Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Línea de fondo

Santiago Cordero

Santiago.cordero@jerez.es

Lágrimas de cocodrilo

Cuando la vida carece de sentido

El realizador del programa pedía al operador de cámara un primer plano del periodista. En medio de una pandemia mundial, donde los muertos se cuentan por miles, cuando no puedes imaginar que la vida te pueda deparar algo peor aún, sucedió. El periodista, con el corazón hecho jirones, porque lo sucedido no solo era algo infinitamente más grave que lo del Covid, sino que afectaba a su propia existencia, tenía los ojos brillantes, las lágrimas a punto  de estallar y convertirse en ríos caudalosos.

Fueron unos segundos, el plano corto, el dolor en el rostro, se notaba como tragaba saliva, pero era periodista y debía hacer de tripas corazón e informar a la audiencia. Cuan lejos quedaba las tragedias de Lampedusa o  los campos de inmigrantes de Grecia.

Ni tan siquiera los miles de muertos por el virus de la corina, disculpen, el coronavirus quiero decir. El fin del mundo, el apocalipsis acababa de empezar y el epicentro estaba en la ciudad del periodista. Barcelona.

Fueron unos segundos, pero pareció una eternidad, al menos para mí que estaba viéndolo todo a través del televisor. Yo que durante años estuve en una situación similar al de ese periodista, sufría doblemente. Una porque sabía que algo verdaderamente terrible tenía que haber sucedido, la segunda porque me ponía en la piel de esa persona y notaba su dolor en la boca de mi propio estómago.

Messi. Messi se quiere ir del Barça. ¡Boom! Soltó la bomba el periodista y ahí no pudo más. La humanidad se impuso a la profesionalidad. Fue soltar la noticia y empezar a rodar las lágrimas. Estoy seguro de que con ese primer plano, el dolor, el sufrimiento del periodista y esas lágrimas de cocodrilo, unidas a la gravedad de lo anunciado, estremecieron como poco a media España.

Luego el grupo de periodistas expertos en la cuestión blaugrana fueron desfilando frente al primer plano. Todos, ellos y ellas, horrorizados, henchidos de dolor, suplicaban ante la cámara. ¡Messi no te vayas! ¡Messi quédate! Algunos solo atisbaban a balbucear ¡No Messi, no por favor! Todos tenían claro, porque se les notaba esa fe ciega que suelen caracterizar a todos los creyentes, que Messi estaba sentado frente a su televisor escuchando dichas súplicas. Cada uno y una tuvieron unos segunditos de primer plano, unos aguantaron más o menos, pero al final cayeron. Sí al final ninguno pudo contener las lágrimas de cocodrilo.

Ya no hay plaga, ni pandemia, ni plandemia si eres negacionista, ni pena, ni dolor. Si somos capaces de sobrevivir a esto, solo nos quedará una existencia vacía, cruel, inútil en la que solo tendrá sentido llorar y llorar como un cocodrilo hasta que nos llegue la hora final que nos libere de este mundo.

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