SOY un gran admirador de los sumilleres. Su trabajo no solo consiste en recomendarnos qué vino marida con qué plato, sino que son una parte fundamental a la hora de la difusión de los mismos en una tierra determinada. Es decir, creo en la especialización de los sumilleres por la zona vitivinícola en la que desempeñan su labor, aunque obviamente con amplio armario de sugerencias de cualquier otra DO.

Los sumilleres son aquellos profesionales que nos permiten probar aromas y matices que combinan a la perfección con los platos que disfrutamos. Y además, los valoro tanto porque no cualquiera puede ser sumiller. Serlo conlleva una preparación, un conocimiento y una ilusión por los vinos que tan solo con abrir la boca, se les nota. Al igual que no cualquiera no sirve para opinar en una columna de opinión, ya que no todos aportan los argumentos necesarios para defender una idea u otra. Creo que actualmente es el momento de los sumilleres. Porque el vino se ha convertido en un elemento imprescindible para convertir las ocasiones culinarias en verdaderas experiencias gastronómicas. Reales. Sin pamplineo. Descubriendo todo ese abanico de olores y sabores que nos permitenmaridar vinos con lo que comemos. Además, es un punto a favor de una hostelería que, dicho sea de paso, sufre uno de los peores momentos de los últimos años debido a esta crisis sanitaria, y que está pagando una multa que no merece.

Por eso, apostando por el papel del sumiller tendrá ese punto diferencial de quien ofrece una comida y quien ofrece una experiencia gastronómica. Quien cree en los sumilleres y pone en valor su papel imprescindible será un restaurante que a la postre apuesta por los vinos. Por eso estoy convencido que, gracias a los sumilleres, los vinos de cada zona vinícola serán más reconocidos por el consumidor final. Porque no es lo mismo beberse un vino que disfrutarlo. Y para llegar al punto de emocionarse con un vino en un restaurante, los sumilleres tienen mucho que ver. Es vuestro momento, sumilleres.