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La beca Avigdor Arikha para el pintor Eduardo Millán

Diario De las artes

La beca Avigdor Arikha para el pintor Eduardo Millán
Bernardo Palomo

30 de junio 2018 - 09:53

Uno de los grandes pintores tradicionalmente ligados a la prestigiosa galería Marlborough fue el pintor rumano-israelí AVIGDOR ARIKHA, fallecido hace ahora ocho años. De las primeras exposiciones que este que esto les escribe contempló en la galería, por aquel entonces, recién abierta en la calle Orfila de Madrid, fue precisamente de este artista. Tras su muerte se creó, en su memoria, la Beca que lleva su nombre para artistas de residencia en la Escuela de Arte JSS ( Jerusalem Studio School ); prestigioso centro artístico dirigido por Israel Hershberg, un importantísimo pintor que trabaja habitualmente con la galería Marlborough de Nueva York.

Eduardo Millán sigue su meteórica ascensión en este difícil universo gracias a las incontestables posiciones artísticas donde se encuentra y que lo han convertido en uno de los artistas de media carrera más a tener en cuenta. Su determinante trabajo en torno a la pintura realista han elevado a las máximas alturas de esta tendencia figurativa una obra consciente, racional, minuciosa y llena del más absoluto sentido. Esta trascendente manifestación pictórica que se ha traducido en los más significativos reconocimientos y en los Premios más importantes de España, no ha pasado desapercibida para la Avigdor Arikha Memorial y le ha concedido al artista jerezano su beca para la estancia en Civitta Castellana, una ciudad a 40 kilómetros de Roma. El centro de arte romano es un espacio de encuentro de artistas que, además, del trabajo permite la relación con un entorno motivador y con unos creadores privilegiados llegados de todo el mundo.

El pintor de Jerez, que ya ha gozado de varias meritorias estancias en cursos impartidos por lo más excelso de la figuración y a quien Antonio López considera uno de los mejores pintores realistas de la actualidad, llega hasta la ciudad italiana en un momento de especial trascendencia en su carrera. Ha superado los ímpetus del principio, afianzando y definiendo su línea creativa, asumiendo su suprema capacidad pictórica, alejándose de modelos que, si bien en los inicios le abrieron caminos y le enseñaron a saber cómo afrontar su poderosa realidad plástica, ya sólo le pueden ofrecer su absoluto reconocimiento de pintor con mayúsculas y perfectamente asentado en los medios de un realismo que él domina como nadie.

Eduardo Millán sabe muy bien a qué atenerse, domina el medio y se atreve, con seguridad, convicción y entusiasmo, a abrir rutas particulares por donde pueda circular un nuevo realismo poseído del mayor criterio artístico. Porque la obra de este artista no es el realismo epidérmico y fotográfico que cautiva la mirada de los que poco esperan; es infinitamente más. Sustrae a la realidad su esencia, su máxima pureza, delimita lo sumamente expresivo que potencia lo que lo real ilustra de lo que contamina la representación con sus episodios demasiados imitativos. En su pintura hay asepsia de laboratorio, ausencia de contaminación desvirtuante, mínimas alteraciones estructurales que magnifican lo representado y conceden veracidad a lo que la mirada ilustra. Es autor de una pintura trascendente, bella para la unánime contemplación y culta para el ojo privilegiado.

Una beca como la que se le ha concedido al artista jerezano no sólo no nos extraña sino que nos parece lo más normal para un pintor merecedor de lo mayor y de lo mejor. Su presencia italiana en los espacios que recuerdan al gran Avigdor Arikha es justo reconocimiento a un artista que es absoluta realidad y garante seguro de un arte en abierta proyección.

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