El otro día nos enteramos de la felicísima noticia de que el pintor jerezano Antonio Lara había recibido el encargo de pintar la obra que fuese la imagen del Almanaque Maxam, un calendario que, desde 1900, anuncia la fábrica de explosivos que fundara Alfred Nobel en 1872. El almanaque ha sido pintado, todos estos años, por los mejores pintores españoles. Todo un honor para este artista de Jerez que es, ya, un autor grande de la plástica española.

El almanaque de Antonio Lara me sirvió para recordar una palabra que está tan en desuso como el propio almanaque en sí. Pocos almanaques quedan ya. Se van perdiendo como otras tantas cosas que fueron objetos de un pasado que no hace tanto tiempo que dejó de existir. ¿Se acuerdan ustedes de los 'crismas' de Navidad? Hoy son solos piezas de coleccionistas o de nostálgicos impenitentes. Lo mismo que los aguinaldos -"Su cartero le felicita las Pascuas", aparecía en la estampita que, por estas fechas, hacían llegar-. El aguinaldo lo pedían los carteros, los barrenderos, los guardias urbanos, los serenos… ¿Quién se acuerda hoy de los serenos? Uno que tiene muchos años -porque mayor, por estatura, nunca he sido-, apenas los recuerdo de mi infancia en un pueblo de Tarragona. Serían de los últimos.

Muchas cosas se han perdido para no volver nunca más. Objetos entrañables que formaron parte de otro tiempo y eran elementos definitorios de otra época. Ya apenas se ven latas de carne membrillo de Puente Genil; han desaparecido -menos del escaparate de Quevedo- las figuritas del Niño Jesús, quedando reducidas a simples objetos kitsch. Ya sólo son imágenes diluidas en la memoria los recordatorios que se entregaban en los entierros; incluso, se han reducido muchísimo las esquelas y, más todavía, aquellas grandes, hasta de una página que, de vez en cuando, veíamos en los periódicos y que hacían honor a un difunto importante o poderoso.

Hace unos meses me encontré, en la vieja casa familiar de mi pueblo, una cajita de parches para las ruedas de bicicleta y varias latas con fotos antiguas y con botones viejos. Historias entrañables de hombre mayor.

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