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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Florecerán los besos

Este año florecerán los besos, como escribió Miguel Hernández en la poesía cuyo último verso es “dejadme la esperanza”

Noventa y ocho años después del primero, un 18 de diciembre de 1925, y cuatro después del último, siendo sustituidos por la veneración los de 2020, 2021 y 2022 a causa de la pandemia, vuelve el besamanos de la Esperanza Macarena. El único consuelo que tuvimos esos tres años sin beso fue que en el de 2020 su prioste, Miguel Ángel Fernández Almagro, nos diera a la Esperanza como nunca se nos había dado, desnuda de toda escenografía, situada en el centro de la Basílica que llenaba de sí misma, pudiendo rodearla por entero los devotos y demostrándose lo sabido: que, de frente, de perfil y de espalda, más buena moza no cabe, que se basta a sí misma, que el genio de Ojeda fue bordar y diseñar palio, mantos y corona como si nacieran del resplandor de su cara, aureola en la que se multiplica su luz, delicada ráfaga que la reconoce como la única dolorosa de Gloria. Solo otro prioste, Miguel González de la Bandera, la había presentado casi tan desnuda de ornato y vestida solo de sí misma en el besamanos en que la única escenografía fue el tapiz que, tras Ella, hacía refulgir de verde toda la Basílica. Queda testimonio: Emilio Sáenz fotografió, tan admirablemente como solo él sabe hacerlo, ese verde estallido de Esperanza.

Por tratarse de Quien se trata, es importante que regresen los besos. Es la única vez que podemos besar a quienes hemos perdido besando la mano de esta resurrección esculpida que es, como está escrito en su arco, Puerta del Cielo y Esperanza única de los mortales. Solo son tres gestos que duran unos pocos segundos: mirarla a la cara, besar su mano y volver a mirarla mientras nos vamos sin poder arrancar la mirada de Ella. Pero en ellos cabe la eternidad en la que los nuestros viven y a nosotros nos aguarda. Es la única vez que podemos pasar la manita de nuestros hijos y nuestros nietos por su mano confirmando, con la certeza de lo que se ve y se toca, las peticiones del bautismo –“para que este niño, al participar en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, alcance nueva vida y para que a través de una vida santa llegue a la felicidad del reino de los cielos”– fundamentando el sentido y la alegría de su vida en la que esta Virgen será la única luz que permanecerá encendida en los momentos en que todas se apaguen.

Este año florecerán los besos, como escribió Miguel Hernández en la poesía cuyo último verso es “dejadme la esperanza”.

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