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Canal Empleo

Un lugar para la reinserción social

  • La fundación antequerana Prolibertas acoge y forma a personas de colectivos marginados

Teodor Ilin, un rumano de 53 años afincado en Antequera, es un vivo ejemplo de que conseguir la reinserción social de una persona ubicada en un colectivo marginal es posible. Eso sí, siempre que exista la voluntad necesaria y cuente con el apoyo necesario. Precisamente, ésa es la principal exigencia que los voluntarios y profesionales de la fundación antequerana Prolibertas le piden a aquellos que se acercan a pedirles ayuda. "Yo estuve dos veces y es muy difícil", dice Teodor, que en la actualidad realiza las funciones de casero en las dos casas de acogida que gestiona esta fundación de la ciudad del Torcal. Antes tuvo que pasar una larga temporada tratando de buscar un empleo cuando se quedó desamparado y sin saber a dónde ir. Cuando recuerda ese momento pierde la sonrisa que le acompaña durante el recorrido por las instalaciones y el silencio se hace en su boca. Ahora tiene claro que cuando cumpla su objetivo regresará a su Rumanía natal, donde le espera su esposa.

En la sede de la fundación, que estaba dedicada a un antiguo seminario, y separados únicamente por un pasillo lleno de oficinas, se encuentran inmigrantes y ex presidiarios con un mismo objetivo, lograr reinsertarse en la sociedad. Para ello reciben formación y un lugar donde alojarse de forma gratuita, teniendo todas sus necesidades básicas cubiertas, aunque "sin extravagancias", comenta Soledad Muñoz, directora de la casa de acogida Juan Mata.

Precisamente, en uno de los salones nos encontramos con un tímido marroquí que acaba de cumplir los 18 años. Eso le ha provocado que tenga que abandonar el centro de menores en el que se encontraba, aunque ha tenido la suerte de ser admitido en este otro centro. Pero no le saldrá gratis la estancia, y es que el compromiso de buscar la reinserción se firma semanalmente, y cada interno tiene que cumplir con normas como no consumir alcohol, drogas o salir a diario a buscar un empleo, según explica el director de Prolibertas, Aurelio Fernández. De momento se encuentra en el periodo de adaptación, aunque Soledad Muñoz tiene esperanzas de poder alcanzar su objetivo: "Creo que tiene posibilidades de poder integrarse en la sociedad", dice, mientras explica que una vez que han logrado ese objetivo tienen que independizarse y abandonar la casa, ya que para entrar una de las condiciones indispensables es no tener ingresos económicos.

"Nosotros les ayudamos durante unos meses cuando encuentran trabajo, pero bueno se tienen que marchar a un piso propio cuando han ahorrado algo", dice. Precisamente, esos meses en los que pueden seguir viviendo en su habitación sin coste ninguno les permite el poder ahorrar casi todo su sueldo, y es que nada más que están permitidos pequeños gastos como el tabaco.

Precisamente, ahora es la ayuda mucho más necesaria. La crisis también ha tenido aquí sus consecuencias y es que lograr un trabajo se ha convertido en una misión casi imposible, lo que ha conllevado un notable incremento de tiempo de estancia medio. Por ello, desde las casas se han comenzado a organizar talleres de formación, que puedan ampliar un poco el campo de búsqueda. A pesar de ello, en algunas ocasiones sus responsables tienen que tomar la decisión de derivar a algunos de los acogidos a casas de otras zonas de España, con el objetivo que pueda continuar la búsqueda de un empleo en otros mercados

Además, también tienen que colaborar con las tareas diarias de la casa, como mantener el orden en sus habitaciones, realizar las labores de limpieza, cocinar, servir el comedor o ayudar a cuidar el huerto del que se nutre la cocina en temporada. Al salir a la calle por un lateral de la iglesia de la Trinidad, se puede observar que la puerta nunca se cierra, como si se tratase de una puerta a la esperanza.

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