Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

VAYA semanita que nos han dado con el aniversario de Isabel II del Reino Unido. Me ha sorprendido la admiración, casi vasallaje, con la que los tertulianos de las televisiones se ponían cluecos con la regia señora. La han tratado como a la abuela de Caperucita siendo más mala que la quina. Si no que le pregunten al Príncipe Carlos, hijo suyo y también de la Gran Bretaña, que a buen seguro cumplirá los ochenta como príncipito heredero. Pobrecillo...

Su Graciosa Majestad tiene más pinta de doncella jubilada que de reina. No en balde Inglaterra fue engendrada por piratas, corsarios y filibusteros a costa del saqueo del Imperio Español.Tiene buena parte de su fortuna en paraísos fiscales y el pueblo feliz. Los hijos de la Gran Bretaña están locos con su familia real. Tiene explicación. Se trata de una proyección antropológica. Cuando se considera que algo nos representa y significa lo que soy o quiero llegar a ser, se genera una complicidad entre el símbolo y el representado. Cuando el sevillano grita: ¡Viva La Macarena!, en el fondo está diciendo: ¡Viva yo! La Macarena representa su barrio, su familia, sus vecinos, en definitiva, a él mismo. Cuando el inglés dice: ¡God save the Queen!, está participando antropológicamente de la grandeza del imperio británico que ve proyectada en su reina, con cetro, corona y carroza.

Juan Carlos I, que pudo ser Rey y Caudillo de España si le hubiera dado la real gana optó por ser Rey de una Monarquía parlamentaria. La democracia la urdió Su Católica Majestad con unos pocos colaboradores mientras los españoles desfilaban ordenadamente ante el féretro de Francisco Franco. Y la pactó con el comunista Carrillo, única oposición tenue del franquismo. Otros estaban de pícnic en el campo comiendo tortilla.

Por la misma razón antropológica, como se quiere acabar con España, los mismos tertulianos que alaban a Isabel destrozan a Juan Carlos. Solo por eso grito: ¡God save the King!

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