Sociedad

La multitud hastiada saquea Puerto Príncipe ante la impotencia policial

  • Los delincuentes que escaparon de las cárceles se hacen dueños de las calles

Los disparos al aire de la Policía ahuyentan sólo unos minutos al grupo de haitianos que intentan entrar en una tienda de ropa del centro de Puerto Príncipe, devastado por un terremoto que convirtió a sus ciudadanos en ladrones debido al hambre y al abandono. Desde el pasado martes, cuando el seísmo redujo buena parte de la ciudad a las ruinas, centenares de tiendas, oficinas públicas y domicilios de la capital fueron saqueados ante la impotencia de la Policía, que tiene órdenes de no disparar a una población diezmada por la tragedia.

Desesperados, los haitianos vencen el miedo para aventurarse en las entrañas de los edificios en ruinas para buscar agua, comida o bienes que podrán revender para sobrevivir. Pero una réplica fuerte podría terminar de derrumbar la estructura y sepultarlos. "Roban cualquier cosa. Sirva o no. Es una locura. Nuestra orden es sólo alejarlos. No podemos dispararles. Nuestro trabajo no sirve de nada pero no estamos protegidos y tenemos miedo", afirma Louis Jean Eficien, oficial de la Policía, mientras confisca un extintor de fuego a un grupo de personas.

"Hay mucha gente armada y la calle está llena de delincuentes porque todos los presos se escaparon. Cerca de aquí dispararon a efectivos brasileños", agrega otro oficial, armado únicamente de un bastón de madera.

Un caos total reina en este corazón comercial de la capital haitiana, donde la ayuda humanitaria internacional debe trabajar protegida por dispositivos de la ONU armados. "Somos los primeros en aventurarnos en esta zona. La situación por aquí es muy conflictiva, por eso trajimos nuestros propios efectivos de seguridad", asegura un responsable de los servicios de rescate de Costa Rica.

El sábado, en varios puntos de la ciudad, las personas comenzaban a quemar cadáveres y el palacio de Justicia estaba en llamas. "Dejen a los muertos que se pudran y ocúpense de los vivos. Dennos de comer", grita una mujer al paso de un camión español.

No muy lejos se escuchan disparos, algo cada vez más frecuente en esta zona de la ciudad. Un grupo sale huyendo con varias cajas en las que carga su botín en una ciudad en la que no queda casi nada. "He perdido el 70% del negocio. Me han robado todo y el comercio está destruido", afirma Maxam Alcide, dueño de una tienda de cosméticos que intenta salvar en un camión lo poco que le queda, gracias a la protección que le brinda un grupo de amigos. A su lado, Jeanina Saint Georges, dueña de una tienda de alimentos se lleva las manos a la cabeza al descubrir el estado de su comercio. "Nunca sabré cuánto perdimos. Pero estamos vivos y los problemas de este tipo en estas circunstancias parecen pequeños", dice.

"Pero es verdad que no hay autoridad y estamos solos frente a los malhechores", agrega. Los saqueos ocurren también en las casas particulares. "Pensaron que nos habíamos ido y entraron a robar. Los recibimos con nuestras armas", presume Deslandes frente a su domicilio.

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