Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Es algo que vengo comentando con algunos aficionados en estas últimas semanas. Pienso que en la pasada Fiesta de la Bulería se ha dado una suerte de fenómeno que constituye para mí uno de los rasgos mas significativo de esta edición. Se trata de lo que denominaríamos la ruptura de la endogamia que, históricamente, la ha caracterizado. Y me explico: desde su nacimiento nuestra cita capital ha mirado de manera principal a Jerez, a su arte y a sus artistas. Invitados foráneos los ha habido e importantes, otra cosa es que triunfaran en esa especie de reto que era la plaza de toros. Fue una especie de ensimismamiento que nos podíamos permitir (y bien que nos lo pasábamos) por la cantidad y calidad de nuestros artistas, por su variedad de acentos y por el carisma de aquellos que supieron reinar. Frente a esa demostrada tendencia, este año he podido observar cómo las tres mujeres encargadas de dar contenido a cada una de las noches han borrado de un plumazo la frontera que nombra a nuestra ciudad, incluyendo en sus espectáculos a cantaoras y bailaoras venidas de otros puntos de Andalucía. María Terremoto lo hizo invitando, entre otras, a Encarna Anillo, de Cádiz, o a Anabel Valencia, de Lebrija; María Bermúdez trajo de Sevilla a La Farruca, a Esperanza Fernández y a Remedios Amaya; y María del Mar Moreno se permitió la lujosa compañía del baile de la trianera Pastora Galván y la granadina La Moneta, junto al cante de ese icono lebrijano llamado Inés Bacán. En todos los casos no faltó nuestro propio arte que, inserto en ese intercambio, mostró su inconfundible personalidad y su reconocible fuerza. De este positivo cruce de estilos, no podía salir nada malo. Nosotros hemos disfrutado de ese arte y nuestras invitadas propagan su experiencia (cantar o bailar en Jerez es un orgullo). Con ello ganamos todos y, más que nada, nuestra marca flamenca jerezana.

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