Francisco Bejarano

Los secretos de la NASA

HABLANDO EN EL DESIERTO

10 de agosto 2008 - 01:00

E L pasado julio se ha cumplido medio siglo de la creación de la NASA, siglas en inglés de la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio, y un antiguo empleado suyo, Edgar Mitchell, astronauta del "Apolo X" y del "Apolo XIV", que realizó un paseo lunar de más de nueve horas, el más largo hasta ahora, cree que la institución espacial, el gobierno de Estados Unidos en realidad, oculta a la opinión pública la existencia de extraterrestres y los contactos que mantiene con ellos. La creencia en seres de otros mundos está tan arraigada en la cultura popular norteamericana como las apariciones marianas en Europa. Más quizá: el 72% de los estadounidenses cree que las autoridades ocultan información sobre sus encuentros en la tercera fase. La NASA lo ha desmentido una y otra vez (ya debía no contestar, pero sería peor) sin que sirva de nada que no sea afianzar la fe de los creyentes.

Un país, por avanzado que esté en astronáutica y por poderoso que sea, no puede ocultar él solo las visitas de los extraterrestres al planeta. En la antigua URSS, tan avanzada, en su momento, en la exploración del espacio como Estados Unidos, gustaba mucho la creencia en visitantes de otras galaxias, o de la nuestra, porque irritaban al patriarca de Moscú y creaban dudas en los ciudadanos fieles a su fe religiosa. Un Estado laico con tendencia al ateísmo oficial veía con buenos ojos este asunto; pero, que yo sepa, nunca nos presentaron a los extraterrestres llegados de un planeta remotísimo con una tecnología miles de años por delante de la nuestra, a velocidades superiores a la de luz o por los agujeros de gusano, atajo cósmico que aún no he entendido del todo salvo en los gráficos. Si hay vida en la tierra, puede haberla en otros planetas, aun la vida con cerebro privilegiado. No lo sabemos. En el cosmos, hasta lo cercano está lejísimos.

La hipótesis es atractiva y de ahí su éxito popular: una civilización de seres bajitos y con ojos muy grandes, según Edgar Mitchell, superadora de las guerras y bondadosa, a quien la curiosidad natural de la inteligencia los ha traído hasta la tierra para entrevistarse con altos cargos de la NASA y, supongo, con el presidente de Estados Unidos, no sabemos con qué fin. Discretos son desde luego. No han ido a la ONU, no han visitado al Papa, no han impedido ninguna de las peores guerras en marcha, ni, como la virgen de Fátima, han dejado ningún mensaje. O tal vez sí. La conspiración de la NASA es férrea en el secreto, tampoco sabemos por qué. Mientras una creencia popular mantenga el misterio tendrá vida. Los escritores y guionistas de ciencia ficción, el cine y la televisión tienen el porvenir asegurado. Los lectores de revistas de misterios sin resolver y enigmas del universo, cuentan cada mes con un consuelo espiritual que la prosaica realidad les niega.

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