A Pepe Guerra, quien me contó la mayor parte de lo que van a leer.

¿Qué fue de Rosique? ¿Quién vio sus pinturas? ¿Quién estudió su arte? ¿Por qué su obra no cuelga de ningún museo? ¿Por qué nunca le dedicaron una calle? ¿Existió realmente Rosique o fue una invención del pueblo? En la ciudad reina el silencio. Sólo los días de levante su sombra vuelve a volar sobre el Arroyo, despertando la memoria de los más viejos...

-Mi madre me decía que de joven era muy guapo, era rubio y todas las mujeres iban detrás de él. Y dibujando era el mejor. Figúrate tú allá que por los años cuarenta don Miguel Salido, de los Salido, los de la papelería, que tenían una imprenta, le pagó un curso en Valencia para que aprendiera a hacer carteles. Con lo mirados que eran esa gente por una peseta. Y le pagaron el curso. Y el tío cogió y se fue para allá y se bebió todo el dinero, y ni hizo el curso ni nada y luego se volvió a Jerez ya hecho un boliza...

Un boliza. Jerez necesita inventar héroes para luego destruirlos y tirarlos al fango. Ya lo hizo con Montenegro. Después le tocó a Rosique. Pero lo suyo fue peor, pues no le quedó ni la gloria póstuma.

-Francisco, creo que se llamaba Francisco Rosique...

Nadie presume de sus cuadros, ni los anticuarios los venden por cientos. Los falsificadores no comen a su costa. Ya apenas nadie recuerda su nombre.

-Algunas veces desaparecía, y entonces todo el mundo pensaba que se había muerto. Pero qué va. Se iba por la Sierra, por ahí por los pueblos con un hatillo donde llevaba una botella con aguarrás y latas de pintura de colores. Entonces se metía en las ventas y pintaba alguna cosa en las pareces, algún rótulo o lo que se terciase, y el de la venta le daba un plato de comida y una botella de aguardiente. Me figuro que todas las cosas que pintó en las paredes de esas ventas acabarían por perderse, después de tantos años, y con tantas reformas como se han hecho en todas partes... Yo me acuerdo de haberlo visto pintando en la pared de una pescadería que había en la plaza San Juan, te estoy hablando de cuando yo era un muchacho, y allí hizo la playa, con una barca llena de pescado, y todo estaba perfecto, sólo faltaba la brisa...

Nacido bajo el signo de Saturno. Preso de la melancolía. El virtuosismo técnico diluido en litros de alcohol. La lucha eterna entre el deber y la voluntad. Nadie sabe qué llevó al artista a comportarse como un vagabundo. Tal vez fuese la falta de reconocimiento, tal vez fuesen otros desengaños o quizás sencillamente decidió que lo más fácil y placentero era lanzarse a navegar por el mar de la bebida. Pero Jerez no era París, y aquí no se mimaba a los enfants terribles. Aquí se les trataba a patadas. La libertad absoluta tiene un alto precio.

-Muchas veces dormía en las cunetas, y después aparecía por las calles todo lleno de hierbajos en el pelo y en la ropa. ¡Y como olía! Apestaba a bicho muerto. Yo trabajaba allí, en la papelería de la calle Algarve, donde tú tienes la librería, y Rosique venía de cuando en cuando, porque yo le daba papel barba, con el que venían envueltas algunas cosas. Como entrara allí, yo le daba sus papeles corriendo, porque como lo dejara que se quedase me espantaba a la clientela con la peste que llevaba. Luego, muchas veces me traía dibujos hechos a plumilla, de toreros y de toros. Mira este, que todavía lo guardo. 'El arte de torear según la idea de Rosique'. Esto lo hacía en un momento. Y fíjate cómo está dibujado el toro, y el torero. Esto es saber pintar. Hay gente que ni con los cinco años de Bellas Artes hace esto. Y la cabeza que tenía. Tenía una memoria... Ya te digo que era una pena que estuviese alcoholizado, porque ese hombre podría haber hecho lo que le hubiese dado la gana en la vida. A mí de cuando en cuando se ponía a recitarme los artículos que mi tío había escrito en El Guadalete, cuarenta años antes. Me acuerdo de uno que repetía muchas veces y que empezaba "Muros carcomidos de la Cartuja...".

Un día, a principios de los ochenta, Rosique volvió a desaparecer, pero nunca regresó. Su fantástico viaje por los pueblos de mi Andalucía se prolongó más de la cuenta y los vecinos del Arroyo dejaron de verlo tirado en el suelo durmiendo la borrachera. Jerez perdió al gran artista que nunca fue y la ciudad se encargó de sepultar su memoria. Sólo los días de levante, el viento vuelve a traer su bizarra figura, para nublar la mente de los más viejos.

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