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Cuarto de Muestras

Embustes

Con la edad se me ha enriquecido la memoria, el vocabulario y sus matices

Hace mil años mi madre, conocedora de mi debilidad por los diccionarios, me compró el de María Moliner. Tenía por aquel entonces un precio, para su siempre maltrecha economía, carísimo, pero no sé cómo lo hizo, me lo compró. Sí, sí sé cómo lo hizo, como siempre ha hecho cosas imposibles, con ilusión, empeño y haciendo malabarismos con el dinero. Yo no he heredado esa encomiable habilidad y, en eso, salgo a mi padre, el dinero se me escapa entre los dedos porque nunca sé qué es lo importante que es la base de toda economía. Ni gastar ni no gastar, sino saber en qué hay que gastar y en qué no.

Cuento lo del diccionario porque en estos días se dan tantas definiciones del término mentir que me he ido al diccionario de mi madre que es el de María Moliner por lo que acabo de contar, a ver qué si me aclaro algo a estas alturas de la vida. Mi madre, volvemos a su encomiable economía, que ignora la diferencia entre el bruto y el líquido, entre los intereses simples y los compuestos, que no sabe complicarse la vida por complicada que esta esa, diría que mentir es faltar a la verdad. Punto, sin decimales ni adjetivaciones.

María Moliner, más estudiosa y completa que mi madre, pero igual de clara, señala como primera definición: “decir cosas que no son verdad, para engañar”. Y el matiz tiene su miga porque así se entienden todas las coletillas que se añaden a la mentira para negarla. Por eso, existen la mentirijilla, que no llega a engañar a nadie por su insignificancia o las mentiras piadosas que no se usan para engañar sino para evitar el sufrimiento.

Siguiendo con la familia y las mentiras, vivió en casa una tía abuela cuando éramos pequeños a la que le gustaba más hablar de embustes que de mentiras, así, a lo grande. Si alguien decía algo que no era verdad, por nimio que fuera, ella iba y lo llamaba embustero y se quedaba tan pancha. Si tú, por ejemplo, chupabas el suelo a ver si te entraba fiebre para no ir al colegio y decías que estabas mala, ella cortaba el lamento tajante llamándote embustera.

Con la edad se me ha enriquecido la memoria, el vocabulario y sus matices. La educación implica fingir por los demás, es, una mentira social. La vida se convierte de momento un embrollo. Los hay que tienen cuento chino. Existen las engañifas, las patrañas, las calumnias, los engañabobos. La fanfarronería. Y luego existe la política y sus peores ejemplos.

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