España está pasando por uno de los momentos más vergonzosos de su historia - y, desgraciadamente, han sido muchos -. La Política en mayúsculas que es un concepto bueno y con una dimensión social necesaria está, sin embargo, siendo menoscabada, incluso yo diría que embadurnada de podredumbre, por unos políticos nefastos que sólo buscan conseguir su personal afianzamiento en el poder. No buscan nada más que lo suyo, mantenerse en lo más alto; en definitiva, mantenerse impunemente en un poder que, ni siquiera les ha dado las elecciones. Lo demás, no interesa.

Lo estamos contemplando con vergüenza; la que nosotros tenemos, porque la que tienen ellos, con el principal a la cabeza, no existe y sólo prevalece la mentira, el cinismo y la indignidad. Pobre España con semejantes especímenes gobernándola. El otro día, cuando la reunión con el Fugado para hacerle la gran pelota con objeto de que conceda la necesaria prebenda para que el Baranda siga manteniendo su máxima potestad, se consumó la total ignominia. El habitante de Waterloo recibió como un ‘napoleoncete’ de pacotilla a una especie de patético súbdito implorante que pedía esa esquiva limosnita para su señor. Lo recibió como dueño poderoso de todo el cotarro político y, además, lo hizo en un salón decorado -o lo que sea- a propósito y a su gusto -o lo que tenga-. ¡Vaya tela la decoración del espacio!

Es verdad que el cuadro que presidía la estancia estaba escogido para dar una bofetada al demandante pedigüeño, al que lo enviaba y, lo que es peor, a toda España. El cuadrito de marras respondía a ese mal gusto que impera en esta sociedad que quiere y fomenta esos políticos ágrafos, patéticos y vergonzantes que nos han gobernado y que quieren seguir haciéndolo a costa de cualquier cosa. Un cuadro feo, farragoso, mal construido, irrisorio y provocador. ¡De pena y de vergüenza!. Como el cuadrito indignante mandado poner por alguien que, si Dios no lo remedia, va a tener mucho que decir en esta España más que doliente.