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Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez: amigos de San Mateo, de la calle Jardinillo al restaurante ‘La Tasca'

Amigos del antiguo Centro Juvenil de San Mateo celebraron de nuevo la amistad este pasado sábado.

Amigos del antiguo Centro Juvenil de San Mateo celebraron de nuevo la amistad este pasado sábado.

Los integrantes del catalán grupo poético del 50 jamás se enfundaron “infelices gabardinas a la deriva”. Ornamentaron el pesimismo imperante en derredor con la fecundación de una exacerbada alegría -sin histrionismos ni escandaleras- quizá más propia de una cierta heterodoxia juvenil que de otro pensamiento realista conforme al predominante futuro nada halagüeño entonces imperante. Ellos -Badosa, Barral, Folch, Gil de Biedma, Gomis, Goytisolo…- fueron como un antídoto, como una inspiración sensorial contra posturas pesimistas y pusilánimes. “Muchachas y muchachos para enseñarnos una lección de vida que no habríamos nunca de olvidar”, escribieron en ‘La geografía rota a tiro limpio’. Y es que “la mirada invisible vela por nosotros”. Tan jubilosos se mostraron ante su fulgor poético y ante la autoestima de la capacidad de trabajo inherente a todos ellos que, décadas más tarde, Carmen Riera -en una edición al cuidado de Pilar Beltrán- tituló la antología poética de este círculo de escritores -al margen de lo cotidiano- con una expresión extraída de un verso de Jaime Gil de Biedma: ‘Partidarios de la felicidad’. En su ‘Canción de aniversario’ Gil de Biedma puso en negro sobre blanco: “porque hasta el tiempo, ese pariente pobre que conoció mejores días, parece hoy partidario de la felicidad”.

Pues bien, sin irnos por los cerros de Úbeda y sí aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, no erraremos en el aserto, en la aseveración, si damos por hecho -como en efecto así acontece- que los jerezanos nos mostramos partidarios de la felicidad a la hora de congregarnos, de procurar una reunión más o menos multitudinaria, más o menos escogida, más o menos selecta. Entonces el infortunio se evapora, los problemas -de haberlos- se minimizan, los pescozones disminuyen a la sensación de nimiedad. La bola de la contrariedad se permuta por la bola de trufa de exquisito obsequio para paladares exigentes. Es impresión que me traslada una amiga con pestiños de miel y bolitas de caramelo en sus manos. Aquí -en estos encuentros también sociales de la pre-Navidad- el contento se multiplica por mil para quienes posean un carácter más tristón y también se agiganta -a velocidad de la luz- para quienes nos consideramos optimistas y, consecuentemente, alegres por naturaleza. Todos, en orden al temperamento, salimos ganando en las previas de Navidad -adelantadas, con efecto elástico, a la última quincena del no siempre infecundo mes de noviembre-.

No cesamos de relacionarnos con personas en nuestro día a día. En orden a nuestro quehacer profesional o bien en atención a aficiones o pasiones comunes -al margen de lo estrictamente laboral-. Estas fechas son la antítesis de lo pedestre. Jerez se envuelve como en la celosía de un mazapán -blanco, como los ojos de la expectación- que abrimos con pausa -sin vehemencia- para así ralentizar el compás de espera. Sociabilizar es un verbo que adquiere aún más valor si cabe durante los albores de la Navidad. Los encuentros de amigos, los almuerzos de empresa, las zambombas… Hete aquí la piedra filosofal de una costumbre hecha tradición. Y de una tradición hecha pócima curalotodo. Deo gratias. Así ha sucedido, por ejemplo, este pasado fin de semana. Sin ir más lejos ni falta que hizo. Jerez tiene tomada la medida a las reuniones que rebosan autenticidad. Por ello me congratula escribir al hilo del encuentro, de la vivencia, de la convivencia, que celebraron este sábado 25 una amplia representación de socios que en su día pertenecieron al Centro Juvenil y Parroquial de San Mateo. Siempre en aras de rubricar de nuevo, de seguir reafirmando, la calidad de una amistad incondicional que naciera hace ya casi sesenta años. Pongámonos en situación. Corría la década de los sesenta cuando, como fruto del ardor de la juventud “ya fenecida pero no olvidada”, acudían estos entusiastas hijos de la ciudad a cuanto denominaban “el Club”. Allí, por descontado, cubrían y satisfacían su ocio, exponían en abierto sus problemillas, desnudan sin pudor sus almas, también intercambiaban confidencias y descubrían el dulce calambre del amor.

Todo ello sin merma de otros disfrutes, de naturaleza lúdica, tales fiestas, teatros, excursiones, la música, los bailes memorables, la práctica del deporte, etcétera. Además contaron con una dicha añadida: la protección de un gran mentor espiritual: don Francisco González-Cornejo. Y asimismo varios miembros de los Equipos de Nuestra Señora , quienes supieron aconsejar ante los desafíos que la juventud siempre propone con su temple de voz nunca a medias tintas. El evento dio comienzo a las doce del mediodía -que es hora de empaque-, el punto de rencuentro no pudo significarse más jerezano: la Bodega Galería del Jerez -que se anuncia como “la colección más grande del mundo sobre el vino de Jerez”-, sita entre las calles Asta y Jardinillo -o sea, gloria pura-. Allí se paladeó una visita cuasi de ensueño. Jerezanismo de canela y clavo. Posteriormente los congregados se dirigieron a la calle Paraíso para degustar un almuerzo sin parangón en el restaurante ‘La Tasca’. Como es fácilmente deducible, el buen ambiente fue una constante de principio a fin, alfa y omega de los afectos que no languidecen. Remembranzas, añoranzas, andanzas… y la eclosión de un gozo entre iguales siempre venciendo todos los escollos. Y es que estos amigos, como así aquellos poetas del grupo catalán del 50, también son -y seguirán siendo- muy partidarios de la felicidad.

¡Enhorabuena!

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