Análisis

Maribel Ortega

El Villamarta, cuna de cantantes

Desde que era niña, mi madre me hablaba del Villamarta, de cuando vino Alfredo Kraus con la compañía de Ases Líricos, de cuando ella cantó allí los papeles protagónicos de algunas zarzuelas en la década de los 60 y de la pena que sintió cuando este se cerró… Pareciera que, por ello, mi vida estuviera abocada a ser lo que soy, cantante lírica profesional desde hace unos 22 años, pero, sin el teatro, mi carrera actual no existiría. Él tuvo mucho que ver en ese cambio de rumbo en mi trayectoria profesional: en la primera edición del Concurso Otoño Lírico Jerezano recibí una bolsa de estudios que me abrió el camino hacia Barcelona y a mis estudios de canto en el Conservatorio del Liceu, así como a diversos premios en concursos de canto y a las oportunidades profesionales.

Pero hay algo más. Desde su reapertura, el Villamarta se ha distinguido por ser un “escaparate” de cantantes que han sido referentes para los que hemos querido dedicarnos a este mundo. Tenerlos tan de cerca hacía menos irreal la posibilidad de ser uno de ellos. Recuerdo una función de La Traviata, producción del propio teatro, donde Violetta era la gran soprano Ángeles Blancas Gulin. Su voz me hizo estremecer en todo momento, y salí transformada de aquella función y agradecida por poder tener acceso a un espectáculo tan maravilloso en mi propia ciudad. Hubiera querido cantar como ella, pero lo veía improbable, sobre todo, porque durante mi adolescencia y primera juventud, no había lírica en la ciudad, no había Teatro Villamarta. La lírica quedaba muy lejos para los jóvenes de nuestra generación.

Otro momento importante para mi -todavía como público, mucho antes de dar el paso definitivo- fue en una representación de la zarzuela Los Gavilanes, donde nuestro embajador lírico por antonomasia, Ismael Jordi, desempeñaba el papel de Gustavo. Después de interpretar la romanza “Flor roja”, emocionada, me dije a mí misma: “Yo quiero estar ahí” y, años más tarde, lo conseguiría. En noviembre de 2009, diez después de esos Gavilanes, debuté en el escenario del Villamarta cantando el complejo papel de Lady Macbeth de Verdi, bajo la batuta de Miquel Ortega y al lado del barítono Carlos Almaguer. Un sueño hecho realidad. Habrían de venir después otros títulos y experiencias no menos importantes. Quiero destacar que en todas ellas sentí siempre el apoyo y el estímulo de la dirección del teatro.

Del Villamarta hay que destacar la relevancia de su coro, que desde su reapertura viene ofreciendo magníficas intervenciones con carácter absolutamente altruista. Por él han pasado grandes voces de la provincia e incluso ha sido el punto de arranque de varias carreras líricas profesionales. Es una herramienta imprescindible para la cantera lírica que existe en Jerez y tiene en él un indiscutido punto de partida, en tanto sus integrantes pueden vivir una primera experiencia semiprofesional junto a solistas de prestigio, y empezar a desarrollar su propia carrera, una oportunidad que, sin el Villamarta, no existiría.

Por esto y por muchas cosas más, es para mi una caja mágica de sueños, de inspiración, de referentes, de oportunidades, de crecimiento, de cultura, de historia y de futuro y para muchos de mis colegas de profesión. El ambiente de trabajo es agradable, acogedor y productivo, desde el equipo directivo y de producción, hasta el personal técnico pasando por sastrería, comunicación o regiduría. No todos los teatros pueden presumir de tener este capital humano al servicio de la cultura en un marco igualmente privilegiado como es la ciudad de Jerez, que, durante las producciones de lírica, se convierte en el hogar de los cantantes que vienen de otros puntos de la península o incluso del mundo.

Como jerezana, me siento orgullosa mi teatro, un referente de la lírica a nivel nacional. Jerez es cultura, el Villamarta es cultura, la lírica es cultura, futuro y proyección de nuestra ciudad en el mundo.

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