Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Me gusta viajar. Por falta de presupuesto -y valentía-, no he tenido la oportunidad de cruzar el charco ni el Estrecho. Pero sí he recorrido la mayor parte de España y muchos países de Europa. He sido muy afortunado. Muchos de mis conocidos se han visto obligados a marcharse lejos en búsqueda de un trabajo y una vida mejor. "Impulso aventurero de la juventud", como lo denominó una alto cargo del Gobierno del PP. Exilio económico, diría yo. El caso es que como turista he sido usuario del transporte público en una veintena de países. Me he dejado la vista en descifrar mapas en decenas de ciudades. Muchos de esos diagramas no contaban con una traducción al inglés que convirtiera una amalgama de consonantes en una expresión inteligible. Aún así, la claridad del diseño permitía al forastero orientarse en menos de un minuto.

Mis humildes dotes palidecen a la hora de enfrentarme a un mapa de los autobuses urbanos de Jerez. ¿Han probado alguna vez a comprobar qué autobuses pasan por las Angustias? ¿Cómo es posible que una ciudad que presume de tener más de 200.000 habitantes no cuente con ningún autobús que preste servicio a su única estación de ferrocarril, donde además ni siquiera se señaliza en su vestíbulo cómo llegar al Minotauro, la parada más cercana?

No le va a la zaga la red del Consorcio Metropolitano de la Bahía de Cádiz. Miren su web, y busquen los horarios de Jerez a Chiclana, por ejemplo, si no me creen. Es más, el decrépito estado de la estación de autobuses causa bochorno pese a que apenas lleva una década en servicio. Todas las pantallas están estropeadas y no hay ningún mostrador de información, por lo que se depende de la amabilidad de los viajeros que deambulan por el vestíbulo para averiguar dónde se va a estacionar el autobús deseado. No es sólo por el turismo o por el medio ambiente. La Unión Europea insiste en que el transporte público es vital para la inclusión social. En una ciudad con la quinta mayor tasa de paro de España, nos jugamos mucho más de lo que nos imaginamos.

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