Una vuelta más
Jesús Benítez
Un libro por los milagros de la catedral
Lugares con encanto
Cada rincón de la ciudad de Jerez aguarda una historia cruel, conmovedora, mística misteriosa, sorprendente… Así sucede con las iglesias, conventos, edificios civiles, excavaciones o parques, por ejemplo. Un claro ejemplo de ello es la conocida y céntrica plaza Aladro. Ésta se halla en el ensanche del siglo XVIII que tuvo lugar en los antiguos Llanos de San Sebastián, tuvieron una enorme actividad constructiva durante los siglos XVIII y XIX.
Si bien es cierto que la plaza Esteve toma el nombre de su arquitecto, este caso es diferente. Fue bautizada así por el diplomático español Juan Pedro Aladro y Kastriota. Lo exótico de su apellido se debe a que se trataba de un jerezano aspirante por línea materna al trono albanés y quien costeó la creación de la conocida plaza.
Para entenderlo el origen de este emplazamiento quizá sea necesario remontarse unos años atrás. El padre de Aladro y Kastriota era Juan Pedro Domecq Lembeye. Éste adquirió el Palacio del Marqués de Montana, pasándose a llamar entonces Palacio de Domecq. Dicho palacio, levantado en los Llanos de San Sebastián, dejaría dos espacios a cada lado: uno de ellos, conocido actualmente como Alameda Cristina, y en el otro lado, En 1897, Juan Pedro Aladro Domecq, bajo la supervisión del arquitecto municipal José Estévez, inició el derribo del edificio de la fuente de San José que ocupaba este lugar. Su hijo Juan Pedro Aladro y Kastriota creó la plaza que aún lleva su propio nombre. Corrió con los gastos de la pavimentación y el ajardinado, así como de la fuente que preside la zona central. En esta fuente, fue diseñada y fabricada en 1898, reza la siguiente inscripción: “Donada a la ciudad por J.P. de Aladro 1898”.
La plaza San Andrés, la calle Santo Domingo y la calle Zaragoza confluyen en la plaza. Respecto a la arboleda que actualmente presenta esta plaza, destacan un pie centenario de Lagunaria o Pica-pica y un ejemplar de Palmera de abanico China. Frente a la plaza, en la acera de la calle Rosario se observa una alineación de almeces americanos entre los que se encuentra un ejemplar singular.
De un tiempo a esta parte la plaza se erigió como el firmamento de la gastronomía jerezana, pues albergaba a escasos metros los dos únicos establecimientos hosteleros con estrella Michelin de la ciudad: Lú, Cocina y Alma, y Mantúa.
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