Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez: luces, niños, Palacio María Luisa y Fernández Cabrero

Fachada del Hotel Casa Palacio María Luisa con el decorado navideño.

Fachada del Hotel Casa Palacio María Luisa con el decorado navideño.

Jerez se ha encendido de tradición. Sus calles plasman una belleza antigua con título de libro de Javier Martínez Lázaro: “El tiempo se detuvo”. Porque la Navidad se aproxima. ¡Cuán contentos aprovechamos ahora la fascinación de la intimidad! ¡La felicidad, desbordante, sin plastes ni masillas, del hogar! ¡La convivencia con los amigos de veras! Citas por doquier. Encuentros sucesivos. Almuerzos de fraternidad. El gozo de sociabilizar de tú a tú, codo con codo. Brindis a la alquimia y a la confidencia. Compartir mesa y mantel -cualquier día de la semana, en cascada- con los allegados. La doctrina de sabernos iguales, hermanos a los ojos del Señor. En espíritu y en verdad. Ya dijo Benjamin Franklin que “una buena conciencia es una continua Navidad”. En estos adelantados preámbulos de las fiestas navideñas acontece el verso de José Manuel Caballero Bonald: valga decir: “lo recién descubierto y lo más consabido”. Renovación del rito interno. Cum laude para las personas que hacen el bien y no miran a quién. Cero en conducta para quien malgaste minutos en pamplinas y naderías. Estas semanas -sus acontecimientos públicos y privados, sus actos sociales, sus cenas en petit comité- han de absorberse con voraz sensibilidad. Con risas a mandíbula batiente. Legando, que es gerundio. Departir, compartir. Al calor de la amistad (sin levantar ninguna liebre). Al dictado -incontinenti- del amor. Abrigar es un verbo que sube enteros.

No perdamos comba ni saquemos los pies del tiesto al respecto del verdadero sentido de la Navidad. Regresemos a la semilla del niño que late dentro de nosotros. El niño que fuimos. El niño que nos pervive y sobrevive. Procuremos que el consumismo nada monetice. El dinero -¿vil metal?- viene y va, como el itinerario del hombre indeciso. Ya huele a Navidad. La atmósfera social cambia su fisonomía. Diálogos regados por una copa de oloroso. La rutina se evapora, como una martingala sobre fondo negro. El cariño fetén -ese retablo de las maravillas, de la intención bienhadada- que depositamos sobre cada regalo. La razón de ser alcanza su cenit. Las esencias ganan por goleada a la trivialidad. Alumbrado de azotea a azotea, como un eco de paz interior, como una lección ex cátedra para los acogotados por el resentimiento -ese tuntún y ese tictac que arriba en la sesera- sin causa. Noviembre se despide ahuyentando toda frivolidad -que es sinónimo de necedad-. Noviembre -para bien- ha dado mucho de sí. Noviembre nos dicta un consejo blanco y dulce, como el sabor de la chirimoya: calma chicha (sin pausa). Porque la luz habita tanto en el soniquete como en el silencio.

Habemus alumbrado. La inocencia aletea a sus anchas en la ilusión de los niños. La jactancia de lo irrazonable -por el contrario- es materia reservada para algunos adultos. Sobre los peques se amalgaman una serie de adjetivos todos entroncados con el sentimiento de la alegría. Atisban en lontananza el natalicio del Niño Dios. Noticia sensacional y no sensacionalista. Júbilo -no precisamente de cartón - que ensaya letras de villancicos. Ya en las postrimerías de noviembre los chiquillos crean vínculos navideños con tanto entusiasmo como ternura. Comienzan a rebañar las vísperas. Apresar incluso lo inaprensible. Qué gozada intensificar cada minuto de este magma de emociones junto a la sonrisa inagotable de tus hijos. La pureza -limpia, sin carátulas, sin tarántulas- de la vida. Respira, fluye, siente. Desplázate. Crea y recrea. Haz planes. Saborea la intensidad -esa estrella fugaz, ese tren de cercanías, esa oportunidad con sabor a miel- del instante. No te dejes engatusar por la carcoma de la distracción, de la superficialidad, de la cáscara. Vayamos todos al turrón -nunca mejor dicho, sea blando o de chocolate con almendra-. Eckhart Tolle tituló una de sus obras más mediáticas tal que así: ‘El poder del ahora’. Carpe diem…

Todo es aprovechable en una agenda que suma convocatorias con nombres y apellidos. Nada se llevará el aire en los pliegos de su capote. Hoy viernes, sin ir más lejos, Jerez acoge -a iniciativa de la Hermandad del Transporte- una ponencia de excepción. Este acto tendrá lugar en Casa Palacio María Luisa. A las 20.30 horas. Será el hermano mayor de la sevillana Hermandad de la Macarena, José Antonio Fernández Cabrero, quien aborde ‘La gestión de la Caridad en las hermandades y cofradías’. Fernandez Cabrero, siendo diputado de Caridad, modernizó un modelo de gestión de las obras sociales de la Macarena que sería avanzadilla y espejo para otras corporaciones nazarenas. Hoy hablará sobre el garante de la experiencia. Y del conocimiento incluso profesional en la materia. Cabrero es un comunicador nato. Por cierto: no podemos escamotear el aplauso que por derecho merece el decorado navideño del Hotel Casa Palacio María Luisa. Un derroche de buen gusto. Jerez, sí, se ha encendido de tradición. Y de santa humildad. Y si además supieras la entrada que tuvo el Rey de los Cielos en Jerusalén…

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios