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Quousque tandem
Que la expresión “clase política” esté instalada en el lenguaje coloquial es una clara muestra de fragilidad democrática. El honrado ejercicio de la política es la entrega a la causa de todos. Lo contrario de buscar un medio de vida orientado a medrar para el propio beneficio. Aristóteles diferenció monarquía de tiranía; aristocracia de oligarquía y democracia de demagogia. Por monarquía, aristocracia y democracia entendía el gobierno de un hombre ilustre, de un conjunto de los mejores -eso significa aristos– o de todo el pueblo, el demos. La primera muta en tiranía cuando el poder se detenta por la fuerza; la degeneración de la aristocracia la convierte en oligarquía y la demagogia es la putrefacción de la democracia apelando a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del pueblo para obtener su apoyo sin más objeto que alcanzar el poder y detentarlo en su propio interés.
Cuando la representación ciudadana, y por ende el gobierno, queda en manos exclusivas de un grupo, sea cual sea el modo en el que se seleccionen sus miembros, la democracia se degenera. Y tan enemigo de ella es la tiranía de las dictaduras como el populismo demagógico de las autocracias o el caciquismo cerril de las oligarquías. Si la pertenencia a la clase dirigente se basa en la familia volvemos la vista al Antiguo Régimen donde, para ostentar ciertos cargos, pesaba más el linaje que la valía personal. Si fuera la riqueza, nos retrotraemos hasta los plutócratas del siglo XIX y si es la cooptación partidaria, basta con mirarnos al espejo. Si en algo coinciden estos procesos degenerativos es en que no se alienta a los mejores para acceder al servicio público sino a los más sumisos y rastreros siervos del amo de turno.
Para mantenerse viva y libre, una sociedad democrática requiere, no solo el compromiso activo de los ciudadanos para nutrirla continuamente con su comportamiento respetuoso con la Constitución, las leyes y el estado de derecho; cimientos sobre los que se edifica la democracia liberal, sino también su compromiso a mantener una cotidiana actitud de alerta vigilante. Ni la Libertad, ni los derechos individuales son una conquista indeleble. Hay que defenderlos a diario de quienes anhelan limitarlos en su propio beneficio para alcanzar o mantenerse en el poder junto a sus cohortes de cegados aduladores.
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