Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Lola Flores en la obra de Francisco Umbral (y IV)

Lola Flores tuvo ocasión de entrevistar a Francisco Umbral en su programa televisivo ‘Sabor a Lolas’.

Lola Flores tuvo ocasión de entrevistar a Francisco Umbral en su programa televisivo ‘Sabor a Lolas’.

Pese a guarecerse detrás de un personaje de dandy implacable, de perfil rudo, bajo una armadura demasiado chata de alpaca plateada, todo fachada, Umbral en puridad fue una persona tierna, sensible hasta el extremo, frágil, vulnerable y quizá jamás saneada del todo de tres heridas difíciles de cicatrizar: la de saberse hijo de madre soltera y padre anónimo en una sociedad española derramada entonces por el cieno de los prejuicios y murmuraciones sobredimensionadas -de pueblerina casapuerta en casapuerta- y, a su vez, las muertes prematuras tanto de su madre -léase ‘El hijo de Greta Garbo’, uno de los más sentimentales y confesionales libros de su vasta cosecha- y la de su hijo a la corta de seis años -con quien mantuvo siempre una unión especialísima, signada por la autenticidad y el amor paterno-filial sin edulcorantes. Umbral derramó sobre su hijo todo el amor que por el contrario él echó muy en falta durante su infancia y primera juventud. De la tragedia contra natura del fallecimiento del niño nació paradójicamente ‘Mortal y rosa’ (1975), su obra cumbre, cuya escritura comenzó con el niño sano -estoy oyendo crecer a mi hijo- y finalizó poco después de su adiós definitivo. En la página 198 de la reedición en Cátedra, de 1995, desangra la letra del siguiente modo: “La risa de mi hijo. He perdido la risa de mi hijo. ¿Cuánto hace que no sonríe? En este mismo diario tengo escrito, me parece, que a la cripta que es un niño sólo se llega por la celosía de su risa. Mi hijo no ha vuelto a reír ni a sonreír. Su seriedad banal de otras veces resulta que presagiaba esta seriedad definitiva, esta manera de ser adulto que le da la enfermedad al niño. Y beso su vientre todavía abultado”.

No debemos calificar a Umbral de mujeriego. Pese a sus escarceos, que los hubo, amaba a su esposa María España -una mujer ejemplar de la Ceca a la Meca- por encima de todas las derivaciones. Por no decir (inocentes) desviaciones. Enamoradizo sí. No de flor en flor ni cada tres por cuatro. Pero sí puntualmente alcanzado -tocado y casi hundido- por la juguetona flecha de Cupido. En alguna ocasión España tuvo que imponerse y cortar por lo sano -hasta evaporarla- alguna intrusión matrimonial a punto de llevarse el gato al agua. Umbral estaban en la cumbre, manejaba como nadie los resortes de la seducción, pero más como experimentación literaria que como pretensión aposta. Ya sabemos que el juego de la seducción comporta la multiplicidad interpretativa. Umbral apelaba por lo común a sus musas en columnas irrefrenables: Ana Belén, María Luisa San José, Carmen Díez de Rivera, y puntuales becarias de periodismo -de nombre enmascarado- ante las que cualquier parecido con la realidad fuese mera coincidencia. Efecto ping pong de la recreación narrativa. También la literatura de ficción sube sus cordilleras de ternura. ¿Algo semejante destapó el sentimentalismo de Umbral al respecto de Lola Flores?

Para comprender con exactitud el grado afectivo latente entre Lola y Umbral, entre Umbral y Lola, debemos remontarnos al año 1993 y específicamente a la entrevista que la folclórica dedicó al escritor en su programa ‘Sabor a Lolas’ (sendos famosos del colorín y del papel couché ya entrados en años). Surgió una conversación, chisposa por veces, adobada de espontaneidad: esto es: de sinceridad. Hete aquí algunas dedicatorias del diálogo cruzado:

  • Yo psicológicamente, creo que te entiendo muy bien, Paco. Eres como un lord inglés.
  • - Estás guapísima, tú no eres como un lord inglés pero sí eres como una duquesa andaluza. Yo me cuido mucho de las mujeres malas.
  • - Pero te gustan las jovencitas, que yo lo sé.
  • - Sí pero eso está prohibido, es lo único que ha prohibido Felipe. Por cierto, ¿por qué no salimos una noche tú y yo, que estás guapísima?
  • - Yo a cenar contigo estoy dispuestísima.
  • - Pero no sólo a cenar, porque la noche es larga, la noche se mueve.
  • - ¿Cómo ves a la gente de España hoy?
  • - Yo la veo cada vez más como Lola Flores, guapísima, barroca, gitana. Tú y yo siempre hemos sido unos sentimentales, que creemos en el amor y la pasión, ¿a qué sí?
  • - Pues sí.
  • - Este mundo ya no es para nosotros, Lola. Tenemos que retirarnos del siglo.
  • - Tu prosa me gusta, Paco.
  • - Y si te gusta, ¿por qué no somos novios?
  • - ¿Con qué mujer te gustaría pasar una noche de pasión?
  • - Contigo, Lola, eso está claro.

Gran entrevista, dos genios, cada uno en su órbita y en su estilo. Se nota a leguas el aprecio que se profesaban. Lola y Umbral, raza y fulgor. La una, artista/artista. El otro, escritor veinticuatro horas al día. Los dos, únicos e irrepetibles. Como una paloma de azúcar, como una máquina de escribir que jamás clamó en el desierto. Símbolos indelebles de inmortalidad.

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