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Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

La lección del Muro

Treinta años después existen quienes siguen queriendo levantar más fronteras y barreras entre las personas

Con tanto ruido electoral no puede pasar de largo una de las fechas que la Humanidad, o al menos el mundo supuestamente civilizado, debería celebrar siempre dentro de su calendario festivo. Ayer, 9 de noviembre, se cumplieron 30 años de la caía del Muro de Berlín, el fin de una época que marcó el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. ¿Dónde estábamos entonces? Aquellas imágenes que ofrecía la todavía única cadena de televisión existente en nuestro país parecen hoy recogidas de una película. El desmoronamiento de los regímenes comunistas en lo que fue la antigua URSS y otros países de su entorno se venía fraguando desde la llegada al poder de Gorbachov, con los ecos de aquel polaco rebelde llamado Lech Walesa. Nada volvería a ser igual desde entonces y no sólo en los mapas.

La caída del Muro fue todo un símbolo pero, desgraciadamente, aquellos momentos de fiesta por la libertad se olvidaron demasiado pronto. Europa tiene una memoria demasiado frágil y parece condenada a no aprender definitivamente de sus propios errores. La añoranza de algunos por regímenes que condenaron a muchos países durante décadas es palpable en nuestros días. Pónganles las siglas que quieran, aquí en España o incluso en la propia Alemania, en los territorios de la antigua RDA donde hoy surgen (o resurgen) los peores fantasmas de antaño.

En Berlín cayó un muro pero todavía siguen existiendo muchos, menos de los que algunos desearían, por ejemplo, en Cataluña, en la frontera con Marruecos, en la frontera de Méjico con Estados Unidos o en la de Irlanda con Irlanda del Norte por el Brexit. Esas barreras no tienen por qué ser sólo físicas. Existen muros a veces igual de dañinos para las personas, como aquellos que se levantan desde un supuesto proteccionismo con castigos arancelarios o embargos que empobrecen países.

De la guerra fría que enfrentó a dos bloques (el comunismo y el capitalismo) se pasó a la globalización y ahora los muros son también, en ocasiones, invisibles. Dijo John F. Kennedy en su famoso discurso en Berlín en 1963: "La vida en libertad no es fácil, la democracia no es perfecta. Pero nunca hemos tenido que construir un muro para evitar que nuestra gente se vaya a otra parte".

Resulta triste que tres décadas después de que se eliminase esa cicatriz que marcaba a Europa y la dividía en dos tengamos que seguir haciendo llamamientos a derribar monumentos kilométricos a la sinrazón humana. Coincidiendo con una fecha tan señalada, España vuelve a votar hoy con la esperanza de encontrar un camino hacia el desbloqueo político. Desde una tierra que lleva la palabra frontera en su apellido, que el resultado final que emane de la voluntad de todos los ciudadanos sirva para derribar tantos muros que absurdamente nos separan.

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