefano a principios de los 70, a sabiendas de que su "pobre" mujer no sospechaba nada).

Las difíciles relaciones con su familia (especialmente, su madre y su hermana), los conflictos e intrigas con gestores, colegas y críticos, sus pleitos (antes del del divorcio, el que tuvo con Eddie Bagarozy, su primer mánager, quien quiso aprovecharse económicamente de su éxito, que ella negaba deberle), su devoción por dos artistas con los que sí se sentía en deuda (Elvira de Hidalgo, su profesora, que la orientó hacia el belcanto, y Tullio Serafin, el director que le enseñó todos los secretos de las escenas), sus dietas, enfermedades y accidentes, sus fobias y sus gustos (habitualmente, caros), su forma de entender la amistad y las relaciones sociales, sus preocupaciones domésticas pasan por estas cartas combinadas con la defensa a ultranza de su honor contra chismorreos de toda naturaleza y diversas consideraciones sobre su corta, pero espectacular carrera artística.

Como Norma (París, 1965) Como Norma (París, 1965)

Como Norma (París, 1965)

El epistolario muestra también cómo algunas amistades se rompieron (aparte Bagarozy, la de John Ardoin, uno de los críticos que más hizo por su nombre en Estados Unidos) o quedaron muy dañadas (la de Lawrence Kelly, director primero de la Ópera de Chicago y luego de la de Dallas, uno de los principales soportes de la cantante en su país natal) y la perseverancia sobre todo de dos nombres, que aparecen al principio y al final: uno es el de Elvira de Hidalgo, profesora, amiga y consejera; otro, el de su padrino, Leonidas Lantzounis, en el que se apoyó para lo pequeño y para lo grave.

Las cartas se acompañan de dos modestos intentos memorialísticos, el primero dictado entre finales de 1956 y principios del año siguiente con la intención de contrarrestar la fama de diva caprichosa y conflictiva que había empezado a ganarse; el segundo ya en 1977, algo más corto (23 páginas, por 35 del anterior), pero acaso de más interés, pues aparte de hablar de su familia, su relación con Onassis y los principios de su arte, comenta los principales roles de su carrera. Como epílogo, Tom Volf coloca el famoso diagnóstico que en 1958 el crítico Teodoro Celli hizo de la voz de Callas, un ensayo en el que la conecta con dos grandes divas del siglo XIX, María Malibran y Giuditta Pasta

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios