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54 Fiesta de la Bulería

Marcando el paso

  • El baile más novel se hace notar en el espectáculo 'Jerez bailaora', una propuesta bien trabajada y donde las nuevas generaciones exhiben maneras

Estampa con la que finalizó el espectáculo.

Estampa con la que finalizó el espectáculo. / Manuel Aranda

La segunda cita en el calendario de esta 54 edición de la Fiesta de la Bulería congregó en los Jardines de la Atalaya a un grupo de jóvenes artistas a los que, por encima de todo, habría que felicitarles por su dedicación y entusiasmo por poner en escena una propuesta entretenida y que, de alguna forma, reivindica que las nuevas generaciones del flamenco no han perdido el hilo.

Su alma-mater, la bailora María José Franco, se preocupó de que todo fluyera con naturalidad, cuidando al máximo los detalles, desde las transiciones entre acto y acto hasta el vestuario, sin olvidarnos de la música, que estuvo a la altura de las circunstancias con un elenco curtido y donde cante y guitarra no hicieron sino complementar la propuesta.

A este ‘Jerez bailaora’, que ha contado con el apoyo de El Tabanco El Pasaje, no faltó de nada, pues a lo largo de la hora y media de duración se alternaron bailes en solitario con coreografías corales y hasta paso a dos, rematado, como mandan los cánones, con un fin de fiesta en el que los más pequeños hicieron las delicias del público gracias a su desparpajo y atrevimiento.

Andrea Tomás, Eugenia Jiménez, Nerea Domínguez y Salomé Ramírez componían la base de este montaje en el que todas tuvieron ocasión para reivindicar su baile. Su carta de presentación fue por seguiriyas.

Andrea, una bailaora muy estética y de grandes condiciones, sobresalió por tarantos, con buen manejo del cuerpo, mientras que Nerea, de mucho ímpetu, se gustó en la caña y la bulería por soleá, bailes que compartió con Eugenia, de aire más sutil la hora de moverse por el escenario.

Salomé Ramírez, por su parte, cuya presencia en el espectáculo estuvo cogida con alfileres debido a un problema de salud, fue, sin duda de lo más destacado. Quizás también porque sea la que tenía más tablas, la jerezana brilló por alegrías con mantón, marcando los tiempos y dando muestras de sus condiciones con los pies y braceando. El público la despidió con aplausos y Salomé, exhausta, se fundió en un emotivo abrazo con Carmen Grilo, que por cierto, había dado toda una lección de cómo se tiene que cantar pa bailar.

Ya antes Carmen nos había regalado una tanda de fandangos de Huelva exprimiéndose al máximo y ofreciendo esa manera de cantar tan peculiar que tiene.

En el cante no debemos olvidarnos de Manuel Moneo Carrasco, que sigue dando pasos firmes y que junto a Juan de la María formó el atrás, y por supuesto la guitarra de Juan Manuel Moneo, espléndida de principio a fin, tanto al acompañar el cante como al poner la banda sonora al espectáculo.

En medio, Manuel Jiménez y Rocío Carrasco realizaron un coordinado paso a dos por romeras. No fue su única aparición pues ambos formaron también parte de los últimos compases del espectáculo, junto a los más pequeños de la casa: Ana Moneo, Lucía Carretero, Ana García y Moisés de Jesús, que se metieron al público en el bolsillo con su gracia, y donde no faltó la pataíta por bulerías de María José Franco, ni un final a la vieja usanza, con una estampa colectiva que nos recordó a Manuel Morao o Antonio El Pipa.

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