El parqué
Jornada de caídas
María como nueva Eva ayuda a reparar la Humanidad dañada por el pecado original: porta al Niño Jesús que con la cruz golpea y vence a la serpiente en presencia de Adán y Eva. Es la singular imagen que da nombre a este convento.
Tras el declive de la vida monástica que en el ochocientos sufre toda España con las desamortizaciones, la Restauración borbónica logra revertir la situación en las últimas décadas del siglo con la vuelta de las antiguas órdenes pero, sobre todo, con la instalación de otras nuevas. En este contexto hay que entender este edificio, regentado en su origen por las Madres Reparadoras y desde 1974 por las Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada. Fundado en 1897, en principio se adaptan unas casas dieciochescas de la Plaza de los Ángeles. La reforma la ejecuta Francisco Hernández-Rubio, destacando la portada de la primitiva capilla, neogótica con discretos detalles modernistas.
Sin embargo, la entrada en la comunidad de Josefa Domecq hace que se aborde con su dote la monumental iglesia actual, quizás el ejemplo más opulento de arquitectura historicista en la ciudad. La familia Domecq, que había contado con el afamado Aníbal González para el edificio del Gallo Azul y para la fachada principal de sus bodegas en calle San Ildefonso, recurrió también a él para este proyecto. Pero su temprana muerte en 1929 llevó a que fuera su discípulo Aurelio Gómez Millán quien materializara una obra que se desarrolla entre 1935 y 1942.
El resultado fue una vistosa obra neomudéjar, no ajena al eclecticismo del Regionalismo característico de González y Gómez Millán. Un sobrino del primero, el no menos conocido artista sevillano Cayetano González, abordó el suntuoso retablo de plata y carey del altar mayor, que preside la escultura de María Reparadora. Una curiosa advocación para una no menos peculiar iconografía.
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