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Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Instituciones y arte flamenco frente a un país que hace aguas

Manuel Ríos Ruiz, en la imagen recibiendo la insignia de la Cátedra, escribió el libro ‘Rumbos del cante flamenco’.

Manuel Ríos Ruiz, en la imagen recibiendo la insignia de la Cátedra, escribió el libro ‘Rumbos del cante flamenco’.

Creíamos a pie juntillas que el sanchismo andaba in albis y, al cabo, asó la manteca. ¿El que la sabe las tañe? No precisamente en el caso de nuestro camaleónico presidente del Gobierno. ¿Lo que no va en lágrimas va en suspiros? ¿Donde dije digo, digo Diego? ¿‘De camisa vieja a chaqueta nueva’ como así rezara el título de un exitoso libro -finales de los años 70- de Fernando Vizcaíno Casas pero alterando ahora -y no alternando- sus protagonistas? Hoy España nos hiere como entonces así dolió a Miguel de Unamuno. Como así dolió a Julián Marías. Como así dolió a los hermanos Machado. Como así desangró a los ciudadanos de un mismo país allá cuando la barbarie de la guerra incivil apuntaba a diestro y siniestro, “estragos de tres años de lacerantes enfrentamientos entre españoles”, por usar un entrecomillado del libérrimo libro ‘A sangre y fuego’ -crónicas de una conmoción en paralelo al trayecto de la bala- firmado por Manuel Chaves Nogales. Por cierto: el prólogo del autor de esta esencial propuesta periodística a pie de trinchera -por neutral, por reveladora, por instructiva, por escalofriante reflexión, por testimonio de un sagaz testigo directo- debe formar parte -amén su estilo cervantino- de los contenidos de obligada enseñanza de los españolitos adolescentes -de a pie, de Instagram, de TikTok- de estos tiempos -convulsos, teledirigidos- que corren. Se trata de un canto a la blanca paz y a la estupidez del garrotazo y tentetieso tan de la usanza de quienes habitan la piel del toro.

Las letras no siempre han abogado por el método expeditivo de las armas. Ni incluso cuando libelos y arengas computaban en boga. Traigo a colación dicho introito -a colación y no al pairo- como ejemplo de la peligrosa desmembración del todo por la parte. España puede hacerse añicos. Ojalá desbarre este anuncio. Pero España como problema, a la manera de Laín Entralgo, copa la actualidad. La impotencia de la nación no es una figura retórica. Embrollo del disparate. Al director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, le escuché no ha mucho -en el Hotel Alfonso XIII de Sevilla- una aseveración que no precisa de enmendatio: grosso modo vino a decir que, en esta España nuestra, cuando todo -las estructuras, los valores, el diálogo social- se venga abajo, haga aguas, pinten bastos, entonces -y sólo entonces- nos quedarán las instituciones. Por esta razón el valor de lo institucional supone una tabla salvavidas. Las instituciones están capacitadas para frenar cualquier atisbo de sinrazón. Y las instituciones -a más inri- poseen el don de la conservación, del mantenimiento, de la protección identitaria frente a cualquier anhelo de detritus.

Yo añadiría que, cuando el naufragio nacional sea absoluto, permanecerán en efecto las instituciones -subrayemos las Fundaciones-, pero también el proceso creativo -su libertad- de cualquier manifestación artística. Ningún Goliat podrá despedazar el todo por la parte que genera una obra de arte (sea del género que fuese). Así el flamenco en su entera dimensión. Desde el almíbar de la garganta de Camarón al inconfundible vientre profundo de la guitarra de Paco Cepero. De los hondones de la voz de Francisca Méndez Garrido ‘Paquera de Jerez’ a la flamenquería de Moraíto Chico. Del chiquillo que comienza a cantiñear -y apunta maneras- a la premisa de los cantes antiguos. Ahora que a España no la conocerá ni la madre que la parió, propongo defender a ultranza el flamenco sin intrusismos y sin deconstrucciones. Demos la vez al flamenco, con idéntico imperativo que expresara Friedrich Nietzsche en su obra ‘Así habló Zaratustra’: “Di tu palabra y rómpete”. Rescatemos filmes de referencia flamenca: por ejemplo ‘Duende y misterio del Flamenco’ de Edgar Neville o ‘Los tarantos’ de Rovira Beleta. O, por descontado, ‘Flamenco’ de Carlos Saura. Ninguna de estas cintas precisa de una amnistía para perdurar en el tiempo. O ‘Rosario la Cortijera’, de 1923, con José Buchs y la Argentinita. O la participación de Luis Buñuel en ‘La hija de Juan Simón’ (1935).

Leamos libros sobre el arte flamenco. Digamos ‘Historia social del flamenco’ de Alfredo Grimaldos. ‘Nueva historia del Flamenco’, de Juan Vergillos. ‘Eso no estaba en mi libro de Historia del Flamenco’ de Eduardo Pastor. ‘Rumbos del cante flamenco’ de Manuel Ríos Ruiz. ‘Manuel Soto “Sordera de Jerez”: la elegancia del duende’, de José María Castaño. ‘La saeta, su origen flamenco’ de Juan Salido Freyre... Que el flamenco no pierda su raíz, su pureza, su presente. Indagación y reencuentro. Vuelta a la semilla. Mezcla de culturas. Flamenco universal. Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. España se hace puzzle. España se cae a pedazos. No así las instituciones. No así los géneros culturales. No así el arte. Mañana jueves se celebra el Día Internacional del Flamenco. Soleá y asombro. Inmortalidad de Antonio Mairena: “La tierra con ser la tierra/ se comerá mi dolor,/ yo estuve al pie del almendro/ y no le corté la flor”.

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