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Descanso Dominical

¿Qué es una mujer?

La mayoría de las mujeres y los hombres creemos en un feminismo sano, a años luz de los discursos desquiciados

¿UÉ es una mujer?, espetaba un grupo de jóvenes a Irene Montero el pasado 8 de marzo. Así, cuentan las crónicas, expresaban su rechazo a los postulados de una ministra que, con la inestimable ayuda de su equipo, parece haber desvirtuado y aniquilado en lo que dura una legislatura el sentido, el espíritu, el fin y el alma del feminismo, un movimiento que sí, es una lucha, pero donde no, no todo vale. El descontento con el modelo que pretende imponer a sangre y fuego el Ministerio de Igualdad tiene su fotografía más evidente en las manifestaciones del 8M, y, sobre todo, en la de Madrid, que ha visto derrumbarse vertiginosamente la participación en las calles. Los números los ponen la Delegación del Gobierno y medios nada sospechosos como El País, los mismos que en 2019 cifraron en 375.000 personas el volumen de la protesta y este año lo han dejado en 27.000, que, siendo mucha gente, se antoja como un suspiro exánime frente al huracán que sacudió la capital años atrás. No se recordaba un batacazo de tales proporciones desde que Albert Rivera se cargó Ciudadanos de tanto mirarse al espejo.

La explicación a este 'crochet' que tumba en la lona las posturas más radicalizadas y obtusas estaría en la patina de sectarismo que ha embadurnado una causa tan noble como la feminista. También en el enorme desfiladero que hay entre gritar a favor de la igualdad y los derechos de una mujer, o, como hemos llegado a ver, desear a gritos que la madre de alguien -quien sea- hubiese abortado a tiempo; o echar de la manifestación a los hombres por el mero hecho de serlo. Dos formas diametralmente opuestas de practicar el feminismo, y la segunda ha fracasado por introducir en la ecuación la fratricida política de trincheras y la bilis del odio, que lo encharca todo. Quiero pensar que la gran mayoría de las mujeres y los hombres creemos en un feminismo sano, a años luz de los discursos desquiciados, un feminismo batallador, contundente y reivindicativo, pero no tóxico.

El coraje de las vendedoras de la puerta de la Plaza, el descaro de la Mala Rodríguez, la clarividencia de Roxana Sáez, el olfato de Pilar Pla, la fuerza de María Terremoto, el corazón de Carmen Oliva, el desempeño de Josefa de los Reyes, el recuerdo de Miriam Tamayo, la poesía de Pilar Paz, el brillo de los ojos de Lola Flores; la voluntad, la inteligencia y el sudor de tantas que cada día dan sentido a sus vidas. Todo eso y mucho más es una mujer, sin necesidad de echar espumarajos por la boca para definirse y reivindicarse.

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