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Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

La guerra del doctor Velázquez

Me dijo: 'Me voy a la guerra' y se fue". La viuda del doctor Óscar Jaime Velázquez, primer médico fallecido en Jerez desde el inicio de la pandemia, relataba así el día que su marido le dijo que se iba a la residencia de La Marquesa, donde se ha registrado uno de los brotes más duros que se recuerdan en esta crisis sanitaria, con buena parte de los fallecidos en la ciudad en el pasado mes de abril. No se equivocaba el doctor Velázquez en aquellos días grises de una primavera que nunca llegó.

Su denodado afán por luchar contra el coronavirus y sus consecuencias, por encontrar en Jerez un lugar en el que desarrollar su amada profesión y un proyecto de vida no han obtenido el premio que se merecía por tanta generosidad.

Ver su foto junto a Gladys, su mujer, a punto de soplar las velas de su 53 cumpleaños, el último del que disfrutó -los 54 años los cumplió ya muy grave en la UCI del Hospital de Jerez- es un mensaje que deberíamos tener en cuenta todos los ciudadanos en unos momentos de gran confusión e incertidumbre. Esa foto feliz, hace apenas un año, es la imagen de la fragilidad de la existencia humana. Y más viviendo de un médico, una figura que con todo merecimiento tiene en la máxima consideración la sociedad. Y si ellos, los médicos, también son vulnerables a la enfermedad, cuánto no lo seremos los demás, ajenos a tantos conceptos sobre la salud y las consecuencias de su falta.

Es cierto que, como el doctor Velázquez, ellos están en primera línea de esta guerra sin comillas y se exponen mucho más que el resto de los mortales. Pero también lo es que ellos lo hacen por salvar vidas, por vocación, con un objetivo noble y leal, y no por algo tan simple como comer o beber sin respetar las mínimas condiciones de seguridad ante el virus. Sólo hay que echar un vistazo a algunas céntricas calles de Jerez, sobre todo los fines de semana, para comprobar cómo en el momento en el que muchas personas entran en un bar o un pub, o simplemente se sientan en sus terrazas, se quitan las mascarillas y se consideran inmunes. Como si el hecho de estar tomando una tapa o una cerveza, sin respetar la distancia que los expertos recomiendan, fuese una vacuna. Una cosa es tratar de salvar a la hostelería y otra muy distinta convertirla en un espacio anticovid por el mero hecho de pisar un establecimiento. ¿De qué han servido entonces tantos sacrificios como el del doctor Velázquez o el de los más de cuatrocientos sanitarios contagiados sólo en la provincia de Cádiz?

El mejor homenaje a Óscar Jaime, como decían este viernes sus compañeros, es seguir luchando con fuerza contra esta pandemia que, al contrario que muchas personas, no ha bajado la guardia y sigue buscando cualquier hueco para colarse entre nosotros, los simples y en ocasiones ingenuos humanos. Esto no ha acabado y personas como el primer médico que ha fallecido desde que empezó la pandemia en Jerez y por supuesto el resto de las víctimas se merecen todo nuestro respeto, homenaje y, sobre todo, que ganemos esta guerra.

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