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EL 13 de agosto de 2021 se han cumplido quinientos años de la caída del imperialismo azteca: el más feroz que ha conocido la historia. Este pueblo no solo derrotaba y esclavizaba a sus vecinos, sino que además se los comía tras crueles ceremonias en las que les sacaban el corazón -a lo vivo-. Hernán Cortés aprovechó las ansias de liberación de estas viandas humanas que con él formaron un ejército para derrocar a la cruel aristocracia mexica.

Con estos mimbres se fundó el virreinato de la Nueva España, que tras varios siglos y nuevas conquistas dieron lugar a los Estados Unidos de Méjico (con jota de Nebrija). Los estados que alcanzan la independencia en 1821, nada tienen que ver con el México-Tenochtitlan de los aztecas. Se trata de un nuevo imperio de fundación española que abarcó buena parte de centro américa y más de la mitad de América del Norte. Entre otros oropeles y espejuelos, España les legó California, con su oro y Texas, con el petróleo. El Méjico actual pudo y debió ser el país más rico del mundo.

¿Qué paso? Pues los héroes del independentismo mexicano, pocos años más tarde, vendieron más de la mitad del territorio recibido de España a los Estados Unidos de Norteamérica, por quince millones de pesos, en el infame tratado de Guadalupe Hidalgo.

Sin embargo, su actual Presidente requiere del Rey de España que pida perdón a los indígenas por los efectos de una conquista militar protagonizada por los antepasados de ese Presidente. Que pida él perdón por los crímenes de sus abuelos, si los hubo. A la vez, padece "síndrome de Estocolmo" al olvidar a los estadounidenses que los engañaron, o a los mexicanos corruptos que se dejaron engañar. Pordiosean el afecto de los gringos y se revuelven contra el Rey de España por actos de conquista ocurridos hace quinientos años. ¡Échale huevos al yanqui!

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