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Cultura

Monólogo, sobre texto de Kafka, defendido por Luisa Martín con profesionalidad

  • Mordaz crítica de la 'irracionalidad' del ser humano

La parodia de la existencia del ser humano tiene sus ventajas e inconvenientes. Con un autor como Kafka en el que las preguntas sobre ella renacen de las cenizas de la civilización y con libretos llenos de inteligencia emocional se ponen las bases de una propuesta teatral novedosa y rica en intenciones. Es el universo kafkiano en estilo puro.

Desde el comienzo de la función se quiere implicar al público, con un escenario abierto a modo de escaparate de símbolos darwianos, y a modo de entrega de premios donde el público asistente es parte de la concurrencia presente a los mismos. Los planteamientos iniciales del argumento, envuelven a la obra en el surrealismo. La historia de un simio contada por él mismo desde que fue capturado hasta que recibe el premio a la "racionalización" conseguida, una vez que las funciones principales del ser humano, el lenguaje y la socialización se muestran robadas y adquiridas poco a poco como salida más lógica ante las vejaciones sufridas en su etapa simiesca. El contenido del nudo argumental, una lucha entre la felicidad y libertades afianzadas de los animales y las limitaciones y la búsqueda de la felicidad de los humanos.

A retazos pero con constancia, la puesta en escena abre caminos de huida, sin trazos claros, pero con una búsqueda constante del proceso de imitación y mimetismo de la evolución de la especie, contada desde la perspectiva del chimpancé encarcelado. Desde el mundo de los instintos de la selva, hasta las más actuales técnicas informáticas, con un uso correcto de los audiovisuales en un talk-show paralelo a la del monólogo que cuenta la historia del proceso de adaptación. Dos historias que confluyen en una misma: la de una actriz mostrando su propia evolución, madurando conforme avanza el libreto y haciendo de los gestos, los sonidos guturales y la psicomotricidad simiesca reciclada un reto corporal y personal.

La efectividad visual de la escenografía es estática, las leyes de la naturaleza en sentido estricto, con un uso muy efectista de propuestas de sillones blancos asépticos, focos de luces recortados sobre ellas, y líneas puras en el universo social que se encuentra la protagonista. Por otro lado, la movilidad en el escenario, la conjunción del color negro de su vestuario, otorga mayor elegancia y dramatismo al personaje central de la obra, siempre dominando espacios y centrando la atención. Unas formas martilleantes en la creación del personaje: humor negro, flirteos a la ironía, paroxismos catatónicos musculares, caminos y senderos por las tablas para dar respuestas, formas de pensar en presente y pasado, y en definitiva una continua parafernalia de recursos e imágenes que controlan el "tempo", y que consigue cercanía con el espectador, solo en proscenio, con los pequeños secretos íntimos que no deben ser analizados por los omnipresentes cerebros pensantes que se encuentran a modo de gran hermano por el resto del escenario.

Se abordan las grandes emociones primarias de una manera visceral, pero muy bien apoyadas en gestos y en una comunicación no verbal limpia. La dirección escénica se nota trabajada en la línea de planteamiento de cuestiones. Se ocupa el espacio, se producen transiciones y se remarcan cuestiones básicas de la pertenencia al grupo de actores o al grupo de espectadores, en un intento de hacer valer el personaje central y ofrecer pistas que los asistentes tienen que ir desgranando a lo largo de la obra.

El apoyo en recursos técnicos y visuales y el esfuerzo actoral sacan adelante la propuesta, aun con ciertas sensaciones de haberse quedado corta en el planteamiento de situaciones que aclararan, más en profundidad, las circunstancias mediatas del personaje. El peso de la evolución de la especie planea en todo momento, la obesidad mórbida de los simios, la torpeza lógica de humanos caza recompensas en tierras hostiles, la bipedestación de los humanos, o las incongruencias de la civilización posmoderna. Ese mismo peso se deja sentir en el ritmo, que a veces se torna enlentecido por el texto y parsimonioso en el desenlace. Un ambiente claustrofóbico y agobiante a su vez, de forma consciente, que junto al uso de espacios envolventes logra trasladar, sin nombrarlos, la monstruosidad de la cárcel de la vida en personajes encerrados en sus miserias y en sus niveles de inteligencia. Tanto humanos como prehumanos.

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