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Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez 1980: el Consejo de Hermandades con el obispo don Rafael

Don Rafael Bellido recibe un cáliz y una patena de manos del presidente del Consejo Directivo de la Unión de Hermandades, Juan Huertas.

Don Rafael Bellido recibe un cáliz y una patena de manos del presidente del Consejo Directivo de la Unión de Hermandades, Juan Huertas.

Jerez es un intersticio entre el gélido frío matutino y la luz que aspira a los prefacios de la primavera. La ciudad se deja querer: como pretendiendo escapar de las sombras de lo herrumbroso. Existe como un derramamiento de la hopalanda. Como una diseminación de los pensamientos más pasivos. Como una estampida de aquello que, inerte, sólo otorgue quietud y palidez al lienzo inadvertido de este Jerez antaño propenso a la repetición de sí mismo. Esta luz de enero aclara el sendero de la mano izquierda. Hoy cualquier duda escapa de lo estrictamente irrazonable. Jerez se despereza y despierta. Para achantar otros confusionismos. La personalidad de Jerez se adhiere al dinamismo de una sociedad que por veces más reclama la vorágine de la modernidad. Coincido de pleno con Helena Rivero: Jerez vuelve a estar de moda. Centellean ilusiones entre la procedencia y la precedencia del amanecer. Borges ya nos instó al comienzo -a las demarcaciones de la nueva oportunidad- que nos ofrece el milagro de los primeros claros de cada día del Señor. En aquella ventana una muchacha de espíritu azul perfila el trasvase de su talento artístico sobre un dibujo a plumilla. Se trata de un colibrí hierático, como una bandera alada de la libertad. Hay quien emborrona sus primeros poemas de adolescente ya letraherido, como un sintagma de metáfora y besos robados. Si te fijas en aquel ático, un chiquillo sueña con dominar sus trazas de diseñador gráfico. Posiblemente comprenda que la creatividad es cuestión de insistencia. Y, como dijera Henry Miller, de imaginación, cuya voz siempre suena a renovación y atrevimiento.

Jerez no es poquedad. Sino progreso en una identificación de efecto boomerang. Algo se está cociendo a fuego lento en esta cazuela de plata del presente de indicativo. La juventud no abandona una localidad que reparte suerte (y no precisamente desde el prisma figurado). Jerez está pisando fuerte. Jerez vuelve a identificarse con sus hechos diferenciales. Jerez, además, sabe recordar. Con sus anteojos de alta precisión. Sin desvariar el dato. Esta columna periodística gusta de bucear en el ayer más o menos inmediato. En los recodos de cuanto fue. Un verso del poema ‘Propiedad del prisma’, de José Manuel Caballero Bonald, asegura que “el fulgor del pasado enciende el porvenir”. De ahí que hoy rescatamos de los anaqueles de la memoria una fotografía histórica, cofradiera por lo demás. No siempre una imagen -con su armazón de interpretación visual- vale más que mil palabras. Tampoco a menudo es necesario tirar de la parrafada para explicitar cuanto desvela y revela una prueba documental, un guiño ilustrativo, un flash con nombres propios.

Don Rafael Bellido Caro, nuestro primer obispo, dejó una huella indeleble entre los ciudadanos. Recio, pragmático, hermano. Su espíritu combatiente versus pobreza marcó hitos sin parangón. Como aquella espontánea entrega -ipso facto- de los zapatos propios a quien prácticamente descalzo, a pie desnudo, se cruzó con su impronta de pastor de jerezanos desfavorecidos. Don Rafael fue tan firme en sus convicciones como generoso por largo ante las familias que padecían precariedad económica. En el hambre ajena don Rafael no partía peras: los pobres constituían una prioridad innegociable. Andrés Luis Cañadas escribió una muy completa biografía titulada además con un elocuente entrecomillado: “Dejadme ser obispo a mi manera”. Un parafraseo que no precisa de ninguna apostilla. Sus páginas siguen siendo un testimonio andante. De obligada lectura para los jóvenes jerezanos del siglo XXI.

La fotografía que hoy publicamos tiene fecha exacta: 28 de junio de 1980. En la misma reconocemos a los miembros del Consejo Directivo de la Unión de Hermandades de Jerez haciendo acto de entrega de un cáliz y una patena a don Rafael como primer titular de la diócesis. De izquierda a derecha: Juan González, Manuel Franco, Felipe Morales, Ángel Jorge, José Luis Ferrer, el presidente Juan Huertas, don Rafael, Juan Cervilla, Diego Conde, José Luis Zarzana y José Alfonso Reimóndez ‘Lete’. Algunos de los citados ya disfrutan de la presencia directa del Señor. Todos ellos además han de ser considerados exponentes referenciales del mundo -o submundo, según las calendas- de las cofradías. Este Consejo presidido por Juan Huertas operó las bases de una institución -la Unión de Hermandades- que entonces atravesaba el temporal de un cambio de mentalidad en aquella Andalucía de acusadas transformaciones sociales. Se trata de un Consejo que además supo sostener los años de la Santa Transición sin ninguna clase de injerencia o de movimiento snob que perjudicase o erosionase la pureza intrínseca al conservador ámbito de las Hermandades. Don Rafael siempre estuvo “dispuesto a servir a Dios con alegría. Y ser obispo de todos y para todos, sin ser exclusivo de nada ni de nadie, sí de su Señor Jesús”. Sirvan estas líneas a modo de tributo y reivindicación en aras del beneficiador entendimiento que ha de prevalecer entre el obispo y los cofrades. Y viceversa.

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