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Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Don José Rico, San Dionisio, fermento del Evangelio, Jerez…

Don José Rico Pavés, presidiendo la Eucaristía del pasado lunes 9, en la iglesia de San Dionisio.

Don José Rico Pavés, presidiendo la Eucaristía del pasado lunes 9, en la iglesia de San Dionisio.

Procuro no ausentarme del anual acto del traslado del Pendón de esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad desde el Cabildo Viejo a la iglesia de San Dionisio. Me propone y me propina cierta personal abstracción. No sólo históricamente hablando. El canto del Te Deum contribuye así además a la permanente acción de gracias que todo hijo de Dios jamás debe ocultar bajo las alfombras de la denominada Fe vergonzante. Al Señor ensalza el glorioso coro de los apóstoles. “Los querubines y serafines te cantan sin cesar”. También los periodistas católicos han/hemos de asumir este firme compromiso de erigirse en altavoces cuyos ecos resuenen de azotea en azotea. El día del patrón San Dionisio comporta ciertos análisis sociológicos del todo actualizados. Hagamos un ejercicio de readaptación -de traslación- a los innúmeros conflictos -tensiones, desencuentros, ordalías- que nos tocan de cerca -y que, atónitos, observamos a un tiro de piedra de nuestro vivir cotidiano- como, de otro lado- a niveles internacionales (verbigracia la hermética de los terrores bélicos). Y enseguida -siguiendo el sendero de san Dionisio- hallaremos una flamante lección de humanidad. De humanismo. De heroicidad. De asignatura troncal. Responde esta invitación de cada 9 de octubre, en Jerez, a una convocatoria de veras edificante. El resultado genera algo así como una somatización conciliadora de entrambos, sean cuales fueren las partes a las que nos refiramos. Pax tecum. Evangelización por doquier. San Dionisio. Uno y trino. Sírvanos para metaforizar toda causa que se nos venga a la sesera. Los términos del argumento renacen generalistas. Comprensión, diálogo, perdón, integración, coherencia, paz, empatía, humildad. Nunca emponzoñamiento, desestructuración, radicalismo, abuso, cainismo, megalomanía, tergiversación, confusionismo, tablazón, embuste, soberbia.

Este año he complementado esta adhesión, junto a mis compañeros de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras, con la asistencia vespertina por mi cuenta -como de hecho prometí al bueno de don Luis López-Cuervo- a la Santa Misa que en la misma iglesia de San Dionisio presidiera solemnemente nuestro querido obispo don José Rico Pavés. En el ínterin entre la finalización del institucional y consistorial traslado del Pendón y el comienzo de la Eucaristía estuve reflexionando sobre la teoría del amor puro -que por lo común lleva pareja la voluntad y el servicio- del franciscano y escritor de ascética y mística Alonso de Madrid. Se antoja esencial conocer de cerca su fórmula del obrar cristiano: valga decir: con amor y por amor: esto es: su comentario exhaustivo sobre el “Ven y sígueme” de Jesucristo: “Quiere aquí decir a cada uno y a todos que cumplamos cuanto está escrito para nuestra doctrina, haciéndolo no solamente con amor, pero con amor y por amor juntamente, porque éstas son las pisadas que Él nos amonesta seguir. Por tanto, no basta cumplir algo de lo escrito, pero todo; no basta para bien servir, obrar con amor, pero con amor y por amor... Seguir a Cristo es obrar lo que Él obró para nuestra doctrina y en la manera que Él obró, y la manera que Él obró fue con amor y por amor, porque ésta es la más alta manera”.

Tras la Santa Misa -¡enhorabuena de nuevo al Coro de Capilla San Pedro Nolasco!- y de regreso a casa, las palabras de don José –“renovar nuestro sí al Señor”- me sirvieron para abundar de nuevo en cuanto Benedicto XVI subrayó en la Catedral de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo City of Westminster, durante un viaje apostólico a Reino Unido que tuvo lugar en septiembre de 2010: “Que la fuerza reconciliadora de su sacrificio llegue al mundo en que vivimos. El Concilio Vaticano II habló elocuentemente sobre el papel indispensable que los laicos deben desempeñar en la misión de la Iglesia, esforzándose por ser fermento del Evangelio en la sociedad y trabajar por el progreso del Reino de Dios en el mundo (cf. Lumen gentium, 31; Apostolicam actuositatem, 7). La exhortación conciliar a los laicos, para que, en virtud de su bautismo, participen en la misión de Cristo, se hizo eco de las intuiciones y enseñanzas de John Henry Newman. Que las profundas ideas de este gran inglés sigan inspirando a todos los seguidores de Cristo en esta tierra, para que configuren su pensamiento, palabra y obras con Cristo, y trabajen decididamente en la defensa de las verdades morales inmutables que, asumidas, iluminadas y confirmadas por el Evangelio, fundamentan una sociedad verdaderamente humana, justa y libre”.

Justicia, evangelización y, por descontado, humildad. Postulados indispensables para la convivencia en paz. Como así lo señala el Papa Francisco: “Sabemos que los momentos de turbación y de prueba suelen amenazar nuestra comunión fraterna, pero sabemos también que pueden convertirse en momentos de gracia que afiancen nuestra entrega a Cristo y la hagan creíble. Esta credibilidad no radicará en nosotros mismos, ni en nuestros discursos, ni en nuestros méritos, ni en nuestra honra personal o comunitaria, símbolos de nuestra pretensión — casi siempre inconsciente — de justificamos a nosotros mismos a partir de nuestras propias fuerzas y habilidades (o de la desgracia ajena). La credibilidad será fruto de un cuerpo unido que, reconociéndose pecador y limitado es capaz de proclamar la necesidad de la conversión. Porque no queremos anunciarnos a nosotros mismos sino a Aquel que por nosotros murió (2Cor 4, 5) y testimoniar cómo en los momentos más oscuros de nuestra historia el Señor se hace presente, abre caminos y unge la fe descreída, la esperanza herida y la caridad adormecida”. Y es que seres vacíos seremos si nos desprendemos del predominio del amor. Ya lo dijo san Gregorio Magno: “La prueba del amor está en las obras. Donde el amor existe se obran grandes cosas, y cuando deja de obrar… deja de existir”.

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