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Cultura

92 mecenas para tantos momentos...

  • La sala Pescadería Vieja inaugura una exposición retrospectiva de Hernández-Rubio

"Abuelo, hoy vas a pasar un gran día". Mercedes, la nieta del arquitecto y fotógrafo jerezano Francisco Hernández-Rubio se para en cada uno de los paneles de la sala Pescadería Vieja para mirar con detenimiento, y con cierta nostalgia, las imágenes del pasado de la familia. Las fotos que su abuelo hacía a sus propias obras, los retratos de familia en la playa, de excursión..., los momentos ya imborrables de la burguesía jerezana. Instantáneas de entresiglos, finales del XIX y principios del XX. Un total de 82 fotografías de antaño de un artista adelantado a su época, un hombre de ideología conservadora, pero de un espíritu innovador que es merecedor de casi tres años de trabajo, recopilación de imágenes, búsqueda de coleccionistas, viajes, contactos, llamadas, limpieza de marcos, y la respuesta afirmativa de 92 mecenas que han querido apoyar la iniciativa de Adrián Fatou, también fotógrafo jerezano, que recoge desde ayer en este espacio de la ciudad, una muestra, 'Arquitectura de una mirada', de parte de la obra fotográfica de Hernández-Rubio. "Estoy muy emocionada porque no me esperaba este tinglao. Y ha sido una maravilla. Creo que mi abuelo se sentiría encantado de esta exposición, primero por el día tan maravilloso que hace, y segundo porque aunque tenía su genio, estaría muy feliz y satisfecho de Fatou", aseguró emocionada Mercedes Hernández-Rubio, en una inauguración en la que el comisario de la cita estuvo acompañado por cientos de amigos y mecenas, el coleccionista Mario Fernández Albarés, el delegado de Turismo, Cultura y Fiestas, Antonio Real; y representantes de Cadimar, firma patrocinadora en parte del catálogo de la muestra.

Adrián Fatou, visiblemente emocionado, destacó que no tenía "palabras suficiente de agradecimiento para todas las personas y entidades que han hecho posible este proyecto. La fuerza para este trabajo me la ha dado cada mecenas, que han sido una inyección de ánimo". También destacó la labor de su familia, "que ha adoptado como uno más en casa tantos marcos y cajas. Y a mi madre, que ha limpiado todos los cristales de los marcos de la sala". A lo que la responsable respondió feliz, con una flor entre las manos: "qué te puedo decir de él, ¡si es que es mi hijo!". Muchas emociones en una sala que en pocas ocasiones se ha visto tan arropada de público. Y tan repleta de obras, cada una de ellas con una historia, desde los primeros coches en la ciudad, el paso de mujeres por una pasarela de un barco, la bajada de un tren, los templetes del González Hontoria, los baños en el Guadalete, la familia rural, un barco velero encallado, un submarino...

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