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Fiestas de la vendimia. XLVI fiesta de la bulería

Renovarse o morir

  • La falta de público, protagonista en una edición donde sobresale el metal de Manuel Moneo, la fuerza de Argentina, la seriedad de 'El Torta' y el baile de María del Mar Moreno

"El que no ha venío se lo ha perdío". Con esta frase de Manuel Moneo se puede resumir la situación decadente de la Fiesta de la Bulería, destinada al fracaso si sus organizadores no hacen nada por impedirlo. No es fácil, dicho sea de paso, la labor de éstos ya que acertar en Jerez es complicadísimo. En esta edición ha ocurrido lo que esperábamos. Ni la promoción a lo largo y ancho de la provincia, ni la combinación de artistas jóvenes con más veteranos, autóctonos o de fuera, ha podido remontar la anual cita enmarcada en las Fiestas de la Vendimia.

 

El público no respondió. Algo más de mil personas, en su mayoría de fuera y de cierta edad, se concentraron en el coso taurino jerezano para presenciar una edición atractiva en cuanto a lo artístico se refiere. Las gradas vacías, un olor a pescaíto frito nada resultante y un silencio asombroso. Nada queda ya de aquella primera edición en la que Juan de la Plata contó con Fernanda y Bernarda de Utrera, Chocolate o Tío Borrico. Todo ha cambiado, también el público.

 

Pasadas las diez de la noche, el maestro de ceremonias Pepe Marín dio la bienvenida haciendo mención a las entidades flamencas de Andalucía, agradeciendo su labor. Sin dilación, invitó a cada una de las damas cantaoras del cuadro 'Jerez es Flamenco' que abría la gala. La responsabilidad de las cinco cantaoras era doble, por una parte debían romper el hielo y por otra tenían defender durante cuarenta minutos las bulerías de Jerez. No valían cuplés, canciones aflamencadas, ni siquiera el acompañamiento de la guitarra. Tal cual, sentadas alrededor de una mesa de madera hicieron el compás de la tierra, dándose el gusto cada una de ellas de explayarse por bulerías cortas, jaleos, gracia y espontaneidad. Carmen 'la Cantarota', luego Macarena Moneo, tras ella Rocío Vargas, Rosario Soto y Ana de los Reyes. Estas "mujeres al poder" como gritaba uno de los palmeros, vieron engrandecida su labor cuando a ellas se sumaron el baile de Rosario 'la Majuma' y Triana Jero, dos generaciones distanciadas en el tiempo que guardan el secreto de la danza gitana. Formaron la revolución y dieron sentido al interés fehaciente de abrir la Fiesta con un grupo, esta vez acertaron. 

 

Las bulerías jerezanas sirvieron de aperitivo. A partir de ahí, fueron los artistas en solitario los encargados de demostrar, si daba lugar, sus cualidades en el flamenco. La primera en salir fue Argentina. Sería la primera vez que la onubense se subía a las tablas de este festival. Con un eco joven, musical y con una fuerza sorprendente, mostró sus cartas por tientos y tangos teniendo a La Paquera como espejo donde mirarse. Argentina pertenece a ese grupo de artistas renacentistas que han recuperado del baúl perdido, los abanicos y mantones de manila para aportar el sabor de un arte en continua evolución. Sin tirar de comercialidades, su cante fue ortodoxo pero sin parecer antiguo. Aseguró la cantaora tener mucho respeto a esta ciudad "donde hasta las farmacéuticas saben bailar por bulerías". Bolita, con el manejo superdotado de los tiempos en la sonanta, entonó por bulerías pa' escuchar. Dio la sensación de que la actuación de Argentina estaba envuelta conscientemente de aires jerezanos, todo sonaba a Jerez, todo menos los palmeros. Aquí las palmas sólo son para acompañar, no para destacar. Siguiendo por nuestra zona, se acordó de la malagueña de Chacón acabadas en abandolaos (jaberas y verdiales). Por seguiriyas tiró del macho de Tío Juanichi metiéndose a la gente en el bolsillo. Puso el público en pie con sus posteriores cantiñas y bulerías, en las que incluyó algunos fandangos de Huelva y Alosno rogados por el público. 

 

Pronto salió uno de los pesos pesados del cartel. 'El Bronce de la Plazuela', Manuel Moneo Lara, hizo las delicias de un público falto de pureza y jondura. El cantaor, uno de los representantes del cante por derecho, sin trampa ni cartón, volvió tras varios años para defender lo suyo. Transciende pues, su cante por soleá, de lo meramente flamenco, consigue llegar al temible cante gitano del que tan poco se habla hoy día para no ser tachado de políticamente incorrecto. Rozado de la voz como él mismo afirmó, supo defenderse bien por seguiriyas de Manuel Torre, una figura que ha marcado a los cantaores de su barrio y generación.

 

 En la senda de los sonidos negros, se introdujo en los fandangos naturales acompañado a la guitarra de forma sublime por su nieto Barullito que brilló por su flamenquería y tradicionalidad. Arrancaron los aplausos del respetable para terminar su recital por bulerías, supo hacer vibrar con el compás de su barrio de San Miguel, bulerías cortas y sencillas pero hirientes al sentimiento. El compás lo pusieron Ali de la Tota, José Peña y  Manuel Cantarote. Como es habitual, miembros de su familia, como su hija Rocío, pusieron su grano de arena con el baile. Grande Manuel Moneo, una figura de respeto y gloria en el flamenco. 

 

Un breve descanso y llegó el turno para María del Mar Moreno. En plena madurez artística y con un conocimiento del baile por encima de lo normal, la jerezana tras doce años de ausencia, causó sensación contando con un gran elenco artístico en su grupo. Ella puso el baile, por tarantas y soleá, de negro y rojo respectivamente. Inundó la atmósfera de recuerdos y añoranza, con las voces de Antonio y Manuel Malena, dos primeras espadas del cante para bailar. También el joven Joaquín Marín 'El Quini' se dejó la piel para agradar a la afición y llevar en volandas a la bailaora titular. Los pies de María quebraron la frialdad hasta entonces, acercándose a la lava del llanto por tarantas. Mientras ella cambiada su vestuario, el resto del grupo se encargó de hacer pasar el tiempo con el mejor cante y baile a cappella. Alrededor de una media bota de vino hicieron el compás por bulerías por soleá, ilustradas por el bailaor Fernando Jiménez obteniendo un gran éxito. Un mítico, Manuel Soto 'El Bo', dio una vuelta única exclamando un "¡viva Jerez que es una mina de paraos!". También echó un replante Alex de Gitanería. Por soleá se despidió de su tierra regalando un bis por bulerías en la que brilló con el cante de Manuel Malena. Las guitarras la pusieron Santi Moreno y Antonio Malena hijo.

 

Otro nuevo registro se hacía presente en las tablas de la plaza de toros, desde Sevilla llegó Esperanza Fernández. Inició por alegrías de Cádiz, con letras de su barrio trianero para acabar por el estilo de Córdoba. Tuvo el inconveniente de que mucho de los palos que tocó, ya habían sonado en la voz de Argentina, por ello para muchos sonaban iguales. Ocurrió en las malagueñas, acabadas en jaberas y verdiales, y en la seguiriya. Esperanza tuvo que luchar con un público que a esas horas de la noche ya no necesitaba cantes matrices, sino ritmo y vida. Por eso se gustó por tangos con garbo y donaire, que sirvió de excitante para acabar su actuación por bulerías. Tiró de tablas y experiencia para ganar la partida con sus cantes por bulerías de Lebrija. La gitana trianera estuvo aceptable en una noche en la que hubo calidad por lo general pero pocos sobresalientes.

 

El encargado en cerrar la noche fue Juan Moneo Lara 'El Torta', causante de que muchos de los jóvenes allí presente se quedaran hasta el final. Con su trasnochado traje de chaqueta blanco apareció más formal que en sus últimas apariciones dando una lección de buen cante y de afición personalizada. No en vano, es considerado como uno de los pocos cantaores capaces de combinar lo mediático de sus bulerías, tangos y rumbas, con la seriedad y profundidad de la seguiriya. Comenzó por tonás y martinetes con una voz laína, vibrante y flamenca. Esta vez ni estaba resfriado, ni hablador, ni sacó el peine, ni enloqueció a la grada, más que nada porque estaba vacía. Pero cantó por derecho, como hacía tiempo que no cantaba, formal, levantando el vello en varias ocasiones a sus incondicionales. Malagueñas, fandangos y bulerías. Las de Rafael de Paula y las de "cuantos momentos, cuantas cosas me recuerdan…". 

 

Precisamente recuerdos, recuerdos de ocho mil personas ovacionando su cante aparecían en algunas mentes rezagadas que aún mantienen la esperanza e ilusión de rememorar esos momentos imborrables. Paco Lara estuvo formidable en el acompañamiento llevándolo por el camino del triunfo. 

 

Todo acabó con un fin de fiesta en el que aparecieron casi todos los artistas de la noche. Una noche que necesita cambios para evitar los fracasos de público. En Jerez y los jerezanos no acostumbramos a pagar por ver flamenco y eso también debería cambiar. 

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