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Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez, esperanza y agradecimientos con nombres propios

Antonio Mariscal recibiendo la insignia de honor del Centro de Estudios Históricos Jerezanos.

Antonio Mariscal recibiendo la insignia de honor del Centro de Estudios Históricos Jerezanos.

La esperanza no sabe de embelecos. Ni de burdos embelesos. La esperanza amilana el vasto breviario del embuste. La esperanza observa con ojo avizor al impostor. La esperanza saca lustre al valiente trasplante del talento personal. La esperanza no está tachonada de negruras ni de charcos malolientes. La esperanza es la fina rima de lo esplendente. La esperanza parte y reparte el perfume de la tolerancia, que desprende olor beatífico. La esperanza es unitiva porque a discreción reúne voluntades abiertas en agraz. El apóstol Pablo enseñó: “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4). La esperanza es connatural al ser humano. La esperanza no cultiva los transitivos ni los gerundios. La esperanza posee unos ojos muy redondos -como la geometría del amor, como la O en la advocación de María Santísima-. La esperanza jamás se muestra esquiva y huidiza. La esperanza concibe y concierta los gestos de las nubes, la sinopsis de los quebrantos, el balbuceo líquido de toda bonhomía. La esperanza se codea con los limpios de corazón.

La esperanza no habita en la memoria sino en la inminencia. Porque enseguida toma carta de naturaleza cuando la incertidumbre calza con el vacío. La esperanza conlleva una justicia ya codificada de antemano. Renace como la fragua matemática de la acción directa. La esperanza jamás se derrama sobre la efigie de un prófugo. No sólo nos acompaña sino asimismo nos alienta. La esperanza coloca lunares verdes en el escote de Andalucía. La esperanza posee labios de azúcar, tacto de miel, manos de agua bendita. La esperanza nos lleva en volandas como el niño a la cometa. En su libro ‘Cruzando el umbral de la esperanza’ san Juan Pablo II nos guía por este sendero de expectación consustancial al hombre. La esperanza nos enseña a valorar por anticipado la esencia de nuestras maravillosas pequeñeces, como las palabras de Cicerón: Si apud bibliothecam hortulum habes, nihil deerit. ¿Qué más quieres si tienes una biblioteca que se abre a un pequeño jardín?

El Papa Francisco nos pide que cada uno de nosotros seamos esperanza para el prójimo. A su vez, tras la publicación en 1977 del libro ‘Escatología’, Joseph Ratzinger dedicó un luminoso artículo a la esperanza en 1984, titulado precisamente “Sobre la esperanza”. La esperanza es paredaña a la alegría de vivir. ¿Qué dice la esperanza? Es pregunta que se formula Antonio Machado: “Dice la esperanza: un día / la verás, si bien esperas. / Dice la desesperanza: / sólo tú amargura es ella. / Late, corazón… No todo / se lo ha tragado la tierra”. La esperanza no rehúsa sino propone el agradecimiento. Hoy, día de la Esperanza con mayúsculas. La esperanza, en Jerez, camina por las proximidades de Divina Pastora, por las inmediaciones de la Plaza Esteve, cerca de San Juan de los Caballeros, en dirección a la basílica del Carmen, por el acerado de la Plazuela, por el Polígono de San Benito. Hasta alcanzar las plantas de la Esperanza con mayúsculas. La que veneramos como prodigiosa advocación de la Madre Dios.

Por esta bendita razón hemos de estar alegres, como un cadete enamorado. Porque la esperanza es, ya digo, agradecimiento. Y cada cual hemos de realizar este ejercicio también inclusivo: dar las gracias. En voz alta. Sin titubeos. Comienzo yo mismo…

Gracias a los hermanos de las Cinco Llagas, tan despiertos, por sus fraternales reacciones en cadena. Chapó. Gracias a la Hermandad de las Tres Caídas por el denodado trabajo de su buena gente durante las tres zambombas en pro de las arcas de la cofradía. Gracias a la Hermandad de la Defensión por el magistral acto que nos regaló este pasado jueves, signo de distinción, clasicismo y conocimiento de causa. Y criterio a raudales. Gracias a la alcaldesa de la ciudad, María José García-Pelayo, por su firme pretensión e ímprobo esfuerzo de acudir -y respaldar con su presencia- al máximo número de convocatorias y actos que se celebran en la ciudad. Gracias a la impagable labor de Gemma García Bermúdez al frente de la asociación de Reyes Magos.

Gracias a la Real Academia de San Dionisio, por las muy actuales temáticas de su ciclo de Medicina. Gracias al Centro de Estudios Históricos por conceder su insignia de honor a la periodista Arantxa Cala Hurtado y al investigador y académico Antonio Mariscal Trujillo. Y por la pluralidad esgrimida y el acierto en la elección de los nuevos miembros de esta institución cultural, esto es: Antonio Lobo (productor y director audiovisual, máster en gestión audiovisual), Domingo Martínez (profesor, diseñador gráfico, ex director Escuela de Arte de Jerez), Fátima González (bibliotecaria, licenciada en Historia y ex presidenta Agrupación Fotográfica Jerezana San Dionisio), David Guillén (catedrático de música del Conservatorio de Música de Málaga) y José María Guerrero Vega (arquitecto, Universidad de Sevilla). Gracias a la Fundación Bonald por la cantidad de presentaciones de libros que organizan en su sede. Gracias a Casa Palacio María Luisa y a Bodegas Cayetano del Pino, por apostar tan abiertamente a favor de la cultura. Es tiempo de agradecimiento. Es tiempo de magia. Es tiempo de ilusión. De luz. De esperanza.

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