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“En mi país hay ahora muchos hispanistas pero no investigan”

  • El profesor Katsuyuki Ogiuchi, una eminencia en la obra de Cervantes, visita Jerez

El profesor japonés Katsuyuki Ogiuchi, de visita en la Biblioteca Central.

El profesor japonés Katsuyuki Ogiuchi, de visita en la Biblioteca Central.

El hispanista Katsuyuki Ogiuchi ha visitado estos días la ciudad invitado por el investigador jerezano José Luis Jiménez. Hacía más de treinta años que Ogiuchi, uno de los pocos profesores japoneses en traducir ‘El Quijote’, no venía a Jerez, una ciudad a la que ha encontrado “muy cambiada”, apunta. Aunque habitualmente pasa su tiempo entre Madrid y Japón, acudió a la llamada de Jiménez para volver la ciudad y de paso visitar la biblioteca central, donde ha podido comprobar in situ todo el archivo documental relacionado con El Quijote existente.

Hablar con el hispanista es sumergirse en auténticos submundos, ya no sólo por lo que supone su propia vida, llena de anécdotas y cosas curiosas, sino por su manera de contarla.

“Una vez me preguntó el actor Nakadai Tatsuya, que era uno de los favoritos de Akira Kurosawa, que de dónde venía mi japonés. Él representó 136 veces mi guión de El Quijote y me dijo: ‘Yo he leído mucho teatro pero su japonés es distinto, no hemos tenido que cambiar nada’. Mi familia siempre ha estado relacionada con el teatro, de hecho, de niño fui actor de Kabuki y toda mi familia hablaba un japonés muy extraño para los vecinos, pero entre nosotros era común”, explica.

A los tres años tuvo que salir de su país, “Manchuria” en dirección a Japón. “Fueron 70 días de viaje andando y navegando, mis padres y mis hermanos, que éramos cuatro. Fueron tiempos de campos de concentración y pasamos por zonas donde estaba el ejército ruso, de Mao Zedong, Sun Yat-Sen, y de americanos y japoneses civiles”.

Su pasión por Cervantes surgió en la universidad a principios de los años 60, cuando cursó los Estudios Hispánicos de la Universidad lenguas extranjeras de Kobe, una institución en la que conocería al que denomina “mi profesor”, Takahashi Masatake, autor del diccionario japonés-español más importante de la época, y al docente español José Luis Álvarez, ex embajador en Japón de la República.

‘La guardia cuidadosa’ “la memoricé sin saber nada de español”, admite, y aunque luego fue adentrándose en los universos de Calderón de la Barca, Casona, García Lorca o Mariano José de Larra, reconoce que fue Cervantes quien consiguió prenderle para siempre.

En 1966 cruzó el Océano Índico para participar en un curso de Estudios Hispánicos para extranjeros en Barcelona, donde el catedrático “Martín de Riquer” también resultó decisivo en su posterior carrera literaria.

“Trabajaba de pinche en un restaurante. Era muy duro el trabajo pero también me servía para conocer la cultura española. Date cuenta que yo era de los pocos japoneses que había, no había ni consulado, turistas, ni viajeros...nada. Un día me vi en el espejo del ascensor y me di cuenta que tenía una cara asiática”, cuenta entre risas.

Su primera traducción de una obra de Cervantes fue ‘La Numancia’, pero la más notable llegó en 1978 con ‘Persiles y Sigismunda’, por la que obtuvo “el primer premio de la traducción del año a la mejor obra extranjera”.

Curiosamente, esta misma obra la volvió a traducir el pasado año, “pero todo renovado porque cuando empecé a traducir el anterior tenía 27 años. Hay fuerza de la juventud en el lenguaje pero hay muchos errores”, admite.

Su logro más reconocido, no obstante, llegó en 2005 cuando publicó la traducción de ‘El Quijote’. No fue la primera, porque antes habían transcrito la obra de Cervantes los profesores Yu Aida (1951), Nagata y Takahashi Masatake (1929 y 1977), pero sí la más vendida, gracias a un lenguaje fluido y accesible a cualquier lector.

Su próximo trabajo será “una novela de no ficción sobre Antonio Pérez, el secretario de Felipe II. Es una novela histórica y en él sale también Cervantes y Lope de Vega. Espero que salga el año que viene, porque ya llevo cinco años trabajando con él. Estoy incluyendo muchas explicaciones para que los japoneses se acerquen al mundo desconocido de la época”, señala.

Al preguntarle si Japón sigue siendo un país enamorado de la cultura española, Katsuyuki Ogiuchi tiene claro que “hay mucho hispanista, eso es cierto, aunque quizás demasiado. Digo esto porque generalizan y no profundizan. Todos escriben libros de gramática elemental de 40 páginas, se colocan en la universidad de profesor pero no intentan hacer más cosas, no investigan”.

Ogiuchi guarda una relación con Jerez vinculada al flamenco, principalmente a través de la figura de Manuel Agujetas, con el que trabajó hace más de treinta años en Japón y por lo que en su país es también bastante respetado.

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