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Xlv fiesta de la bulería

El duende no entiende de crisis

  • El Torta, Jesús Méndez y La Macanita sobresalen en una edición de enorme calidad y en la que el público sigue descendiendo · Mercedes Ruiz exhibe su grandeza con un atrás inconmensurable

La cuarenta y cinco edición de la Fiesta de la Bulería bien merecía homenajear a Juan de la Plata, su impulsor y organizador, y una persona con la que Jerez tiene una deuda pendiente. Su convalecencia le impidió acudir a la cita, pero el público, sabedor de la importancia de su figura, supo reconocer con aplausos cuando el presentador de la noche, Pepe Marín, pregonó aquello de "en espíritu y corazón está aquí".

Fueron los prolegómenos de una velada que transcurrió por los cauces esperados, con un descenso de público con respecto al año anterior, aunque con un rendimiento artístico espléndido, ya que casi todos los que el sábado pasaron por el escenario de la Plaza de Toros hicieron que el precio de 20 euros de la entrada valiese la pena. Quizás la excesiva cifra, al menos para los tiempos que corren, fue uno de los pocos lunares de esta edición, pues independientemente de que la cuantía ya estuviese prefijada desde hace meses, bien podrían haberse formulado otras alternativas, como abaratar el precio para el tendido. Lo cierto es que para aquellos que hemos vivido grandes momentos en el coso jerezano, echar la vista atrás y visualizar unas gradas tan desangeladas, traía cierta nostalgia.

Septiembre tras septiembre se le da vueltas a la misma cantinela, es decir, qué hacer con una cita que parece envejecer conforme pasan los años, hasta el punto de 'desangrarse' en cuanto a la presencia de público se refiere. No es cuestión de neveras, lugar ni cartel, pues para el sábado, el Ayuntamiento de Jerez y Arte Sherry, encargados de la puesta en marcha, habían confeccionado un programa realmente atractivo y con dos de los estandartes para este tipo de eventos en Jerez, Capullo y El Torta. Se buscaba atraer gente, pero ni eso. Quizás porque el público se ha cansado de ver y escuchar lo mismo en estos dos clásicos, que acumulan desde 2002 nueve ediciones el primero y seis el segundo, quizás porque la cosa no está para gastar 20 euros por cabeza para ver algo que en unos meses lo puede ver gratis en una peña, o quizás porque de una vez por todas, hay que cambiar el concepto de este festival, pero sin miedo al qué dirán, innovando y buscándole un futuro mejor, que no pasa ni por dinero ni por nombres, la cuestión es mucho más profunda. 

Sea como fuere, a las diez y cuarto de la noche el cuadro 'Jerez por Bulerías' compareció en el escenario en medio de una rigidez total. Se entiende que para abrir boca hay que empezar con un cuadro, pero un cuadro con sentimiento colectivo y que, de una razón u otra, tengan algún tipo de interconexión. De lo contrario, se corre el riesgo de que la apuesta pase a ser fría y sin alma. Desde fuera daba la sensación (aunque no en todos) que cada artista que se ponía ante el micro lo hacía contra su voluntad, cual condenado a su fusilamiento. Aun así, y en medio de un acompañamiento guitarrístico descoordinado, acelerado y que acabó por descontrolar a todo el personal, comprobamos que algunos merecen cuanto menos un protagonismo mayor, como José Méndez, reposando el cante y con un toque caracolero muy fino, y Luis Moneo, con ese aroma clásico que desprende. Del resto, destacar las pinceladas de Juanillorro, Tamara Tañé y Mara Rey, sin olvidar a Pepe de  Joaquina, quizás de los pocos que entendió, con sus cuplés y pataítas, la filosofía de un cuadro.

El aperitivo 'buleaero' dio paso al primer nombre propio de la noche, Jesús Méndez. Radiante como de costumbre, el joven cantaor se personó escoltado por la guitarra de Manuel Valencia, y las palmas de Diego Montoya y Manuel Salado, y dispuesto a hacer raya. Los aires de Cádiz con los que arrancó fueron el prólogo de una actuación en la que consumó lo que ha sido un secreto a voces en los últimos años, su talento innato para el cante.

"Estar en Jerez es estar en Jerez, pero voy a intentar disfrutar con mi gente. Va por Juan de la Plata". Con estas afirmaciones dio paso a su ya habitual soleá de Charamusco, otra demostración de fuerza y frescura, que completó con brillantez bajo el acompañamiento guitarrístico de un gran Manuel Valencia. Seguiriyas de Frijones y Tomás Pavón para entonar la garganta y rematar, de manera limpia y vocalizando, con el cabal de 'el Loco Mateo' que popularizó El Serna.

El cielo, rojo y cubierto, amenazaba lluvia y el termómetro descendía a medida que avanzaba la noche. El clásico 'ali, ali anda' precedió a una tanda de fandangos de corte 'chocolatero' y en la que Jesús le puso el alma. Su poderío es abrumador en este palo hasta el punto de que se permitió el lujo de cantar el tercero de ellos, de Manuel Torre, a pleno pulmón. El público enloqueció y se levantó para agradecer semejante hazaña. Había tocado la fibra y no es fácil.

Sin alardes innecesarios y cantando por derecho se hizo dueño de la plaza con naturalidad. La expectación levantada fue tal que por un momento, y mientras ejecutaba las bulerías postreras, el gentío supo escuchar. Fue el único instante de la noche en la que casi el coso al completo calló (una pena porque cada vez hay menos respeto por los artistas) y sucedió mientras el jerezano acometía unos versos de la zambra 'Cerca de tu pelo' de Caracol, colofón a una actuación completísima y que no dejó a nadie indiferente.

Pero la serenidad ofrecida por el último diamante del cante de Jerez se rompió de inmediato. No era para menos, porque a las tablas había subido Juan Moneo Lara 'El Torta'. El ritmo de la noche se tornó hacia un vértigo total gracias a un Torta locuaz y que irrumpió como una moto. "Este cante se lo dedico al hijo del Barullo, que se casa hoy", dijo, para entonar alegrías con Niño Jero a la sonanta.

Con más fuerza de lo habitual y templando los tercios, prosiguió por soleá interpretando con soltura estilos tan complicados como el de La Roezna, dándole su impronta a la soleá del Alcalá y rematando la faena con un macho valiente y con el que se metió a los más cabales en el bolsillo. Pero para escuchar lo cabal o el cante largo, la Fiesta de la Bulería no es el mejor sitio. La gente quiere movida y Juan, todo un veterano en estas lides, optó por cambiar el discurso y acordarse de aquel 'Pregúntale al sol y al mar', unos tangos para los que contó también con la guitarra de Manuel Jero.

En plena vorágine y con el público entonado, el mejor recurso para seguir la misma línea eran los tangos a Luis de la Pica (Viaje al cielo). Cada cambio de palo era un motivo para que Juan entablase un monólogo ante el público, que disfrutaba y reía con sus ocurrencias. "El cante es dolor pero si no cantas no te calmas", "no quiero ninguna cámara que tengo que dar de comer a mi niño y comprarle leche" o "¿qué queréis, tangos, rumbas, bulerías o que baile ye-ye?", relataba entre el clamor popular.

Se le veía a gusto y dispuesto a estar el tiempo que hiciera falta cantando, porque además su motor diesel estaba a pleno rendimiento. Recordó entonces aquel 'Solo, siempre voy solo', el 'Abrázame'  y aquella histórica 'Heroína', eso sí, con un toque más actual pues cambiaba algunas letras, como 'ya no estoy tirado en la calle/en los bares y las esquinas/cambio la vida por la muerte/ por la maldita heroína', por algo así como 'ya no estoy tirado en la calle/en los bares y las esquinas/estoy a gustito con mi niño/con mi niño en la piscina'. Su visceralidad y ese ápice salvaje de su cante contribuyeron a generar un clima de euforia colectiva, que culminó con una pataíta 'sui generis' que acabó por rematar la faena.

De la espontaneidad de El Torta se pasó, tras el intermedio, a un registro organizado y estructurado, pues desde el movimiento de cada cantaor hasta el mismo sonido estaba perfectamente orquestado. Era Mercedes Ruiz y su compañía, un colectivo que enorgullece a la profesión. El leve roce del bordón de la guitarra de Santiago Lara sirvió para consumar el cambio. Precisamente, fue el tocaor jerezano el encargado de introducir el baile por seguiriyas de su compañera sentimental con esa grandeza que le caracteriza. De negro y bata de cola, Mercedes asomó por el lateral izquierdo del escenario con semblante serio y cabeza erguida.

Se hacía raro contemplarla en un enclave tan distinto a su hábitat más usual de un tiempo a esta parte, el teatro. No obstante, nunca perdió la línea establecida, y arropada por un atrás arrollador fue ganando terreno a la distancia que separaba al público y al artista, una distancia que le costó pasar (quizás por ese cambio de ambiente y escena resaltado antes) pero que finalmente supo acortar hasta ganarse el aplauso generalizado y la ovación atronadora.

La entereza de David Carpio por seguiriyas es cada vez más llamativa. Ha superado esa fase de transición que todo cantaor debe pasar y ahora está cada vez más asentado, con un quejío que por momentos se convierte en lamento. Su 'morirme quisiera' resquebrajó la plaza, como también lo hizo David Lagos al rebuscarse con letras de Manuel Torre. El cante cobraba protagonismo mientras la tempestad denominada Mercedes Ruiz comenzaba a adueñarse de las tablas. Impecable braceo, pura estampa, esta musa jerezana del baile es otro ejemplo de madurez artística pues tanto en la seguiriya como en la bulería por soleá rematada por fiestas, (donde los 'Daviles', cada uno a su forma, y las guitarras de Santiago y Paco Lara, entonaron sones de muchísima consistencia), estableció sus propias leyes.

Eran ya las dos de la mañana cuando Tomasa 'La Macanita', con la guitarra de Manuel Valencia, pasearon sones de tientos-tangos por el ambiente. La Macana, elegante y cuidando al máximo su vestuario (algo inherente a su personalidad cuando sube a un escenario), tenía ganas de desfogarse tras seis años de ausencia en La Bulería. Sus facultades y su personalísima voz rajá le permiten adaptar cualquier letra, hasta una zambra, por tientos, y rematar de forma versátil por tangos,  siempre respaldada por una guitarra que mezcla contemporaneidad con clasicismo. Perfecta.

'El corazón tras la puerta', de su disco Luna de Tomasa, dio continuidad a su actuación, "para ir calentando un poquito la cosita". Menos cómoda que en otras ocasiones, en parte porque a Manuel le costó seguirle el ritmo, la cantaora jerezana cambió de tercio para discurrir por otro de sus palos preferidos, la bulería por soleá, donde caminó con una solemnidad terrible, sobre todo cuando ejecuta las variantes de la Serneta o Juaniquí, sin duda, unas de sus especialidades.

Con el pulso cogido decidió adentrarse en la malagueña. Hizo dos letras, las dos del Mellizo, perfectamente acompañada por la sonanta de Manuel, y arriesgando más en la segunda que en la primera. Su siguiente estación no tenía dudas, bulerías. En pie, Tomasa desplegó entonces su variado repertorio, ese que enamora a cualquiera porque su garganta es única. Sin embargo, abusó en exceso del cante sin micro y los replantes, restando méritos a los que pudo ser una noche completa, tanto en las bulerías como en el tema final que interpretó ('Volver a verte', de su último disco) y que dedicó a Moraíto y Fernando Terremoto. 

El nivel había sido altísimo hasta entonces. Sólo quedaba Capullo, qué mejor colofón para romper el tiesto y dar por zanjada una Fiesta de la Bulería de gran calidad. Pero no, y es que nadie contaba con que el cantaor jerezano compareciese rozado hasta más no poder, desvirtuando su actuación, pese a que le puso toda el alma y ganas que tenía dentro. "Vengo un poquito cogío", dijo.

El de la Asunción no fue ni de lejos lo que nos tiene acostumbrados, y sin demasiadas opciones para aliviar su 'castigada' garganta tiró por la calle de enmedio. Fue el que menos tiempo estuvo sobre el escenario, menos de media hora. Eran casi las tres de la mañana y el público aún esperaba cualquier resquicio de talento del 'Capu' para reengancharse a la 'juerga'.

Tras unas leves bulerías por soleá que apenas duraron 4 minutos, el jerezano recurrió a sus pegadizos tangos, bien cubiertos por Manuel Jero y Niño Jero, que animaron a un público que cantaba al unísono sus letras, pero sin terminar de conectar con el artista. Lo mismo sucedió por bulerías, es decir, un querer y no poder pese a que el artista lo dio todo. Una pena.

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