Yo te digo mi verdad

Toros o ninguno

Aquí somos muy dados a considerar como antiespañoles a quienes tienen otra idea de lo que debe ser España

Ahora resulta que las esencias de la Patria están entre los cuernos de un toro, y que si uno se declara antitaurino atenta contra ellas. No es este mi caso y sin embargo, en España ha habido siempre casi tantos de estos como de los defensores de matar reses después de torearlas, burlarlas, pincharlas y cansarlas por todos los medios. En este país, libremente creo, la inmensa mayoría opta ahora por la indiferencia ante lo que en otros tiempos se llamó, y seguramente fue, fiesta nacional.

La decisión del ministro de Cultura de suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia ha sido considerado por algunos (no tantos, y eso es también sintomático) como un atentado contra las antedichas esencias patrias, como si eso existiera. Aquí somos muy dados a considerar como antiespañoles a quienes sencillamente tienen otra idea de lo que debe ser España. Y así consideramos enemigos de la Nación a quienes llaman tortura animal a lo que sufre un toro durante esas tardes de sol y moscas, como dijo el otro.

Uno se permite pedir permiso para no tener una idea clara sobre todo, y en mi caso tengo dudas, y grandes, sobre la conveniencia de prohibir o no las corridas de toros.

Pero no me planteo ni un segundo la posibilidad de expulsar del patio patriótico a quienes las rechazan por cruel e innecesariamente sangrientas. Tampoco llamaré asesino a un torero ni cómplices a los aficionados a un arte que incluye bellos movimientos de cadera y de capotes al aire pero también clavar dardos en el lomo, empujar con saña una lanza sobre el morrillo y atravesar el corazón de un animal llamado por sorteo, y sin poder negarse, a servir de diversión a un público fieramente humano, que ha decidido llamar a eso arte.

Por eso, es una opción política (¿cuál no lo es?) legítima retirar de entre las distinciones estatales un Premio Nacional que debería tener tras de sí el apoyo de una gran parte, la mayor al menos, del conjunto del Estado. Ahora ese apoyo masivo está algo más que en duda y es normal que ciertas ideologías se lo planteen como un rasgo nacional efectivamente, pero más como defecto que como virtud. Nada que ver con que se quiera destruir los cimientos de la Patria, ese concepto pasional tan difícil de asimilar que constantemente nos tienen que estar recordando dónde están sus límites y quién los marca.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios