No entiendo a la UE, ni al gobierno de Sánchez. Hay cosas que no tienen plazo. Reconocer a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela no tiene esperas ni excusas. Es una cuestión de orden moral, de primera necesidad; el pueblo se juega su libertad y su futuro, ese que durante tantos años se les ha robado en nombre de una ideología fullera y mentirosa. Quien piense que Maduro tiene una pizca de credibilidad para convocar elecciones libres y transparentes, está para ir al loquero. Ni ocho días ni ocho minutos. El comunismo bolivariano de los padres políticos de Iglesias, Errejón y asociados sólo han traído al maltrecho pueblo venezolano, miseria, hambre y muerte. El presidente Sánchez dijo ayer en tono mitinero que "la izquierda no tiene nada que ver con Maduro, la izquierda es lo opuesto a Maduro". Quien lo diría. Hay que tener cuajo para decir esto cuando la izquierda más radical y la más "civilizada" se han pasado las cinco últimas décadas blanqueado a la dictadura cubana, más asesina y liberticida si cabe. Para huir de las contradicciones, es remedio aconsejable imaginar diferentes escenarios políticos para afinar las aseveraciones que uno hace, sea en el calor del mitin o en la charla reflexiva. Un poner: qué pensaría un bienintencionado progresista si para acabar con el franquismo, se le hubiera pedido al dictador que organizara unas elecciones democráticas, así en plan tranquilo, renunciando al control de los medios de comunicación y de producción, de las fuerzas armadas y de la manipulación del engranaje social. El comunismo chavista es el reverso de la democracia, así que nada que se organice con respeto a sus reglas, con transparencia y en total libertad, puede ser tutelado por quien es guardián de la esencia más autoritarias. España y la UE deben rectificar y no tontear con inútiles plazos.

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