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Reflexiones sobre psicología

El uso del metilfenidato

  • Hay que reiterar la importancia de que el diagnóstico sea del especialista adecuado

Una pregunta muy recurrente en consulta es la diferencia entre psiquiatra y psicólogo.

Y no deja de ser el preámbulo que apacigüe su enfrentamiento dicotómico existente entre tomar medicación o solventar sus demonios mediante algún remedio "birlibirloquero" que ofrezcamos los psicólogos.

Nada más lejos de la realidad, los psicólogos no estamos en contra de la medicación, faltaría más. Como mucho, nuestros discursos pudieran ser en ocasiones paladines de la sobremedicación de la población no clínica o, en su caso, de la deshumanización de una sociedad incapaz de convivir con el dolor producido, por ejemplo, tras la pérdida de un ser querido sin la dosis de psicofármaco paliativo.

Sin embargo, es evidente que la psicofarmacología cumple un papel importante en determinados trastornos y que numerosos estudios apuntan a la conveniencia de solapar psicofarmacología y terapia como proceso más eficaz para enfrentarse a dichos trastornos.

Pongamos como ejemplo el trastorno de moda en el ámbito escolar, el déficit de atención con/sin hiperactividad (TDA/H). Hablamos de un trastorno causado por una deficiencia en los neurotransmisores, concretamente dopamina y noradrenalina. Un nivel inadecuado de estas sustancias en el lóbulo frontal condiciona que las funciones ejecutivas no se desarrollen con normalidad.

Es comprensible que muchos padres sean reacios y les preocupe administrar psicofármacos a sus hijos. La importancia de la información detallada del especialista es imprescindible para tranquilizarlos.

La máxima efectividad del tratamiento farmacológico se alcanza iniciándolo de manera precoz cuando, después de un tiempo prudencial de tratamiento educativo, los síntomas no se controlan y la repercusión en la vida del niño es evidente.

Para el tratamiento del TDA/H podemos decir que el fármaco de primera línea es el metilfenidato.

Se encuentra dentro de la categoría de los estimulantes y produce un aumento en el nivel de los neurotransmisores, especialmente dopamina, necesarios para el buen funcionamiento de las áreas cerebrales implicadas en el TDA/H.

A pesar de estar dentro de la categoría de los llamados estimulantes, paradójicamente en los niños con TDA/H produce una disminución de su actividad motriz e impulsividad facilitando la capacidad de centrar la atención.

Es importante puntualizar que aunque el metilfenidato y las anfetaminas pertenecen al grupo de estimulantes, son fármacos distintos y el primero carece del poder adictivo del segundo, además de probarse su papel preventivo frente a las adicciones en la vida adulta.

Cierto es que puede presentar efectos secundarios a corto plazo. Destacamos la disminución de apetito, posible dificultad para conciliar el sueño (ambos efectos suelen estabilizarse en el tiempo), dolor de cabeza, abdominal y/o labilidad emocional (estos efectos se evitan o minimizan con un escalado lento de las dosis).

A largo plazo no se conocen efectos negativos y numerosísimos estudios lo avalan. Es más, podríamos decir que estamos ante uno de los fármacos más y mejor estudiados de los que se usan en la edad pediátrica.

Ahora bien, reitero la importancia de que el diagnóstico definitivo de TDA/H lo dé el especialista adecuado.

Si por algún motivo alguien hace saltar las alarmas, no estigmatice a su hijo sin que previamente lo haya visto su pediatra y éste, llegado el caso, lo haya derivado al especialista adecuado.

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