Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Descanso Dominical

Horrotondas

Jerez es una habitual en los rankings de las rotondas más feas de España, y si se pone podría estar en el top mundial

En los años sesenta frente a la estación de trenes de Jerez sólo había un enorme e inhóspito descampado. Ni rastro de los edificios y bares de ahora, ni del bulevar o el aparcamiento subterráneo. No estaba tampoco la sede de Correos de antaño ni esa estación de autobuses que ya se caía a pedazos tres días antes de su inauguración. No había nada. En este escenario, cuenta una leyenda de la familia Benítez, que una mañana apareció circulando un motocarro, y que, pese a lo espacioso del lugar, una tía muy querida de nuestra saga se lo llevó por delante con el seiscientos que le había prestado justo ese día su hermano mayor. La probabilidad matemática de que se cruzasen en un mismo punto esos dos vehículos -no había más en un kilómetro y medio a la redonda- debía ser cercana a cero. Pero se hartaron de chapa.

Yo tengo una teoría. Ese acontecimiento en el espacio tiempo fue lo que dio origen a lo que hoy día se puede considerar técnicamente una plaga: las rotondas. Alguien pensó que este elemento podría ayudar a que los seiscientos y los motocarros no se siguieran estrellando en la soledad de una explanada. Y, seguramente, pensó también que podría ser un bello y práctico adorno ornamental para las calles de nuestra ciudad. Otro día hablaremos del número de rotondas, acaso un poquitín excesivo, que tenemos en Jerez; incluso nos podemos parar en otro momento a discernir sobre la manera en la que circulamos al llegar a estas paelleras urbanas. Pero hoy quiero hablar sobre su estética, y, más concretamente, sobre la estética de las que alguien acertadamente ha denominado como "horrotondas". Sí, amigos, sí. Jerez es una habitual de los rankings de las rotondas más feas de España, y, si se pone, podría estar en el top mundial.

De hecho, en los primeros puestos de todas las listas aparecen la del muñeco Michelín, puesta ahí por el Ayuntamiento para, a costa de que nos duelan los ojos, pagar una deuda con esta firma de neumáticos; la del motorista ese con alas que plantaron en la barriada de La Granja -¿eso qué es Dios mío de mi alma?; y, como no, la de los caballitos de colores. En este último caso parece estar funcionando un plan perfectamente urdido por la resistencia jerezana por el cual todos los años alguien se empotra contra la rotonda y se carga uno o dos ejemplares. Hoy he pasado por allí. Quedan siete u ocho.

También hay que decir que esta colección de horrores no es exclusiva de Jerez. ¿Se han fijado ustedes en la de Rafael Alberti en El Puerto? Nunca alguien en todos los sentidos tan grande fue representado antes con las hechuras de un gnomo. Quien esté libre de culpa que ponga otra 'horrotonda'.

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