Jerez

Motivación o resignación

 CON  mucha frecuencia nos preguntan en Psicología Diez, cuál es la diferencia entre la psiquiatría y la psicología. Siempre respondemos que son muchas las diferencias, empezando por las académicas, pasando por las estrategias de evaluación y diagnóstico y terminando por el tipo de tratamiento a seguir. 

La psiquiatría afronta las alteraciones emocionales desde una perspectiva biológica, considerando que las alteraciones emocionales son consecuencia de un déficit o exceso de algún elemento orgánico que se puede aportar o eliminar según se requiera mediante el uso de fármacos. Sin embargo, la psicología, reconociendo estos déficits o excesos, ha conseguido demostrar cómo determinadas actitudes y estrategias permiten igualmente generar o eliminar estos elementos.

Como estábamos hablando de felicidad en artículos anteriores, la utilizaremos de ejemplo, la ciencia farmacológica ha logrado elaborar píldoras que mejoran los estados de felicidad de quien las consume durante el tiempo que permanecen en el organismo, mientras que la ciencia psicológica ha conseguido encontrar estrategias que una vez aprendidas permiten, a quien las usa, conseguir los mismos estados de felicidad. Sería, salvando las diferencias, como buscar a alguien que conduzca el automóvil o aprender a conducirlo.

De esto escribíamos, curiosamente, en nuestro primer artículo de esta serie de artículos sobre la felicidad, cuando recordábamos los estudios sobre percepción de control y estilos atribucionales. Estas investigaciones diferenciaban entre dos tipos de personas, aquellas que dejaban su futuro en manos del azar y aquellas personas que confiaban en que el futuro dependía de lo que ellos hicieran, demostrando que los primeros tendían a comportarse de forma pesimista mientras que los segundos lo hacían de forma optimista.

Pues bien, en el ámbito educativo ocurre algo parecido. La cuestión es si enseñar a los alumnos o hijos a conducir el coche o es mejor conducirlo por ellos. La respuesta viene avalada por una amplia cantidad de investigación experimental al respecto, vale como ejemplo un estudio realizado hace ya unos años, por profesores de la Universidad de Cádiz, donde encontraban que la habilidad para tomar decisiones y para la resolución de conflictos eran importantes predictores de un buen nivel de adaptación social y del éxito académico. 

Así que, si tenemos claro que la capacidad de autonomía es un principio para conseguir la felicidad y la estabilidad emocional (se ha llegado a describir como un método de inmunización frente al estrés), entonces sólo queda saber el ritmo al que hay que ganar autonomía. Por esto precisamente nos consultan muchos padres, tratando de saber en qué momento su hijo debe adquirir determinadas habilidades. La respuesta más sencilla está en el colegio, comparar al menor con su grupo escolar es una buena opción para saber si el ritmo de desarrollo de su autonomía está siendo el adecuado, pero si a pesar de ello, no queda claro, los psicólogos disponemos de datos de investigación de millares de niños y niñas que han sido evaluados tanto en nuestro país como en otros países, para poder tener una clara referencia de en qué momento o edad el menor tiene que haber alcanzado determinados objetivos de autonomía.

Para finalizar, sólo utilizar una frase de, casi con toda seguridad, el mayor investigador de la historia de nuestro país y considerado internacionalmente el padre de las neurociencias,  Santiago Ramón y Cajal, quien con su célebre frase “el hombre si se lo propone puede ser el escultor de su propio cerebro”, sentó las bases de la motivación para esforzarnos por conseguir la felicidad y evitar la resignación y conformismo a los que parecían habernos condenado ciertas investigaciones.

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