Para el señor Platón, que pudiera parecer un ignorante..., la democracia ateniense aupaba a demagogos que llegaban al poder por medio del arte de la mentira que les inculcaban los sofistas (retóricos y parlanchines).

Para Aristóteles, acaso otro lerdo..., la democracia se transforma en tiranía cuando impera el arbitrio de la multitud. Pensaba que el mejor gobierno era aquel en que prevalecían los ciudadanos con una modesta fortuna. Este gobierno se alejaría de los excesos que se cometen cuando el poder cae en manos de los que no poseen nada o de los que poseen demasiado.

Hace cuatro meses que se celebró en Andalucía, lo que de modo cursi se denomina, 'fiesta de la democracia'. Una votación, a caballo entre las elecciones a Presidente de la escalera y para Hermano Mayor de una cofradía. Como quiera que los principios democráticos hay que tamizarlos por la profilaxis de las leyes electorales, al final, es el señor D'hont el que decide quién manda y cuánto manda. Este señor decidió por abrumadora mayoría que debía gobernar el Partido Popular, o dicho en campechano, Juanma.

Pero no sean desmemoriados. En el mes de junio de 2022, hace cuatro meses solamente, se supone que los andaluces también dieron la puntilla a Ciudadanos, mandando del ruedo al desolladero político a todos sus gerifaltes. Pues si eso dijo la democracia, a santo de qué vienen los políticos a resucitar cadáveres. Podemos comprender que al Partido Popular le interese una fusión por absorción con Ciudadanos. Incluso que tenga que pagar favores debidos. Pero..., ¿Dónde queda la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas? ¿Cómo siguen mandando, por arte de birlibirloque, Juan Marín, Rocío Blanco, Rocío Ruiz, Sergio Romero, Teresa Pardo, Javier Millán..., próximamente Marta Busquet? Habrá que preguntarles a Platón y a Aristóteles.

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