Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez y Cádiz, de nuevo Luis Gonzalo

Luis Gonzalo recibiendo en su estudio gaditano a una comisión de la Academia de San Dionisio de Jerez.

Luis Gonzalo recibiendo en su estudio gaditano a una comisión de la Academia de San Dionisio de Jerez.

Luis Gonzalo era partidario de la felicidad, como el título que Carmen Riera consignara para la antología poética del grupo catalán de los 50. Sus concepto de la existencia poseía patente de corso renacentista. Los pensamientos siempre en frenética ebullición. La inspiración polivalente. Luis: afluente de sí mismo. Optimista recalcitrante. Creador nato. Neto. Lato. Artista y gestor las veinticuatro horas del día. Incluso los festivos y fiestas de guardar. A Dios rogando y con el pincel deslizando. Nunca horas muertas sino redivivas según el trazo multicolor de crines -de capotes en media verónica, de Cristos dolientes, de orteguiana rebelión de las masas, de ángelus color magenta- que ondulan la cuadratura del lienzo. El tiempo tasaba su efecto multiplicador en el estudio gaditano de Luis Gonzalo González González, intramuros aquella planta baja de edificio con susurro de piedra ostionera, con olor a sol y sal, con corredores de correderas puertas, de obras en gestación y tubos de pintura al óleo, con ecos recentísimos de musicalidad de Chaikovski y con bandejas de canapés y jerez de honor cuando la visita siempre se topaba de bruces con el generoso croquetazo de este jerezano/gaditano capaz de colorear de simpatía todos sus espacios circunvecinos.

Proactivo infatigable, cargaba con incesantes proyectos en ristre: otorgó de por vida tregua al desaliento. Resultaba difícil seguirle el ritmo. Ni por asomó bajó “a los abigarrados subterfugios de la infecundidad”, según verso de Bonald. Luis se avino a una catalogación sin virajes: era un clásico vivo. Buena salud de hierro: nunca coqueteó con los prefijos de la enfermedad. Menos todavía con las codas de la necrológica propia. Se cuidaba con esmero, tanto en lo físico como en lo psicológico. Regaló cariño a raudales. Dar afecto constituía para Luis una necesidad vital. Parecía insistente pero tan sólo se trataba de un modo expedito y expeditivo de llamar la atención de las personas que conformaban/conformábamos su núcleo afectivo.

En cuanto a quien suscribe se hizo presente en mi cotidianeidad. Me tenía al día de su producción y de su quehacer tan pluridimensional. No sólo a efectos informativos sino también participativos. Desde la germinal gestión de cualquier primigenia idea. ¡Cuánta emoción sobrepuso en el nacimiento de la Fundación que por derecho propio lleva su nombre! Nos llevábamos a las mil maravillas. Cuando falleció, creo en mí una especie de repentino vacío parecido al que deja un mentor familiar. Un tercer abuelo que te protegía con el halago y la omnipresencia diaria. No me percaté de ello hasta la hora nona del obituario. Las paradojas que la muerte -de un tercero- insufla a la vida -de quienes permanecemos-.

Luis Gonzalo era una Universidad andante de Bellas Artes. Abogaba por el visible compromiso cultural de las instituciones. Cierta vez me respondió con explicitud: “Las instituciones privadas y públicas deben estar despiertas y cooperar en el movimiento artístico, empresarial e industrial”. Luis Gonzalo abrigaba dos terminologías claves en su léxico unipersonal: lo onírico y las patentes. Luis era un bigotito cano perfilado en corto, una colección de jerséis de rombos que triangulaban el asomo de estilosas corbatas, una cartera de innúmeras tarjetas, las manos transparentadas de sistemas circulatorios, los clásicos zapatos Castellanos -negros, relucientes-. Sonreía mucho administrando silencios de cortesía. La risa de Luis era genuina: lacónica, hacia adentro, con rectangular posición de labios y un grave je-je-je sucesivo con fonética lenta y acompasada. Ahora el Ayuntamiento de Jerez aprueba el proceso de nombrar a Luis Hijo Predilecto a título póstumo. Esta distinción, ya promovida por la asociación de vecinos de La Plata, llenaba de ilusión a nuestro recordado académico. ¡Se la merece con creces! Luis Gonzalo dio a espuertas mucho amor, mucha docencia, mucha obra! Ojalá cunda su ejemplo. Como escribiera el poeta y periodista Lorenzo Gomis: “Lo humano no es el hombre, es lo que deja”. ¡Pues menudo legado de humanidad y humanismo nos ha dejado ya para siempre el bueno de Luis Gonzalo! ¿Verdad que sí, José Luis Sánchez López?

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