Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

L O hemos comprobado con la epidemia del coronavirus. Por más que se frotaban las manos en algunas cadenas de televisión (a ver si al fin aparecía algún enfermo por estos pagos que subiera la audiencia y justificara el despliegue de medios), no había manera de ofrecer nada suficientemente dramático. Mecachis.

Como pasaban los días sin dar a los espectadores un buen sacrificio humano en forma de carnaza informativa, nos hemos tenido que conformar con el placebo de algunas falsas alarmas y de varios rumores más o menos infundados. Pero así no se hace carrera en la prensa. Contar lo que pasa está bien cuando pasa algo, pero los telediarios hay que seguir emitiéndolos incluso cuando no ocurre nada del otro mundo. Por eso, hartos de esperar, muchos medios han preferido contraatacar y olvidarse de la anodina realidad para contar "con pelos y señales, en riguroso directo, como no podría ser de otra manera, la rabiosa actualidad" de lo que no está pasando pero sí que podría pasar.

Así, lograron calmar nuestra sed de noticias trágicas publicando titulares sobre posibles contagios entre niños de Barcelona o entre sus abuelos en Baleares, o relatando la historia de viajeros recién llegados de China que podrían haber facturado un cargamento de virus hasta España, aunque las probabilidades fueran casi nulas.

La realidad suele ser bastante apañada a la hora de ejercer el periodismo de investigación pero, entre que esa realidad a veces pilla lejos de los estudios centrales y que tampoco conviene abusar de ella porque suele estar muy vista, se entiende que muchos redactores de informativos prefieran recurrir al sugerente mundo de la ciencia ficción, que da un juego tremendo.

Los verbos en modo condicional brindan unas oportunidades fantásticas para contar lo que a uno le dé la gana. Mientras la prudencia recomienda no dar por sentado quién es el asesino antes de que llegue el forense, el uso del condicional permite vender la exclusiva sin arriesgar nada. Por ello no es raro disfrutar de boletines informativos que, con el cadáver aún caliente, se apresuran a decir que podría tratarse de un ajuste de cuentas; o que, sin hacer más averiguaciones, dan por sentado que el incendio podría haber sido provocado, que el mundo se podría acabar de aquí a 20 años o que la Reina de Inglaterra podría haberse caído por las escaleras de palacio huyendo de unos admiradores.

En ese periodismo condicional cabe todo: ¿podría Su Santidad someterse a una operación de cambio de sexo y convertirse en el primer Papa transexual? Como poder, podría, claro. No entiendo, por tanto, a qué esperan para anunciarlo algunos medios.

¿Podría Curro Romero volver a torear? Y el Alcázar de Jerez, ¿no se podría transformar en centro comercial? Si se engaña a los críos dándoles de comer morcilla vegetariana y hamburguesas que tampoco llevan chicha, ¿por qué no se va a informar sobre cosas que ni han ocurrido, o dar la noticia de que seguimos sin noticias, y ofrecer carnaza que no lleva ni carne? Como poder, ya digo, se podría.

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